Desde hoy, el legado de Obregón en EL HERALDO
Este jueves se cumple un siglo de su nacimiento EL HERALDO inicia un especial en su honor.
El maestro Alejandro Obregón (1920-1992) fue considerado en una época el más importante pintor colombiano y uno de los trascendentales artistas latinoamericanos. La crítica Marta Traba lo llegó a considerar como el primer pintor de la modernidad: “En Colombia, sin duda alguna, es el primer hombre de la pintura moderna”.
Aunque Obregón vivió en muchas partes de la geografía nacional, fue en Barranquilla donde desarrolló una de sus más valiosos periodos de su pintura. A orillas del Caribe, en la otrora ‘Puerta de Oro de Colombia’ pintó sus más significativas obras, dentro de las cuales se encuentra la celebérrima tela Violencia, pintada en 1962, mientras era el director de la Escuela de Bellas Artes. Por la pintura de esta tela le fue otorgado el Primer Premio en el XV Salón de Artistas Colombianos del mismo año.
De esta pintura al óleo nos sigue sorprendiendo esa magistral fusión de cuerpo y paisaje, de ese cuerpo de mujer preñada que es asesinada, que se funde con el entorno de la naturaleza convirtiéndose ella misma en una cordillera colombiana. La obra se traduce en un concepto de cuerpoterritorio nacional torturado por los actos de violencia de sus propios habitantes e incitados por los dirigentes políticos del país.
Son muchos los sitios de la ciudad en que Obregón vivió o visitó frecuentemente, que quedaron impregnados de sus vivencias y hoy guardan la memoria histórica de este insigne artista colombiano. En algunos de esos sitios se encuentran obras que el Maestro dejó para la posteridad. Está por hacerse un estudio estético plástico de las obras que se encuentran en el espacio público, en espacios institucionales de la ciudad de Barranquilla y municipios circunvecinos. Obras que enaltecen el patrimonio artístico y cultural de los barranquilleros, sumado a la significación histórica y cultural de los lugares, para que propios y extraños puedan conocer y admirar el más importante legado artístico con que cuenta la ciudad.
Alejandro Obregón conoce a Barranquilla en el año 1926 cuando contaba con seis años de edad y desde ese momento salía por épocas de la ciudad y volvía a ella hasta que se fue a vivir definitivamente a Cartagena.
De todas las épocas que vivió en Barranquilla la más importante fue la de 1955
a 1963, en la que realiza un trabajo de madurez artística y la producción de pinturas de su mejor periodo creativo.
Cuando pinta el mural
Simbología de Barranquilla, en 1956, Obregón contaba con 36 años de edad y tenía un año largo de haber regresado de Francia, donde había vivido desde 1949 en Alba la Romaine. En ese
“período francés” consolidó un estilo pictórico que se nutrió de las enseñanzas de varias tendencias vanguardistas europeas, especialmente de las pinturas de Picasso, Paul Klee y Antoni Clavé.
A su encuentro nuevamente con el trópico, el artista se libera poco a poco de la geometrización de la influencia cubista y desarrolla el estilo expresionista, el que le va a granjear los mejores elogios de la crítica. Esta manera de pintar la desarrolla en su estadía en la ciudad de Barranquilla. Su hermano Pedro da cuenta de este choque cultural que digirió el Maestro: “La llegada a Colombia le permitió conocer otro mundo, otras luces, otras flores, otros animales. Todas esas sensaciones formaron una amalgama que se constata a través de su obra”.
Es en La Arenosa donde Alejandro Obregón encuentra las condiciones óptimas y el espacio propicio para desarrollar todo su potencial creativo. El ambiente libre por descubrir del Caribe, los memorables ratos compartidos con sus amigos de La Cueva, la cercanía de su familia y el estudio y experiencia acumulada en el extranjero fueron factores desencadenantes que le facilitaron el desarrollo de una trayectoria admirada tanto por expertos como neófitos en el campo de la pintura.
Cuando pinta su última obra pública en Barranquilla en 1982, el telón de boca del teatro Amira De la Rosa, ya Obregón no vive en la ciudad y tiene que regresar desde Cartagena, donde había establecido su taller y domicilio desde 1968. El artista había evolucionado y el estilo de su mejor época, de finales de los 50 y comienzos de los 60, había quedado atrás, coincidiendo con el cambio fundamental que da el pintor al dejar el óleo y abrazar la técnica del acrílico. La inmensa tela Se va el Caimán fue pintada, precisamente, en la técnica de los acrílicos.
La crítica argentina Marta Traba, residenciada en Colombia para esa época, deja constancia que el período que Obregón vive en Barranquilla es el mejor de su trayectoria artística. En su libro Historia abierta del
arte colombiano la crítica asegura que “Entre 1956, época en que comienza su carrera de pintor internacional al serle adjudicado el premio Guggenheim por El Velorio, y 1963, año en que gana el Primer Premio de la Bienal de Córdoba, transcurren los siete años clave de la pintura obregoniana”.
Alejandro Obregón recibió muchísimos premios nacionales e internacionales y en su momento fue uno de los más evolucionados pintores latinoamericanos. Su vida y actividad artística fue intensa y viajó por muchos países, pero siempre tuvo a Barranquilla como el lugar donde siempre quiso estar.
Falleció en 1992 víctima de un tumor cerebral y sus restos reposan en el mausoleo de la familia Obregón en el Cementerio Universal de Barranquilla.