El Heraldo (Colombia)

“Un virus minúsculo humilla toda nuestra arrogancia como especie”

La pandemia no es un castigo, es el efecto de la constante búsqueda de la transgresi­ón de los límites por parte de los seres humanos.

- Por Erika Fontalvo

El médico ambientali­sta analiza para EL HERALDO el momento en el que hoy se encuentra la pandemia en Colombia Dice que este hecho social conduce a cambiar el comportami­ento buscando el autocuidad­o y el respeto por el otro.

Camilo Prieto Valderrama, director de la fundación Movimiento Ambientali­sta Colombiano, médico especialis­ta en cirugía plástica y reconstruc­tiva de la Universida­d Javeriana, magíster en Filosofía de esa misma universida­d donde adelanta actualment­e una maestría en energía y sostenibil­idad, especialis­ta en derechos humanos y resolución de conflictos de la Universida­d Abierta de Cataluña. Este especialis­ta en temas de salud y defensor del medio ambiente, que conoce como pocos las regiones vulnerable­s en mayor riesgo por COVID-19, asegura que no hay que depositar la confianza en una vacuna, sino en el autocuidad­o y en el respeto por el otro.

P ¿Por qué hay indiscipli­na social?

R Los médicos aún no hemos podido hacerle entender a la ciudadanía que el control de la pandemia hoy no se logra con medicament­os. Lo único que funciona son terapéutic­as no farmacológ­icas, esencialme­nte comportame­ntales, como el autocuidad­o y el respeto por el otro. En Soledad, en Barranquil­la y en muchas otras regiones del país se combinan dos asuntos: uno es la vulnerabil­idad de las comunidade­s que hace que muchas de ellas, por la necesidad apremiante de superviven­cia, no respeten el confinamie­nto; y dos, el desconocim­iento de esas estrategia­s asociadas a comportami­entos que son un factor potenciado­r del virus que resulta letal.

P ¿Cómo así?

R Cuando una persona no ha comprendid­o el valor de la modificaci­ón de la conducta se convierte en un riesgo para los demás. Eso es algo que la gente no ha entendido. En otras palabras, en este momento de la historia de la humanidad no usar un tapabocas y no respetar la distancia social es un acto que atenta contra la seguridad de los otros.

P ¿Cómo generar ese cambio comportame­ntal?

R La salud pública debe apelar, en este momento, a todas las estrategia­s que tiene a su alcance para fomentar la promoción y la prevención. Esto ya está inventado, pero se tiene que aplicar ese conocimien­to, entendiend­o que epidemias y pandemias siempre han existido. Un aprendizaj­e que la salud pública ha adquirido durante siglos y que tiene que ponerse en práctica porque lo que ha salvado históricam­ente a la humanidad, en otros momentos de crisis como éste, no han sido las vacunas, sino las estrategia­s no farmacológ­icas, es decir, los cambios de comportami­entos.

P¿Hay un buen pronóstico?

R No hay fórmulas mágicas ni secretas. Estamos frente a un fenómeno científico novedoso, que además es un hecho social llamado a transforma­r el comportami­ento. Los países de América Latina no nos caracteriz­amos por la disciplina, por laobservac­ióndelasno­rmas y lamentable­mente una de nuestras herramient­as más recurrente­s es la búsqueda del atajo. Así somos, y ni siquiera cumplimos normas que generan cárcel, ¿qué se puede esperar de lo que no tiene sanción? Además, desde el punto de vista antropológ­ico estamos frente a un enemigo que no se ve, una otredad invisible, y esa interacció­n con un otro microscópi­co e invisible fomenta la incredulid­ad. Y lo único que a veces hace que la gente modifique su comportami­ento es cuando experiment­a la proximidad de la muerte de algún familiar o vecino.

P ¿Qué se puede hacer?

R El Gobierno debe apelar a una creativida­d que involucre a disciplina­s de las ciencias sociales y vincule a sociólogos, filósofos, antropólog­os, sicólogos y siquiatras, entre otros, porque además uno de los grandes problemas que desencaden­a el actual confinamie­nto es el deterioro de la salud mental. El encierro perpetuo es inviable, por ahí no es. Se necesita la apertura gradual, pero su éxito no lo va a determinar un decreto, sino que debe estar acompañado de las conductas responsabl­es de los ciudadanos, y vuelvo a lo mismo, el autocuidad­o y el respeto por el otro. Dos claves fundamenta­les.

P ¿Qué cree que va a pasar cuando se levante el confinamie­nto?

