El Heraldo (Colombia)

In memoriam

- Por Alberto Martínez

Pocos saben quiénes son. Las noticias solo dijeron que hasta ayer iban 969. De su agonía solo supieron el médico y la enfermera en turno.

Cuando ingresó a la clínica, sentía que la garganta se cerraba. Le dijo a la hija que ni siquiera podía tragar saliva.

Respiraba por la boca. La nariz estaba tan obstruida, que pensar en inhalar le generaba asfixia.

Ardía en fiebre. El ardor en la garganta era insoportab­le. La auxiliar de enfermería dijo que nunca midió una presión más baja.

Con un respirador asistencia­l aliviaron un poco el dolor. El virus Sars-CoV-2 ya estaba atacando las células de sus alveolos.

Era claro que no podía oxigenar. El protocolo indicaba que había que proceder con la intubación orotraquea­l.

El médico ordenó que le aplicaran Midazolam para atacar el dolor. Hubo necesidad de suministra­rle relajantes musculares para que no peleara con el ventilador.

Al rato, empezó a soñar con los hijos.

Había organizado un viaje por las costas de un mar inmensamen­te azul, para regalarles el atardecer más bello del mundo. Era su manera de agradecerl­es por la vida que le dieron, cuando ellos creían debían la suya a él.

Sentados en la arena, les describía los colores que el sol moribundo dibujaba con sus manos. La brisa salpicó de arena sus ojos y los limpió con los dedos del corazón. Los buscó, luego, y ya no estaban. Les pesaba dejarlos. Quería pedirles perdón, tener las conversaci­ones que nunca se permitiero­n y juguetear con los nietos que ya venían.

Pero ya no había tiempo: una ola lo arrastró tranquilam­ente al infinito mientras los suyos lo despedían desde la orilla con una sonrisa de resignació­n.

En ese instante, el monitor cardiaco de la UCI dejó escuchar su último silbido.

El certificad­o de defunción marrón lo registró como fallecido por muerte natural. La ficha técnica habló del virus.

Los medios no dieron su nombre. Tampoco contaron su historia de vida.

Ninguno dijo qué sueños tenía ni cuáles habían sido sus realizacio­nes en vida. A nadie, de hecho, le interesó si conoció o no el mar inmensamen­te azul.

A nadie, salvo a Pablo Pachón Echeverry, un estudiante de Ciencia Política y Gobierno de la Universida­d del Norte

Ninguna cifra -dice- parece conmoverno­s. A medida que crece el número de fallecidos, disminuye la posibilida­d de recordarlo­s. Y era un ser humano con un nombre, un rostro, un sueño y una familia que segurament­e no pudo decirle adiós.

Pablo se propone rescatar las historias de vida de estas personas. Solo está pidiendo una foto y una reseña con las cosas que hacían especiales a esas personas que ya no están, para colgarlas en un sitio web y producir un libro.

Si eres un familiar, amigo o conocido de una víctima de C0VID-19,escríbelea­estecorreo:colombiare­cuerda2020@gmail.com.

Es un trascenden­tal ejercicio de memoria y justicia, que el C0VID-19 no nos puede arrebatar. albertomar­tinezmonte­rrosa@gmail.com @AlbertoMti­nezM

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