Riesgos concatenados al acecho
Se cumplen por estos días 26 años de un desastre que ha sido uno de los hitos en la gestión del riesgo del país. Siendo la tragedia del Páez un evento de triste recordación, se constituye en un buen ejemplo de esos riesgos concatenados que tenemos al acecho en tiempos de COVID-19.
Por definición, dichos riesgos son aquellos que dependen de la materialización de otros. Hacen referencia, a la probabilidad que puedan registrarse en serie o de manera secuencial, dos o más fenómenos peligrosos, donde uno desencadena el otro y así sucesivamente, bajo condiciones de vulnerabilidad.
Algo muy similar ocurrió el 6 de junio de 1994, cuando un sismo de 6 grados en la escala de Richter con epicentro en el municipio de Páez (Cauca), ocasionó decenas de movimientos en masa en suelos muy húmedos por lluvias antecedentes en la cuenca alta del río Páez, lo que dio lugar al taponamiento de muchos de sus afluentes; por la misma presión del agua, estas represas temporales se rompieron, generando en pocas horas gigantescos flujos de lodo y materiales que al descender por las cuencas, dejó cerca de 1100 personas fallecidas.
Hace un poco más de dos semanas, el poderoso ciclón tropical AMPHAN causó tragedia y destrucción en la India y Bangladesh, con un saldo de cerca de 90 personas fallecidas e innumerables pérdidas económicas. Asociado con la definición de riesgos concatenados, la ocurrencia del ciclón tropical ocasionó vientos fuertes, marejada e intensas precipitaciones, con consecuentes inundaciones de poblaciones enteras, lo que conllevó a la evacuación de más de tres millones de personas, reduciendo el aislamiento preventivo y dando paso a las aglomeraciones, situación que prontamente se verá reflejada en un mayor número de contagiados y muertos por la COVID-19.
Adicionalmente, los recursos que se deban invertir para mitigar y recuperar en algo los efectos del fenómeno natural, impactarán de forma negativa la economía y sus sistemas de salud, lo que se traducirá en una menor posibilidad de inversión para combatir el virus.
En América Latina un caso en algo similar. Hace una semana el primer ciclón tropical en el Pacífico (AMANDA), golpeó fuertemente al Salvador, dejando cerca de 15 fallecidos, varios desaparecidos y cuantiosos daños y pérdidas, por efectos concatenados del sistema, asociados a inundaciones y deslizamientos de tierra. Debieron ser evacuados cerca de 7.225 personas en un país de 21.000 km2, lo que presupone acciones y situaciones que van en contravía del manejo preventivo del coronavirus en dicho país.
Los remanentes de dicha tormenta tropical avanzaron hacia el golfo de México, convirtiéndose en el tercer ciclón tropical en el Atlántico. Comenzando recién la temporada, nos deja una señal que el pronóstico apunta a cumplirse; preocupa que históricamente entre agosto y octubre se presenta la mayor actividad, lo que podría suponer situaciones que incrementen la pandemia.
Bajo la situación actual con una proyección de temporada de huracanes muy activa, es perentoria una visión sistemática del riesgo, con el fin de reducir la incertidumbre y que podamos tener mayores elementos para la toma de decisiones eficaces y oportunas.