“Un virus minúsculo humilla toda nuestra arrogancia como especie”
La pandemia no es un castigo, es el efecto de la constante búsqueda de la transgresión de los límites por parte de los seres humanos.
El médico ambientalista analiza para EL HERALDO el momento en el que hoy se encuentra la pandemia en Colombia Dice que este hecho social conduce a cambiar el comportamiento buscando el autocuidado y el respeto por el otro.
Camilo Prieto Valderrama, director de la fundación Movimiento Ambientalista Colombiano, médico especialista en cirugía plástica y reconstructiva de la Universidad Javeriana, magíster en Filosofía de esa misma universidad donde adelanta actualmente una maestría en energía y sostenibilidad, especialista en derechos humanos y resolución de conflictos de la Universidad Abierta de Cataluña. Este especialista en temas de salud y defensor del medio ambiente, que conoce como pocos las regiones vulnerables en mayor riesgo por COVID-19, asegura que no hay que depositar la confianza en una vacuna, sino en el autocuidado y en el respeto por el otro.
P ¿Por qué hay indisciplina social?
R Los médicos aún no hemos podido hacerle entender a la ciudadanía que el control de la pandemia hoy no se logra con medicamentos. Lo único que funciona son terapéuticas no farmacológicas, esencialmente comportamentales, como el autocuidado y el respeto por el otro. En Soledad, en Barranquilla y en muchas otras regiones del país se combinan dos asuntos: uno es la vulnerabilidad de las comunidades que hace que muchas de ellas, por la necesidad apremiante de supervivencia, no respeten el confinamiento; y dos, el desconocimiento de esas estrategias asociadas a comportamientos que son un factor potenciador del virus que resulta letal.
P ¿Cómo así?
R Cuando una persona no ha comprendido el valor de la modificación de la conducta se convierte en un riesgo para los demás. Eso es algo que la gente no ha entendido. En otras palabras, en este momento de la historia de la humanidad no usar un tapabocas y no respetar la distancia social es un acto que atenta contra la seguridad de los otros.
P ¿Cómo generar ese cambio comportamental?
R La salud pública debe apelar, en este momento, a todas las estrategias que tiene a su alcance para fomentar la promoción y la prevención. Esto ya está inventado, pero se tiene que aplicar ese conocimiento, entendiendo que epidemias y pandemias siempre han existido. Un aprendizaje que la salud pública ha adquirido durante siglos y que tiene que ponerse en práctica porque lo que ha salvado históricamente a la humanidad, en otros momentos de crisis como éste, no han sido las vacunas, sino las estrategias no farmacológicas, es decir, los cambios de comportamientos.
P¿Hay un buen pronóstico?
R No hay fórmulas mágicas ni secretas. Estamos frente a un fenómeno científico novedoso, que además es un hecho social llamado a transformar el comportamiento. Los países de América Latina no nos caracterizamos por la disciplina, por laobservacióndelasnormas y lamentablemente una de nuestras herramientas más recurrentes es la búsqueda del atajo. Así somos, y ni siquiera cumplimos normas que generan cárcel, ¿qué se puede esperar de lo que no tiene sanción? Además, desde el punto de vista antropológico estamos frente a un enemigo que no se ve, una otredad invisible, y esa interacción con un otro microscópico e invisible fomenta la incredulidad. Y lo único que a veces hace que la gente modifique su comportamiento es cuando experimenta la proximidad de la muerte de algún familiar o vecino.
P ¿Qué se puede hacer?
R El Gobierno debe apelar a una creatividad que involucre a disciplinas de las ciencias sociales y vincule a sociólogos, filósofos, antropólogos, sicólogos y siquiatras, entre otros, porque además uno de los grandes problemas que desencadena el actual confinamiento es el deterioro de la salud mental. El encierro perpetuo es inviable, por ahí no es. Se necesita la apertura gradual, pero su éxito no lo va a determinar un decreto, sino que debe estar acompañado de las conductas responsables de los ciudadanos, y vuelvo a lo mismo, el autocuidado y el respeto por el otro. Dos claves fundamentales.
P ¿Qué cree que va a pasar cuando se levante el confinamiento?
