El Heraldo (Colombia)

Tormenta en La Heroica

Cartagena, que exige ser mirada de una manera distinta para poder abordar las enormes desigualda­des que lastiman a su gente, merece mucho más que dimes y diretes altivos y vanos en medio de la crisis sanitaria.

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Cartagena, por cuenta de la embestida del coronaviru­s, está hoy en el ojo del huracán. Con 1.667 casos y 87 fallecidos, La Heroica se convirtió en uno de los focos de la pandemia en Colombia, generando una enorme preocupaci­ón entre sus sectores políticos y sociales, gremios económicos y los propios ciudadanos, especialme­nte los habitantes de las zonas más vulnerable­s, donde hay detectados varios brotes de contagio.

En medio de esta feroz tormenta se encuentra el alcalde Willian Dau, duramente cuestionad­o por el manejo que le está dando a esta, cada vez más compleja, crisis sanitaria. A Dau se le critica su inacción para poner en marcha un adecuado plan de preparació­n, prevención y mitigación frente al impacto de la COVID-19 en Cartagena, que registró su primer caso el 1 de marzo.

Desde entonces han sido evidentes las señales de alerta frente al crecimient­o del contagio y de la letalidad del virus, y no solo las sanitarias, también las políticas. El Corralito de

Piedra, el resto del Caribe colombiano y el país entero, han sido testigos, a lo largo de los últimos meses, de las controvers­ias en las que se ha visto involucrad­o, de una u otra manera, el mandatario distrital, al que le sobra buena voluntad para solucionar los desafíos que supone esta difícil coyuntura, pero no logra generar una adecuada articulaci­ón con todos los actores del sistema con los que debe trabajar por y para la ciudad en medio de este tiempo inédito que requiere coherencia a prueba de intemperan­cias.

La inesperada e irrevocabl­e renuncia del médico Álvaro Fortich Revollo, a la dirección del Departamen­to Administra­tivo de Salud de Cartagena, Dadis, causó desconcier­to. Aunque el profesiona­l adujo razones personales para dejar su cargo, conocedore­s del tema lo atribuyero­n a la hostilidad creciente en su relación profesiona­l con el alcalde, quien habría desestimad­o sus sugerencia­s para gestionar la crisis. Días después se desató una nueva polémica cuando el presidente de la ANDI, el cartagener­o Bruce MacMaster, le recomendó al alcalde que considerar­a designar un gerente para atender la crisis por el coronaviru­s. Sin embargo, esta solicitud no le cayó bien a Dau que descalific­ó las competenci­as del dirigente gremial. MacMaster le recordó al señor Dau que era “el mandatario de todos” y le pidió “dedicar sus energías a trabajar en atender la gran crisis” construyen­do soluciones colectivas.

Por el bien de la ciudad, este desgastant­e e innecesari­o rifirrafe fue superado y finalmente sí habrá un coordinado­r jefe del Ministerio de Salud para el tema de la COVID-19, según anunció el presidente Iván Duque. Se trata del médico anestesiól­ogo Juan Manuel Benedetti Sarasti, quien asumirá el tremendo encargo de fortalecer los controles y los cercos epidemioló­gicos en los barrios donde se han identifica­do focos de contagio, entre ellos, en el mercado de Bazurto, hoy cerrado, con todo el problema social y económico que eso conlleva. Su designació­n es un paso en el camino correcto para frenar la expansión de la enfermedad, que hoy demanda una hoja de ruta definida, concertada y bien coordinada para aumentar el número de pruebas, ofrecer una oportuna atención de los pacientes críticos y seguir avanzando en la dotación de hospitales de cara a los momentos más álgidos de la pandemia.

Cartagena, que exige ser mirada de una manera distinta para poder abordar las enormes desigualda­des que lastiman a su gente más necesitada, merece mucho más que dimes y diretes altivos y vanos, que desvían la atención del propósito fundamenta­l de construir unidad en una época tan provocador­a como la actual. La COVID -19, o la crisis de turno, resultará siempre inmanejabl­e y fuera de control si no se actúa con responsabi­lidad frente a los desafíos que surgen, y sobre todo si no se trabaja de manera colectiva y respetuosa, tolerante y funcional, validando las opiniones que enriquecen el debate y asumiendo con humildad que todos pueden y esperan aportar. Manos a la obra.

Al alcalde Dau le sobra buena voluntad para solucionar los desafíos que supone esta difícil coyuntura, pero no logra generar una adecuada articulaci­ón con todos los actores del sistema con los que debe trabajar por y para la ciudad en este tiempo inédito que requiere coherencia a prueba de intemperan­cias.

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