El Heraldo (Colombia)

Mínimo vital ambiental de agua

- Por Simón Gaviria

Ahora que todo se está ajustando a COVID-19, también les llegará el turno a los servicios públicos. La presión social le puede dar el empujón final al mínimo vital de agua: la posibilida­d que un hogar necesitado consuma un mínimo gratuito. Varias ciudades ya asumieron el costo y lo implementa­ron.

Aunque la variedad de criterios de implementa­ción hace necesario que la CRA lidere una visión integral. Si esto ocurre, en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se debe introducir una tarifa ambiental que castigue el desperdici­o de agua. Nuestra meta después del COVID-19 no debe ser volver a la normalidad, sino reorientar­nos hacia modelos más sostenible­s de desarrollo.

La decisión del gobierno de reconectar­le el servicio a 300.000 hogares resalta la importanci­a del agua como derecho fundamenta­l. La OMS recomienda un acceso de mínimo 50L mes de agua per cápita. Extender este derecho a todo el país costaría 4.1 billones que no es realista fiscalment­e. Mientras tanto, con tan solo 350 mil millones anuales se podría dar este derecho a 3,5 millones. Para esto, el mínimo vital debe tener un listado de beneficiar­ios. No se debería priorizar por estrato que tiene más problemas que el Sisben. Según la estratific­ación de Florencia, no hay ningún hogar de estrato 5 o 6 en la ciudad. Más que eso en acueducto tenemos cobertura de solo 86.6%, el universo de estratos deja por fuera a 6.7 millones de los más pobres. Para ayudarle a esos pobres rurales e informales se requiere soluciones alternas de suministro.

Durante el último niño, con Luis Felipe Henao, argumentan­do la escasez de agua, creamos la tarifa por desperdici­o de manera temporal. Tuvimos el cuidado de especifica­r diferentes montos de consumo suntuario por piso térmico: 22m3 fría, 26m3 templado, y 32m3 cálido. La medida no solo ayudó a moderar el consumo en 17,5% de los hogares, sino que empezó a exponer un sin número de negocios que se disfrazan de estrato 1 para consumir cantidades industrial­es de agua subsidiada. Fue una lástima que, al concluir ese verano, a pesar de su éxito, la tarifa por consumo suntuario expiró. Es hora de instaurarl­a de manera permanente.

La tarifa ambiental por desperdici­o de agua puede liberar caja para establecer el mínimo vital y fortalecer la infraestru­ctura verde. En su última activación en solo seis meses recaudó 41,000 millones. Proteger las cuencas hídricas, mejorar la potabilida­d de acueductos veredales, y disminuir la actual tasa de perdidas de 40% del sistema. Tristement­e en La Guajira donde la sed es real, el desperdici­o de agua es del 80%. No obstante, esta tarifa debe tener en cuenta el número de miembros del hogar y eximir, por ejemplo, a ancianatos de este cobro.

Nunca se nos puede olvidar que la regulación no es nada más que una reflexión de nuestros principios. De esta manera, en el consumo de agua tendríamos un mínimo social, solidario con los más necesitado­s. Una capa de mercado que a través del subsidio cruzado permite recuperar la inversión en el acueducto, pero le cobra más a los más pudientes. Y una tarifa ambiental que incentiva el consumo responsabl­e y protege el medio ambiente. La crisis no se puede desaprovec­har.

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