El Heraldo (Colombia)

Una nueva esperanza

- Por Álvaro De la Espriella Arango

Colombia es hoy día un país que tiene grandes progresos en variados campos de la actividad humana y en su estructura institucio­nal. No podemos negar que el mismo proceso de paz que inició en el gobierno de Santos, deficiente en muchos aspectos, es un paso más hacia la estabilida­d democrátic­a y el respeto a los derechos humanos. En general debemos estar optimistas porque vámos hacia un futuro más promisorio a pesar de los tropezones, piedras en la rueda de la vida.

No obstante tres grandes lunares entorpecen este avance hacia la estabilida­d socioeconó­mica y ellos son: la deficiente aplicación de la justicia en todas sus caracterís­ticas, formas y modalidade­s, es decir, la misma hermenéuti­ca de la disciplina del derecho no solamente en la rama penal sino en todo a sus demás vigentes; En segundo lugar la corrupción que ha llegado a niveles intolerabl­es como “fruto de la justicia fallida hija de la impunidad “como dijo Bovvio; Y en tercer lugar la enpara démica violenta politiquer­ía que nace de nuestra herencia sociológic­a, basándose en la espiral de odios y venganzas que han escriturad­o el ejercicio político como su expresión más real .

Para nosotros justicia con mayúscula es la pirámide desde la cual se podría dar una sustancial mejora en los demás capítulos de la vida nacional. Pero desde hace tiempo nuestra justicia está fallando y no hemos podido encontrar el método, el sistema, la vía, para poder corregirla, enderezarl­a, o reformarla. Por razones políticas de peleas internas, por una falta de conexión en el Congreso, por falta de claridad en los roles más perseguido­s para la reforma, por las implicacio­nes en los controles del poder dentro y fuera de la misma corte. Y un país con justicia coja no es viable a largo plazo.

Una reforma integral bien estructura­da acorde con los adelantos tecnológic­os y científico­s de los últimos años, ha necesitado del músculo del poder ejecutivo que a veces lo ha tenido y otras veces no. No es que haya fracasado mucho administra­r justicia sino que políticame­nte con el presidente en turno de la mano no pudieron encontrar el sendero de coordinaci­ón con el Congreso y las mismas cortes. Pero la verdad es que nuestra justicia necesita en todas sus disciplina­s, un revolcón que cambie sistemátic­amente todas las estructura­s, corregir bastantes embuchados psicóticos que le envenena, eliminar figuras procesales que le embrutece, reprograma­ción de requisitos para magistrado­s y jueces, endurecer penas y castigos sin amenazar los derechos humanos como agente descalific­ador y por supuesto recuperar la confianza ciudadana que se perdió hace rato y es sencillame­nte elemento fatal.

Afortunada­mente llegó a la cartera del caso la doctora Margarita Cabello de quien conocemos sus altísimas capacidade­s, ejecutoria­s y pergamino de valores éticos. Mejor nombramien­to no habría podido realizar el presidente Duque. El va piano, sin estridenci­as, escogiendo colaborado­res acertados, gobernando con valentía y entereza, no necesitan bayonetas al ciento para promover reformas sustancial­es. Ya hay reforma en borrador, está en el escritorio de la señora ministra y esperamos que una vez se supere la pandemia, regresando a la normalidad, el congreso asuma su estudio a profundida­d y eficientem­ente.

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