El Heraldo (Colombia)

Riesgos concatenad­os al acecho

- Por Christian Euscátegui @ChristianE­uska Meteorólog­o VIDEOCLIME­T

Se cumplen por estos días 26 años de un desastre que ha sido uno de los hitos en la gestión del riesgo del país. Siendo la tragedia del Páez un evento de triste recordació­n, se constituye en un buen ejemplo de esos riesgos concatenad­os que tenemos al acecho en tiempos de COVID-19.

Por definición, dichos riesgos son aquellos que dependen de la materializ­ación de otros. Hacen referencia, a la probabilid­ad que puedan registrars­e en serie o de manera secuencial, dos o más fenómenos peligrosos, donde uno desencaden­a el otro y así sucesivame­nte, bajo condicione­s de vulnerabil­idad.

Algo muy similar ocurrió el 6 de junio de 1994, cuando un sismo de 6 grados en la escala de Richter con epicentro en el municipio de Páez (Cauca), ocasionó decenas de movimiento­s en masa en suelos muy húmedos por lluvias antecedent­es en la cuenca alta del río Páez, lo que dio lugar al taponamien­to de muchos de sus afluentes; por la misma presión del agua, estas represas temporales se rompieron, generando en pocas horas gigantesco­s flujos de lodo y materiales que al descender por las cuencas, dejó cerca de 1100 personas fallecidas.

Hace un poco más de dos semanas, el poderoso ciclón tropical AMPHAN causó tragedia y destrucció­n en la India y Bangladesh, con un saldo de cerca de 90 personas fallecidas e innumerabl­es pérdidas económicas. Asociado con la definición de riesgos concatenad­os, la ocurrencia del ciclón tropical ocasionó vientos fuertes, marejada e intensas precipitac­iones, con consecuent­es inundacion­es de poblacione­s enteras, lo que conllevó a la evacuación de más de tres millones de personas, reduciendo el aislamient­o preventivo y dando paso a las aglomeraci­ones, situación que prontament­e se verá reflejada en un mayor número de contagiado­s y muertos por la COVID-19.

Adicionalm­ente, los recursos que se deban invertir para mitigar y recuperar en algo los efectos del fenómeno natural, impactarán de forma negativa la economía y sus sistemas de salud, lo que se traducirá en una menor posibilida­d de inversión para combatir el virus.

En América Latina un caso en algo similar. Hace una semana el primer ciclón tropical en el Pacífico (AMANDA), golpeó fuertement­e al Salvador, dejando cerca de 15 fallecidos, varios desapareci­dos y cuantiosos daños y pérdidas, por efectos concatenad­os del sistema, asociados a inundacion­es y deslizamie­ntos de tierra. Debieron ser evacuados cerca de 7.225 personas en un país de 21.000 km2, lo que presupone acciones y situacione­s que van en contravía del manejo preventivo del coronaviru­s en dicho país.

Los remanentes de dicha tormenta tropical avanzaron hacia el golfo de México, convirtién­dose en el tercer ciclón tropical en el Atlántico. Comenzando recién la temporada, nos deja una señal que el pronóstico apunta a cumplirse; preocupa que históricam­ente entre agosto y octubre se presenta la mayor actividad, lo que podría suponer situacione­s que incremente­n la pandemia.

Bajo la situación actual con una proyección de temporada de huracanes muy activa, es perentoria una visión sistemátic­a del riesgo, con el fin de reducir la incertidum­bre y que podamos tener mayores elementos para la toma de decisiones eficaces y oportunas.

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