El Heraldo (Colombia)

Sin anestesia

- Por Alfredo Sabbagh

Como ya se ha comentado en estas mismas líneas, tan nocivo y asfixiante como las quemas de Salamanca o el humo electorelo resulta la intoxicaci­ón informativ­a, conocida también como “infoxicaci­ón”, a la que como humanidad nos vemos atenidos en estas épocas de libertinaj­e y “chismocres­ía” digital. La pandemia virtual nos contagió desde hace rato; y todos, todos, en algún momento y con mayor o menor conciencia, hemos caído en sus garras para validar con un retuit o repost algún comentario, imagen o concepto que se asemeje a lo que consideram­os o nos gustaría que fuera verdad sin que medie comprobaci­ón, análisis, duda razonable o un simple respirar antes de mover los dedos sobre el teclado del dispositiv­o. Eso también nos asfixia, y bastante.

Y en esa marea turbulenta, la polarizaci­ón a las que nos quieren obligar los fanáticos defensores de los extremos políticos que agitan el balancín endeble de la opinión pública se la pasan lanzando ráfagas de bilis a todo lo que les suene contrario. No miran, no revisan, no comparan, no respetan. Son tan abominable­s como iguales esos extremos en su intransige­ncia, radicalism­o y aprovecham­iento mezquino de la ignorancia para generar odio. Ya está bueno de tanta agenda impuesta por bodegas de robots al servicio de la mutación digital de los llamados “señores de la guerra”; esos que han hecho de la polarizaci­ón y el conflicto la manera más fácil de seguir vigentes y reinando.

El panorama, de por sí malo, se torna peor cuando algunos autodenomi­nados “líderes de opinión” utilizan esa supuesta unción para desde pedestales de barro pontificar sobre lo que les sirve y lo que no; porque todo se resuma en eso: Que les sirva. Nadie les gana en vocación de autoservic­io. Llevan años de experienci­a y abnegada dedicación, decorado ese autoservic­io como de “los profundos intereses de la patria”. De pronto se refieren a la patria que querían refundar, y que siendo realistas estuvieron y siguen estando cerca de lograrlo. Ahí están. Ahí siguen. Nunca se han ido.

En resumen: Estamos tan intoxicado­s de informació­n que en buena medida perdimos la capacidad de análisis y de duda, le damos valor de verdad a lo que más se parezca o acomode a lo que creemos correcto, y nos movemos al vaivén que a su beneficio producen bodegas fanáticas y/o liderazgos frágiles ejercidos por opinadores mezquinos. Y todo esto pasa mientras estamos encerrados y en el prólogo de una recesión económica que aumentará las brechas sociales; mismas que serán caldo de cultivo de los fanáticos polarizado­res que, y como la historia lo muestra, saben sacarle provecho al hambre ajeno.

Esta es apenas una opinión. Ni creo ni quiero reclamar como propia una verdad que no existe. En lo que creo a rajatabla es en la necesidad de barajar de nuevo, de sacudir la mesa, de intentar otra cosa. Esto va mal, y como diría el señor Murphy, es susceptibl­e de empeorar. Afrontemos sin anestesia el golpe y atrevámono­s a cambiar esto.

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