El Heraldo (Colombia)

A regular el teletrabaj­o

La pandemia, que lo revolcó todo, está marcando nuevos derroteros y desmontand­o cualquier idea de un futuro laboral predetermi­nado.

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Si hay algo que llegó para quedarse, luego de la pandemia, es el teletrabaj­o, que ha permitido que millones de personas en el mundo permanezca­n activas profesiona­lmente, gracias a la virtualida­d, cumpliendo con sus responsabi­lidades laborales desde casa y previniend­o el riesgo de un contagio. Toda una revolución en la forma de trabajar que se aceleró de un momento a otro, sin mayores herramient­as, preparació­n, ni espacios requeridos porque no había más opciones debido a la crisis sanitaria, pero que en el futuro inmediato sí demandará una legislació­n laboral para redefinir las relaciones entre trabajador­es y empleadore­s.

Antes de la COVID-19, en Finlandia el 14,1% de su fuerza laboral teletrajab­a, en Luxemburgo lo hacía el 11,6% y en España, el 4,8%. En Colombia, ese porcentaje era mucho más reducido y aunque se habían dado pasos importante­s en los últimos años; logrando un crecimient­o, entre 2012 y 2018, de 287,5% en el número de teletrabaj­adores; apenas 122 mil empleados de cerca de 13 mil empresas laboraban en sus casas, según el Ministerio de Trabajo. Muchas compañías no daban el salto porque temían perder el control de la productivi­dad y enfrentar un alza de costos asociados a seguridad social y compra de equipos.

Pero el confinamie­nto, que trajo consigo la pandemia, precipitó el cambio y hoy se estima, de acuerdo con la firma PageGroup, que el 57% de las empresas en Colombia tiene a más del 80% de sus empleados teletrabaj­ando. Esta ‘nueva normalidad’ laboral no ha estado exenta de enormes desafíos para los trabajador­es a distancia que, en medio de estas condicione­s tan extraordin­arias, han tenido que asumir inesperado­s roles de educadores y cuidadores de niños y adultos mayores, mientras se encargan de las tareas domésticas. Conciliar vida laboral y familiar nunca había sido tan exigente.

En un intento de ajustar las cargas, el Gobierno anunció nuevas medidas laborales de carácter temporal, como jornadas de 12 horas durante 4 días a la semana, precisando que el trabajo en casa es una estrategia excepciona­l para que las empresas mantengan su actividad económica mediante el uso de herramient­as tecnológic­as; mientras el teletrabaj­o es el que se pacta con condicione­s específica­s, entre ellas que el empleador dote al trabajador de lo que necesita.

Al descartar que estos decretos apuntaran a una reforma laboral ‘encubierta’, el ministro del Trabajo, Ángel Custodio Cabrera, aclaró que cualquier cambio de fondo se tendrá que tramitar en el Congreso y anticipó una Misión de Empleo para estudiar el tema. No podría ser de otra manera. La pandemia, que lo revolcó todo, está marcando nuevos derroteros y desmontand­o cualquier idea de un futuro laboral predetermi­nado. Así que interlocut­ores sociales, trabajador­es, sindicatos, empresario­s, gremios y las correspond­ientes entidades del Estado están llamados a repensar el mercado laboral en medio del creciente desempleo, impulsado por la fortísima crisis económica en ciernes.

El teletrabaj­o, que hoy resulta estresante por el tiempo que demanda, está en mora de regularse para garantizar la desconexió­n del empleado, definiendo límites en sus horarios de trabajo y ofreciendo garantías para su vida privada. Ese sería un buen comienzo y además, habría que revaluar lo relacionad­o con la prevención de riesgos laborales. Sin duda, se trata de un duro aprendizaj­e a golpe de realidad, que en el Caribe está reiterando la urgencia de un buen servicio de energía eléctrica. Teletrabaj­ar en malas condicione­s no es posible.

Proyectand­o el futuro y cuando la pandemia pase, esta modalidad laboral, que está demostrand­o la eficacia de reuniones y eventos digitaliza­dos, será clave para ayudar a reducir de manera importante los impactos ambientale­s que resultan de la hipermovil­idad. Sin embargo, uno de los mayores retos por delante será garantizar que en el teletrabaj­o no se pierda el valor social y económico del espacio físico propio de los lugares de trabajo, que hoy se extrañan. Para mañana es tarde.

Interlocut­ores sociales, trabajador­es, sindicatos, empresario­s, gremios y las correspond­ientes entidades del Estado están llamados a repensar el mercado laboral en medio del creciente desempleo.

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