R Estamos ante dos problemas filosóficos. El primero es el acontecimiento, que tiene diferentes miradas, no hay una única explicación ni una única experiencia vital. Queda demostrado cuando muchos locos aseguran que esto se lo inventaron en un laboratorio, y otros deciden tomar dióxido de cloro. Como no hay una lectura única, la gente se comporta diferente porque tiene miradas distintas. Lo segundo es que estamos frente a un dilema y este siempre es trágico en relación con la determinación que se tome. Por ejemplo, la cuarentena. ¿Haces o no haces la cuarentena? Si la haces, trágico; si no la haces, trágico. Y lo otro es que son moralmente irresolubles porque siempre va a haber personas sacrificadas.
P ¿Es prácticamente una encrucijada?
R Hay que preguntarse, ¿yo con qué ética miro esto? Reino Unido quería aplicar la inmunización del rebaño al principio, puro darwinismo, selección natural, utilitarismo llevado al extremo puro y duro. 30 mil muertos, una ética abiertamente utilitarista. Es eso o utilizo unos factores para modular ese utilitarismo rampante. Cada país lo hace de manera distinta. No hay un país que lo haga igual a otro porque cada uno, en medio de esta pandemia, es una experiencia vital y singular. No hay réplica, y no es solo por el gobernante, sino porque aquí el resultado de las acciones no es la suma de las partes. Esa totalización viene de la interacción social, de variables de salud pública, y de muchos otros elementos que revisten una enorme complejidad.
Insisto, ¿cómo salimos P al otro lado?
Este es un virus que llegó R para quedarse, que nos recuerda nuestra vulnerabilidad y que la única manera para sobrevivir es generando modificaciones comportamentales. La actitud más responsable que hoy pueden tener los ciudadanos es no depositar su confianza en una vacuna, que no se sabe cuándo va a estar lista, sino en el autocuidado y en el respeto.
P Si no se cambia la conducta, ¿podemos llegar a dilemas bioéticos?
R Hay que hablar de otro concepto clave, la ponderación de la vida. La pandemia es una situación límite que lleva a que la gente tenga que escoger. Supongamos escenarios: un médico con un solo ventilador tiene dos pacientes, un señor de 80 años y un joven de 20 años. ¿A quién escoge? ¿La vida vale más porque se es joven? ¿Y qué pasa si el joven es bachiller y el señor mayor es un premio Nobel? Es un asunto de extrema complejidad porque se trata de un ser humano contra otro, dejar vivir o dejar morir. Es más difícil, a mi juicio, decidir sobre eso que sobre la cuarentena para todo un país. La humanidad hoy está pensando la muerte, algo que se considera ajeno y distante; pero la pandemia nos está recordando que la muerte es la posibilidad de todas nuestras posibilidades. Y nadie quiere morir.
P ¿Hay luz al final del túnel en el que hoy estamos?
R La respuesta frente a la pandemia no pasa por darle solución a un problema de salud pública típico. Generalmente la gente dice: ¡Gobierno, soluciónemelo! Eso es imposible porque ningún Gobierno del mundo lo puede hacer. Cada país tiene que pensar como nación y eso solo pasa cuando se enfrenta una guerra, aunque no estoy de acuerdo en utilizar la metáfora bélica en temas médicos. Además la pandemia no es un castigo, es un efecto de nuestro desconocimiento de los límites humanos que fueron traspasados y por haber promovido el tráfico de fauna silvestre se produjo un salto interespecie de un virus. Un efecto de la constante búsqueda de la transgresión de los límites por parte de los seres humanos.
P¿Qué cree que nos va a quedar de todo este momento?
R La pandemia nos recuerda nuestra vulnerabilidad y fragilidad. Un virus minúsculo y microscópico humilla con su simplicidad molecular toda nuestra arrogancia como especie. La COVID -19 es una cadena sencilla de ARN o ácido ribonucleico con una envoltura, una estructura elemental que se muere con jabón, es lo que nos tiene así. Pero lo que hace exitoso al virus es el egoísmo y la irresponsabilidad de las personas. La salida es el autocuidado y el respeto por el otro.