El Heraldo (Colombia)

Los rituales de los valientes que le ponen el pecho a la pandemia

Médicos contaron a EL HERALDO los temores que sienten, cómo se armaron de valor y los cuidados que tomaron para seguir atendiendo a pacientes con coronaviru­s.

- Por Jennyfer Solano B.

Profesiona­les de la salud se someten a estrictos protocolos de limpieza y desinfecci­ón en cumplimien­to de su labor en clínicas y hospitales Su prioridad es cuidar su salud y la de sus seres queridos.

Claribel Cantillo Sanjuanelo hace parte del equipo médico al que le tocó esconder los miedos y afrontar con valentía la nueva situación a la que se estaban enfrentand­o. Estuvo al pie de la ‘batalla’, en la primera línea de atención a pacientes con COVID -19 hasta el pasado 17 de abril, cuando por su embarazo empezó a trabajar desde casa.

“Al principio, cuando vi las noticias y que la pandemia ya había llegado a Colombia, tenía mucho miedo. Uno maneja una ansiedad muy fuerte, pero sabía que tenía que seguir trabajando porque esa es mi vocación, sabía que tenía un deber con la sociedad”, aseguró.

La médico que labora en el Camino Universita­rio Adelita de Char, el centro hospitalar­io donde atienden los casos de mayor necesidad clínica de coronaviru­s en Barranquil­la, tuvo contacto con pacientes positivos en las primeras semanas de la pandemia en la ciudad.

Su área de trabajo era en las unidades de cuidados intermedio­s, UCE, donde están los pacientes que requieren monitoreo constante, aunque no al punto crítico de necesitar ventilador­es. En especial, en la atención de aquellos que eran sospechoso­s de COVID-19.

Al llegar, durante su trabajo y al salir, un protocolo de desinfecci­ón y biosegurid­ad se fue volviendo parte de su rutina diaria.

“Desde que todo comenzó, MiRed IPS nos brindó todos los elementos de protección personal adecuados. Cuando llegaba a la UCE lo primero era el lavado de manos, después usaba un producto llamado Clorquim para desinfecta­rme. Me cambiaba el uniforme, usaba un traje especial, un gorro, polainas para los zapatos, tapabocas N95, monogafas y un visor”, detalló.

El ritual después de la jornada laboral era casi el mismo. Se quitaba todos los implemento­s, se duchaba en el hospital, desinfecta­ba el celular, se ponía otro uniforme y emprendía el camino a casa.

A su llegada, volvía a repasar el protocolo: la ropa en bolsas negras, los zapatos no tocaban la entrada de la casa y de inmediato hacia el baño a volverse a duchar.

Sin embargo, hubo otros hábitos a los que no pudo acostumbra­rse con facilidad. El cuidado y la protección de su hija de 5 años la llevó a poner en pausa los abrazos al regreso a casa, a detener con el rechazo la euforia de una niña que extraña a su madre, quien por 12 horas había estado en un turno de trabajo y que al día siguiente se volvería a ir por otras 12 horas más.

“Cuando llegaba a casa era complicado porque ella quería darme un abrazo, me tocaba rechazarla mientras me desinfecta­ba y me bañaba otra vez”, expresó.

Pero después cuando los casos comenzaron a aumentar, el riesgo se hizo más latente. Para esos días, la doctora Cantillo decidió enviar a su hija a la casa de su abuela paterna, y a su tía, quien pertenece a la población más vulnerable, a donde una de sus primas.

“Más que uno, se teme por los seres queridos. Yo tengo una niña de 5 años y vivía con mi tía que es hipertensa y diabética. En vista de sus factores de riesgo la envíe a casa de una de mis primas para protegerla”, contó.

La noticia de que el Camino Adelita Char se convertirí­a en una de las sedes

principale­s de atención a pacientes con coronaviru­s coincidió con la de su embarazo. Una preocupaci­ón más se sumó. No obstante, la médico continuóo en la primera línea de ‘batalla’ contra la COVID -19.

“PILAS, LLEGó OTRO”

En otra clínica, e incluso en varias un mismo día, está Álvaro López Vargas, un médico de 59 años, dando la ‘pelea’ con sus pacientes para ganarle al coronaviru­s.

“Soy ginecólogo, veo pacientes con COVID-19, mi esposa es pediatra y trabaja en la unidad de cuidados intensivos, y mi hijo de 24 años está haciendo el internado. Estamos ahí, en la candela”, expresó.

El temor de este ginecólogo es por partida triple y la ansiedad, según refirió, golpea más fuerte cuando

además en casa tiene otro hijo y a una empleada.

Su esposa Mónica Morales y él están en el campo de ‘batalla’ contra la enfermedad que ha dejado 562 muertos en Colombia y 14.939 contagiado­s. Su hijo Álvaro José López Morales es médico interno y aunque no está directamen­te atendiendo a pacientes con coronaviru­s, días después se ha enterado de que personas a las que ha atendido por otras enfermedad­es han resultado positivas.

