Elogio a la incertidumbre
Gracielita. Sólo recuerdo su nombre, su apellido escapa a mi memoria y quizá de manera voluntaria. Gracielita fue una mis maestras en los primeros años escolares, una mujer recia, de ceño fruncido y carácter determinante. Calzaba siempre zapatos de cuero color café, los usaba tan apretados como la regla de plástico roja que llevaba en su mano derecha, con la que señalaba el tablero y de vez en cuando golpeaba el escritorio manifestando su imperante autoridad.
Nunca entendí porque el diminutivo en su nombre. La dulzura no era parte de sus formas, pero así la llamaba todo el mundo: Gracielita
Le molestaba sobre manera mi lápiz en la mano izquierda y mi postura inclinada al escribir, los pupitres de la época eran en su mayoría para diestros y los zurdos teníamos dos opciones: Adaptarnos como fuera, o ser alumnos de Gracielita; lo que implicaba tener que escribir con la derecha.
Lo que en su momento fue un martirio y seguramente hoy, algo inconcebible, con el paso del tiempo se convirtió en un regalo hermoso y a quien yo consideraba una profesora poco amable, se hizo en mi memoria una gran maestra. Estimuló mis dos hemisferios. Me enseño a escribir con la derecha.
No siempre los maestros en nuestra vida están vestidos de ángeles, muchas veces la mejor enseñanza la recibimos de alguien a quien no queremos parecernos, de alguna situación adversa y compleja, o de algo que nos representa falta de seguridad y certeza.
Por estos días, la incertidumbre nos viene rondando a todos, la sentimos, la percibimos, la olemos, hasta la vemos. Podría parecer extraño pero trae consigo algo interesante, también plantea dos caminos: Nos congela y nos desnuda con su frío, o nos motiva con la inquietud que produce. La misma, puede ser motor de vida que nos haga incluso, descubrir en nosotros mismos aptitudes, talentos y oficios desconocidos, revisar otros rincones y encontrar ventanas púrpura para no dejar en el olvido gran parte de lo que somos capaces y de eso a lo que hemos venido y quizá no sabíamos.
En cada ser habita un universo de posibilidades fantásticas limitadas sólo por el pragmatismo y por el ego. Es necesario y noble aceptar que es posible vivir de una manera diferente a la preconcebida y entender que la anterior pudo estar más compuesta de ruido que de melodía.
La disposición y adaptabilidad pueden ser herramientas fundamentales de crecimiento interior y evolución. Si bien es cierto la incertidumbre impide vislumbrar el futuro, tener que afrontar el mundo pensando en hoy más que en mañana puede brindarnos más conciencia, más presencia y más abrigo.
Es posible que nos venga bien vivir al día para así valorar más el día mismo con sus horas, las noches y sus lunas, los hijos con sus llantos y el olor a madrugada.
Vivir Como los amorosos de Jaime Sabines “…Al día, no pueden hacer más, no saben”
No esta mal desaprender, no esta mal pensar que todo es hoy y entonces vivir hoy sin postergar para mañana, como falso alivio, alguno de los sueños o tareas.
Un beso, un abrazo, una sonrisa, un dibujo, un escrito, un baile, un plato de comida, una palabra amable. Una ilusión.
La pausa y el reposo. Una mano extendida, la mirada interna, un respiro.
Lo más simple siempre será lo más sublime y no necesita programación ni agenda.
Algunas de las cosas mas profundas son inciertas, la vida y el amor, no se gobierna sobre ellas. Mientras existan debemos darle valor exponencial. Podemos estar entonces frente una enseñanza mayúscula.
Este es un elogio a la incertidumbre mirándole a los ojos con gratitud por todo lo que nos ha enseñado.
Todo pasará porque todo pasa, pero será valioso saber qué hemos aprendido.
La incertidumbre no es castigo y si no fue buena amiga, será buena maestra.
En ‘Palabras Pendientes’, disponible aquí en todas las plataformas digitales de EL HERALDO, el abogado Abelardo De La Espriella y un dialogo sobre vivir hoy en diversos y amplios mundos paralelos.