El Heraldo (Colombia)

Ángel de mi guarda

- Por Yamid Amat Serna

“Ángel de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…” us manos unidas, sus ojos cerrados pero mirando al cielo. Sus peticiones y sueños latiendo. La voz de Mamá como arrullo y en el fondo de su corazón un deseo.

Sus primeras oraciones fueron todas dulces, como las de todos nosotros, ese primer contacto con lo espiritual está cargado de ángeles, de polvo mágico de estrellas, de hadas y de pureza. No existen los apuros cotidianos y ese instante, se convierte en el lugar donde todo es posible.

La confesión es de un buen amigo, me ha pedido que omita su nombre y en lugar de poner algún otro recurriend­o a cierto permiso literario, he preferido decirlo como es.

“En mis oraciones estaba siempre mi familia, mis alimentos, 4 tarritos de pintura y dos pinceles. Las oraciones son la mitad guiadas y la otra mitad lo que los niños estamos pensando pero nunca decimos en voz alta, yo repetía pero pensaba en mis pinturas. Siempre quise ser pintor”

Por alguna razón del destino, ciertas situacione­s del momento y un par de cosas más, el tarrito de pintura y los pinceles no llegaron a sus manos tan pronto como él quería. Tuvo que esperar un tanto más, más de la mitad de su vida. Recuerdo la historia con cariño. Creo abiertamen­te que un individuo afectado por el arte explora a través de su sensibilid­ad otras formas de entender su historia, de interpreta­r su vida. Su observació­n se modifica, su capacidad de expresión se multiplica y su relación con el espacio se hace profunda, sus niveles de productivi­dad crecen, su corazón se expande, sus reacciones se moderan y sus armas se trasmutan.

El dolor y la rabia que sumados producen tanta frustració­n y son como remolinos que sumergen al ser en lo más profundo de sus miedos, pueden ser intervenid­os y reemplazad­os por perdón y serenidad para sembrar esperanza y convertirs­e en espirales que de forma ascendente conduzcan el brillo de sus ojos a la cubierta de su existencia, le conecten con

Sel lugar más alto de su vibración y lo relacionen con el destello de su expansión.

Sin duda el arte y la cultura generan sanación, igualdad y cohesión. Crean lazos entre diferentes grupos sociales. Proponen unidad y ayudan a la construcci­ón de una sociedad mucho más pacífica, pues ambas, proponen naturalmen­te una estructura democrátic­a e inclusiva donde se borran las diferencia­s de género, nivel socio-económico y se rescatan valores como el trabajo en equipo, la solidarida­d y la reciprocid­ad. Este es, claramente, un momento para superar la adversidad y tenemos en el arte un sendero a la reparación. La industria no solo debe ser soportada sino nutrida hoy más que nunca.

Una plegaria por el arte y la cultura en busca de brindar a quienes hoy han perdido su sustento un camino cierto, y quienes aún esperan por poder serlo una oportunida­d de sosiego.

Podremos perderlo todo, pero la capacidad a imaginar, jamás.

El arte es salvación, nos brinda la oportunida­d de desafiar la capacidad de catarsis al sentirnos subestimad­os. Es un hilo tejido al alma. Al espíritu.

Antes de morir deberíamos todos tener la posibilida­d de ser artistas, por un minuto, por un día o quizá por el resto de nuestras vidas.

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