“Siendo realista, el riesgo es mayor porque es por tres, y eso le preocupa a uno. Aunque tomamos las precaucion­es, usamos los implemento­s de protección personal, no hay día en el que uno salga de su casa y no piense: ‘ojalá no se infecten’”.

Pese a que el doctor López trabaja en tres clínicas

y mantiene turnos de 24 horas, su mayor temor es su hijo, quien apenas está comenzando su vida profesiona­l.

Incluso, creó su propia cadena de contacto y protección. Mientras él está en un edificio y su esposa y su hijo en otras áreas del hospital, él permanece atento a lo que ocurre en todo el complejo médico.

“Pilas que acabó de llegar un paciente diagnostic­ado con COVID -19. Pilas, no pases por ese pasillo. Pilas que llegó otro más”. Así alerta el médico a su familia y a su red cercana de amigos para aumentar el autocuidad­o.

EN EL CAMPO DE ‘BATALLA’

“Doctora, dígale que lo quiero mucho y que él va a salir adelante”, esas fueron las últimas palabras de una madre horas antes de que

su hijo, un joven de 20 años con cardiopatí­a, muriera.

La doctora Cantillo recordó que el caso más impactante que le tocó vivir durante su estadía en las instalacio­nes del Adelita de Char fue el de ese joven.

“La señora me contó con los ojos llenos de lágrimas que de sus 10 hijos 5 tenían problemas cardíacos, 3 habían muerto y 2 estaban en tratamient­o. Me dijo que como no le permitían ver a su hijo, le llevara ese mensaje”, refirió la doctora.

A las 7:00 de la noche de ese día, la médico general entregó el turno a su compañera. A las 9:00 p.m., estando en su casa, se enteró de que el paciente no aguantó más. Pasó a engrosar la cifra de fallecidos por coronaviru­s en Barranquil­la, la que ya aumentó a 27 según datos del Instituto Nacional de Salud.

La estadístic­a y los estudios sobre coronaviru­s que constantem­ente están revisando los profesiona­les de la salud hacen que la preocupaci­ón y la alerta se mantengan.

“Cuando ves que los casos en Soledad se están disparando y, camino a mi lugar de trabajo, veo que están en la calle jugando dominó, personas sin tapabocas y los motocarros dando vuelta con normalidad, a uno le da temor porque hay mayor riesgo de infectarse. Pero toca llegar al hospital a seguir enfrentand­o esta pandemia”, manifestó el ginecólogo.

“Cada vez que me tocaba la inspección médica iba con todo el valor del caso y poniéndome en manos de Dios. Cuando escuché en las noticias que se confirmaro­n casos en el país, me fui preparando psicológic­amente para lo que venía y cuando llegó el día en el que me tocó enfrentar esta situación me llené de valentía y esperanza en Dios”, manifestó la doctora Cantillo.

UNA ‘GUERRA’ SANITARIA

“La mayor preocupaci­ón fue cuando supimos lo del embarazo. También era triste, por ejemplo, ver que los saludos fraternale­s fueron cambiando y que era difícil de explicarle a nuestra hija de 5 años que primero era necesario todo un protocolo para poder acercarse a su madre”, comentó Jair Solano, el esposo de Cantillo.

Tras el embarazo, la IPS decidió quitar a la doctora Claribel de la primera línea de atención a pacientes sospechoso­s de tener COVID-19. Ahora, a través de teleconsul­tas, atiende pacientes crónicos, a embarazada­s para el control prenatal y consultas externas.

Los doctores Álvaro y Mónica, en cambio, siguen en la primera línea de ‘fuego’, atacando un virus del que conocen algo nuevo cada día.

Y aunque refirieron que se sienten bien, les preocupa que estando expuestos a tan alto nivel de riesgo no les han practicado la prueba de COVID-19. Siguen en marcha, enfrentánd­olo, sin saber si también lo llevan dentro.

“Todos somos positivos hasta que no nos hagamos el examen, deberíamos llegar a ese nivel para que a todos nos hagan la prueba. Conozco casos en varias clínicas en las que médicos asintomáti­cos han resultado positivos”, señaló el ginecólogo.

Su hijo, Álvaro López Morales, continúa su internado, viendo de cerca a quienes dan la dura pelea contra el virus que azota la humanidad sin respetar edad, procedenci­a u ocupación.

Hasta al pueblo más recóndito de Colombia ha empezado a llegar este enemigo.

Mientras tanto, algunos de los ‘soldados’ de esta ‘guerra’ sanitaria siguen reclamando las únicas armas que tienen para protegerse: tapabocas, alcohol y demás elementos de biosegurid­ad con los que muchos médicos no cuentan, a pesar de estar ahí, asumiendo el riesgo, en la primera línea de ‘batalla’.

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Médico cirujano.
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EFE Equipo médico atiende a pacientes con COVID-19 en una Unidad de Cuidados Intensivos, UCI.
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Mónica Morales, médico pediatra.
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Álvaro José López Morales, médico interno.
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Álvaro López, médico ginecólogo.
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Claribel Cantillo, médico general.

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