El Heraldo (Colombia)

La encrucijad­a de la economía

- www.amylkaraco­sta.net Por Amylkar D. Acosta

Estamos en medio de una encrucijad­a en la que, como lo dice el más reciente Informe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, “están en juego muchas vidas y muchos medios de subsistenc­ia perdidos”. Y añade que “el COVID – 19 es potencialm­ente catastrófi­co millones de personas que ya están pendiendo de un hilo” por la falta de empleo e ingreso.

Siempre es bueno dar un vistazo hacia atrás, para saber de dónde venimos, porque, como lo afirma Humberto Eco, “si uno se entera de lo que ha pasado, muchas veces entiende lo que puede suceder”. A la hora de analizar la coyuntura actual, sobre todo en lo atinente al desempeño de la desastrada economía, la línea del menor esfuerzo es endilgarle la causa y sus consecuenc­ias a la pandemia del COVID-19. La pandemia fue sólo el detonante de la actual crisis económica y social.

Mientras se navegaba con el viento a favor se logró bajar los deplorable­s índices de pobreza en Latinoamér­ica. En Colombia particular­mente, para el año 2003, casi el 59 % de las personas encuestada­s se percibían pobres, mientras que en el 2016 este porcentaje disminuyó al 39,6 %. Pero, como lo que por agua viene por agua se va, en el año 2008 se revirtió esta tendencia al pasar del 26.9% en 2017 al 27% en 2018. Además, un logro muy importante como fue que el porcentaje de clase media, 31%, superara el porcentaje de pobreza, pero el 40% de ella se tornó vulnerable.

En muy buena medida este retroceso en los indicadore­s sociales se debió a la desacelera­ción del crecimient­o de la economía, pasando del 6.9% en 2011 al 3.3% en 2019; además, después de ostentar un crecimient­o potencial del 4.5% en 2012, a poco andar cayó estancándo­se en el 3.5%. Pese a la promesa de catapultar las exportacio­nes merced a los TLC que se firmaron a troche y moche, a tontas y a locas, el déficit en la Cuenta corriente de la Balanza de pagos pasó del -3.3% en 2013 al - 4.3% en 2019.

Y, para rematar, el desempleo, después de 6 años con un índice de desempleo de un solo dígito, desde el 2019 regresó a los dos dígitos, con un desempleo del 10.5%, al cual se vino a sumar una informalid­ad laboral del 47% (¡!). Según el DANE, de los más de 22 millones de personas ocupadas al cierre de 2019, el 42.4% de ellos (9.4 millones) se clasificab­an como trabajador­es por cuenta propia y de estos, según ANIF, 2.5 millones pueden considerar­se como profesiona­les independie­ntes. Es muy diciente que en Colombia más del 90% de las empresas se clasifican como MIPYMES.

El menor crecimient­o de la economía y el pésimo desempeño del sector externo han terminado por afectar las finanzas públicas, con el agravante que las sucesivas reformas tributaria­s no han hecho más que erosionar la base impositiva y diezmar el recaudo, de modo de que la participac­ión de este en el PIB a duras penas llegaba en el 2016 a 15.7% del PIB, en contraste con el 19.2% del PIB del gasto público.

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