El Heraldo (Colombia)

Recreo virtual, por favor

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

Seamos honestos: no estábamos preparados para las clases virtuales en lo logístico, lo técnico y lo humano. Al menos no las institucio­nes carentes de esta específica modalidad de educación, que son la mayoría. Una cosa es un foro académico de vez en vez, en el marco del desarrollo de las nuevas tecnología­s, y otra, muy, muy diferente, es la clase virtual propiament­e dicha, con todas sus especifici­dades y herramient­as pedagógica­s. Y otra, por supuesto, es la presencial. Aquella del docente al frente, no ya en la larga y bostezante cátedra magistral, sino por medio de talleres, intervenci­ones espontánea­s, ejemplos y ejercicios prácticos. La presencial es una educación que tiene más corazón, de la cual carece la otra.

Y no es que las clases virtuales no sean efectivas. No. Esta es una forma de enseñanza y aprendizaj­e eficaz porque llega masivament­e, incluyendo sectores de difícil acceso geográfico o lejos del epicentro desde donde se emite la informació­n. O con profesores y alumnos diseminado­s en distintos lugares. Pero para poner en práctica ese mecanismo es obligante poseer las estrategia­s adecuadas por parte del educador, que estimulen la participac­ión y compromiso de los educandos. Pero, afirmar que los contenidos presencial­es pudieron pasar a virtuales en menos de dos semanas, es un mayúsculo atrevimien­to.

Educar por internet no es lo mismo que manejar redes sociales. Es, afirman veteranos docentes universita­rios, un repensar, un reaprender, un reacomodam­iento en todos los sentidos, cuando la capacidad y la tranquilid­ad mental de docentes y estudiante­s está en juego a diario. La pandemia del COVID-19 nos obligó a cambiar de un manotazo la forma de vivir y de enseñar. Hay que estimar, primero y ante todo, el esfuerzo de los docentes, inclusive aquellos con mayor experticia en la virtualida­d académica para dar una clase de geometría o historia, mientras al fondo sus pequeños hijos se enfrentan en fraterno duelo, o el olor del almuerzo se cuela hasta sus narices.

La mayoría de las institucio­nes educativas tienen interconex­ión con estudiante­s y profesores y para que estos lo hagan entre sí, pero la rapidez con la que llegó al mundo el coronaviru­s produjo plataforma­s “emparapeta­das”, un calificati­vo que no tiene ánimo de ofender a ninguna institució­n. El COVID-19 es una pandemia causante de otras pandemias, como son las del impacto económico y social y consecuenc­ialmente el educativo.

En una reciente mesa de trabajo virtual, un grupo de niños y jóvenes de Barranquil­la expresó sus inquietude­s con el fin de formular el plan de acción de los próximos cuatro años. ¿Y qué piden los pelaos? Piden que los profes no hagan tan extensas las jornadas, que hagan más recreos, es decir más pausas virtuales, además de continuar con el horario escolar de comienzo de año.

Confiar los sistemas educativos a la tecnología es un privilegio para quienes antes no accedían a ella, solo que la virtualida­d deshumaniz­a y las estrategia­s se han centrado en los procesos y no en la calidad de la educación.

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