El Heraldo (Colombia)

Elogio a la incertidum­bre

- Por Yamid Amat Serpa

Gracielita. Sólo recuerdo su nombre, su apellido escapa a mi memoria y quizá de manera voluntaria. Gracielita fue una mis maestras en los primeros años escolares, una mujer recia, de ceño fruncido y carácter determinan­te. Calzaba siempre zapatos de cuero color café, los usaba tan apretados como la regla de plástico roja que llevaba en su mano derecha, con la que señalaba el tablero y de vez en cuando golpeaba el escritorio manifestan­do su imperante autoridad.

Nunca entendí porque el diminutivo en su nombre. La dulzura no era parte de sus formas, pero así la llamaba todo el mundo: Gracielita

Le molestaba sobre manera mi lápiz en la mano izquierda y mi postura inclinada al escribir, los pupitres de la época eran en su mayoría para diestros y los zurdos teníamos dos opciones: Adaptarnos como fuera, o ser alumnos de Gracielita; lo que implicaba tener que escribir con la derecha.

Lo que en su momento fue un martirio y segurament­e hoy, algo inconcebib­le, con el paso del tiempo se convirtió en un regalo hermoso y a quien yo considerab­a una profesora poco amable, se hizo en mi memoria una gran maestra. Estimuló mis dos hemisferio­s. Me enseño a escribir con la derecha.

No siempre los maestros en nuestra vida están vestidos de ángeles, muchas veces la mejor enseñanza la recibimos de alguien a quien no queremos parecernos, de alguna situación adversa y compleja, o de algo que nos representa falta de seguridad y certeza.

Por estos días, la incertidum­bre nos viene rondando a todos, la sentimos, la percibimos, la olemos, hasta la vemos. Podría parecer extraño pero trae consigo algo interesant­e, también plantea dos caminos: Nos congela y nos desnuda con su frío, o nos motiva con la inquietud que produce. La misma, puede ser motor de vida que nos haga incluso, descubrir en nosotros mismos aptitudes, talentos y oficios desconocid­os, revisar otros rincones y encontrar ventanas púrpura para no dejar en el olvido gran parte de lo que somos capaces y de eso a lo que hemos venido y quizá no sabíamos.

En cada ser habita un universo de posibilida­des fantástica­s limitadas sólo por el pragmatism­o y por el ego. Es necesario y noble aceptar que es posible vivir de una manera diferente a la preconcebi­da y entender que la anterior pudo estar más compuesta de ruido que de melodía.

La disposició­n y adaptabili­dad pueden ser herramient­as fundamenta­les de crecimient­o interior y evolución. Si bien es cierto la incertidum­bre impide vislumbrar el futuro, tener que afrontar el mundo pensando en hoy más que en mañana puede brindarnos más conciencia, más presencia y más abrigo.

Es posible que nos venga bien vivir al día para así valorar más el día mismo con sus horas, las noches y sus lunas, los hijos con sus llantos y el olor a madrugada.

Vivir Como los amorosos de Jaime Sabines “…Al día, no pueden hacer más, no saben”

No esta mal desaprende­r, no esta mal pensar que todo es hoy y entonces vivir hoy sin postergar para mañana, como falso alivio, alguno de los sueños o tareas.

Un beso, un abrazo, una sonrisa, un dibujo, un escrito, un baile, un plato de comida, una palabra amable. Una ilusión.

La pausa y el reposo. Una mano extendida, la mirada interna, un respiro.

Lo más simple siempre será lo más sublime y no necesita programaci­ón ni agenda.

Algunas de las cosas mas profundas son inciertas, la vida y el amor, no se gobierna sobre ellas. Mientras existan debemos darle valor exponencia­l. Podemos estar entonces frente una enseñanza mayúscula.

Este es un elogio a la incertidum­bre mirándole a los ojos con gratitud por todo lo que nos ha enseñado.

Todo pasará porque todo pasa, pero será valioso saber qué hemos aprendido.

La incertidum­bre no es castigo y si no fue buena amiga, será buena maestra.

En ‘Palabras Pendientes’, disponible aquí en todas las plataforma­s digitales de EL HERALDO, el abogado Abelardo De La Espriella y un dialogo sobre vivir hoy en diversos y amplios mundos paralelos.

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