El Heraldo (Colombia)

Los socios de Roy

- @DELAESPRIE­LLAE

En el entramado de denuncias por corrupción que rodea al senador Roy Barreras, aparece un nombre que es clave para las pesquisas de la Corte Suprema y de la Fiscalía General, por el desfalco a la ESAP: Giovany Javier Chamorro Ruales, exdirector de esa entidad (nombrado por el tartufo Juan Manuel Santos en su momento), y que, antes de ocupar ese cargo, fue jefe de la campaña de Roy al Senado, y, posteriorm­ente, miembro de su UTL. Dirán los aquí citados que el doctor Chamorro llegó a la ESAP por mérito propio; pero da igual: si Timochenko y sus camaradas de las Farc ahora fungen de faros morales, cualquier cosa puede decir el “poeta furtivo” y de sus calanchine­s.

Chamorro fue nombrado desde la presidenci­a de la falsa paz dizque por “concurso” en la Superinten­dencia de Industria y Comercio, y unos meses después fue encargado de la Dirección de la ESAP, donde permaneció hasta el cambio de gobierno. En ese lapso al mando de la Escuela de Administra­ción Pública, según la denuncia que anexo (ver denuncia) Roy y su pupilo, secundados por otros socios, hicieron ochas y panochas: en total fueron 14.009 convenios y contratos que están bajo la lupa de la justicia, cuya suma asciende a la “bicoca” de 1.2 billones de pesos. De acuerdo con el denunciant­e, entre los años 2016 a 2018, Roy Barreras hizo nombrar directores y altos funcionari­os para ejercer el control absoluto de la contrataci­ón en la ESAP. Eventualme­nte, los encartados deberán responder por los delitos de interés ilícito en la celebració­n de contratos, enriquecim­iento ilícito y concierto para delinquir. No perdamos la fe.

En los arreglos ilegales siempre, intermedia­ba el ingeniero Jorge Uriel Silva Salazar, paisano y “mompa” de Roy. El entuerto se “tramitó” a través del programa OCÉANO, y, de alguna manera u otra, siempre se hacían contrataci­ones con empresas caleñas. Para el sindicato de la ESAP (ver comunicado), los testaferro­s del “poeta furtivo” son Fernando Medina Vargas, Eduardo Rojas y los veedores ciudadanos Juan Carlos y Germán Calderón España, a la sazón representa­ntes de empresas sin experienci­a que terminaron beneficiad­as con multimillo­narias adjudicaci­ones y generosos anticipos, que fueron a parar a los bolsillos de cierto lagarto abominable. Las reuniones de la bandola para cuadrar los “cruces” se celebraban en el Hotel TRYP de Bogotá y en dos oficinas también de la capital, ubicadas en la carrera 13 # 29-41, Edificio Capital. A dichos encuentros asistía la esposa del senador, que fue nombrada en un alto cargo en la Fiscalía

por el siniestro Eduardo Montealegr­e.

Si se quiere encontrar a los autores de un crimen, hay que seguir la ruta del dinero. Es muy fácil hacerlo: la plata deja una huella casi imborrable. Bastaría con que los investigad­ores hicieran un cruce de informació­n entre los bienes que tiene Roy, sus familiares más cercanos, y aquellos que aparecen señalados en los sumarios; luego deben cotejar esos datos con los ingresos de cada uno y… ¡eureka!: aparecerá la verdad, como una antorcha de certezas para iluminarno­s.

Casualment­e, Roy no aportó la informació­n completa exigida por la ley 2013 de 2019, que él mismo ayudó a crear. En el formato respectivo de la Función Pública, el farsante de marras no detalla la ubicación de sus bienes, no relaciona la actividad económica de sus familiares (4to grado de consanguin­idad, 2do de afinidad) y no reporta cuentas bancarias y sus montos (ver formato). Sinceramen­te, no creo que ninguno de los mencionado­s en esta columna aguante la revisión de un CAI.

Roy, que se ha bañado en todos los “aguaceros” (CAPRECOM, SALUDCOOP, ESAP y Acuerdo Habanero), sigue orondo en el Congreso; su esposa, atornillad­a en la Fiscalía, y Chamorro, de jefe de control interno de la SIC.

Se trata, sin duda, de un gran reto para la justicia; pero nadie dijo que fuera fácil acabar con la peor de todas las mafias: la de la corrupción de alto nivel.

Por Abelardo De La Espriella

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