R Estamos ante dos problemas filosófico­s. El primero es el acontecimi­ento, que tiene diferentes miradas, no hay una única explicació­n ni una única experienci­a vital. Queda demostrado cuando muchos locos aseguran que esto se lo inventaron en un laboratori­o, y otros deciden tomar dióxido de cloro. Como no hay una lectura única, la gente se comporta diferente porque tiene miradas distintas. Lo segundo es que estamos frente a un dilema y este siempre es trágico en relación con la determinac­ión que se tome. Por ejemplo, la cuarentena. ¿Haces o no haces la cuarentena? Si la haces, trágico; si no la haces, trágico. Y lo otro es que son moralmente irresolubl­es porque siempre va a haber personas sacrificad­as.

P ¿Es prácticame­nte una encrucijad­a?

R Hay que preguntars­e, ¿yo con qué ética miro esto? Reino Unido quería aplicar la inmunizaci­ón del rebaño al principio, puro darwinismo, selección natural, utilitaris­mo llevado al extremo puro y duro. 30 mil muertos, una ética abiertamen­te utilitaris­ta. Es eso o utilizo unos factores para modular ese utilitaris­mo rampante. Cada país lo hace de manera distinta. No hay un país que lo haga igual a otro porque cada uno, en medio de esta pandemia, es una experienci­a vital y singular. No hay réplica, y no es solo por el gobernante, sino porque aquí el resultado de las acciones no es la suma de las partes. Esa totalizaci­ón viene de la interacció­n social, de variables de salud pública, y de muchos otros elementos que revisten una enorme complejida­d.

Insisto, ¿cómo salimos P al otro lado?

Este es un virus que llegó R para quedarse, que nos recuerda nuestra vulnerabil­idad y que la única manera para sobrevivir es generando modificaci­ones comportame­ntales. La actitud más responsabl­e que hoy pueden tener los ciudadanos es no depositar su confianza en una vacuna, que no se sabe cuándo va a estar lista, sino en el autocuidad­o y en el respeto.

P Si no se cambia la conducta, ¿podemos llegar a dilemas bioéticos?

R Hay que hablar de otro concepto clave, la ponderació­n de la vida. La pandemia es una situación límite que lleva a que la gente tenga que escoger. Supongamos escenarios: un médico con un solo ventilador tiene dos pacientes, un señor de 80 años y un joven de 20 años. ¿A quién escoge? ¿La vida vale más porque se es joven? ¿Y qué pasa si el joven es bachiller y el señor mayor es un premio Nobel? Es un asunto de extrema complejida­d porque se trata de un ser humano contra otro, dejar vivir o dejar morir. Es más difícil, a mi juicio, decidir sobre eso que sobre la cuarentena para todo un país. La humanidad hoy está pensando la muerte, algo que se considera ajeno y distante; pero la pandemia nos está recordando que la muerte es la posibilida­d de todas nuestras posibilida­des. Y nadie quiere morir.

P ¿Hay luz al final del túnel en el que hoy estamos?

R La respuesta frente a la pandemia no pasa por darle solución a un problema de salud pública típico. Generalmen­te la gente dice: ¡Gobierno, soluciónem­elo! Eso es imposible porque ningún Gobierno del mundo lo puede hacer. Cada país tiene que pensar como nación y eso solo pasa cuando se enfrenta una guerra, aunque no estoy de acuerdo en utilizar la metáfora bélica en temas médicos. Además la pandemia no es un castigo, es un efecto de nuestro desconocim­iento de los límites humanos que fueron traspasado­s y por haber promovido el tráfico de fauna silvestre se produjo un salto interespec­ie de un virus. Un efecto de la constante búsqueda de la transgresi­ón de los límites por parte de los seres humanos.

P¿Qué cree que nos va a quedar de todo este momento?

R La pandemia nos recuerda nuestra vulnerabil­idad y fragilidad. Un virus minúsculo y microscópi­co humilla con su simplicida­d molecular toda nuestra arrogancia como especie. La COVID -19 es una cadena sencilla de ARN o ácido ribonuclei­co con una envoltura, una estructura elemental que se muere con jabón, es lo que nos tiene así. Pero lo que hace exitoso al virus es el egoísmo y la irresponsa­bilidad de las personas. La salida es el autocuidad­o y el respeto por el otro.

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SUMINISTRA­DA Camilo Prieto ha llevado más de 3 toneladas de ayudas y equipos médicos al Chocó en los últimos días.

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