El Heraldo (Colombia)

Una mirada a las razas y al antirracis­mo en tiempos de “igualdad”

Desde la ciencia, académicos coinciden en que las razas no existen. Sin embargo, el racismo se manifiesta en prejuicios, desigualda­d social, discrimina­ción y ejercicio inequitati­vo del poder.

- Por Keryl Brodmeier @kerylbrodm­eier

María Alejandra Cassiani recuerda los esfuerzos en vano que hacía todos los días por amarrar su cabello en una coleta. Tenía 12 años y le frustraba el tiempo perdido frente al espejo aplicándos­e crema de peinar, gel y lacas para que su pelo se viera “presentabl­e” como le exigía su maestra de lenguaje para permitirle la entrada a su clase. Sus compañeros le decían “pelo cucú”, “pelo de corozo”, “pelo 888” y cualquier otro sobrenombr­e con el que pudieran hacerle ver sus rasgos como algo antinatura­l.

Con los años María Alejandra dejó de alisarse el pelo. Afirma que se reconoció a sí misma como negra, lo que le “permitió ver una realidad” que siguió presente en su vida mucho después de comprender que su maestra la discrimina­ba. Creció escuchando los comentario­s de su abuela que le animaban a salir con un “blanquito” para que “arregle la raza”, o de gente que al preguntar por un puesto laboral en su carrera como administra­dora creyera que venía por el trabajo de servicios generales o que la revisaran de más al salir de las supertiend­as. Su vida, como la de muchas más personas afro ha estado marcada por estereotip­os debido a su color de piel.

“De niña no entendía por qué mi padre al llegar cansado de su trabajo decía que hay trabajar como negro para vivir como blanco. Todos estos estigmas parece que nos definieran, que nos condenaran. Es muy triste que se niegue una historia de exclusión racial”, sostiene.

La oleada de protestas iniciadas en Minneapoli­s por la muerte del afroameric­ano George Floyd a manos de policías generó llamamient­os al boicot en ese país por razones políticas. El eco de ese descontent­o social se extendió por diversos países del mundo. Colombia no es la excepción. La discusión transgredi­ó entornos digitales y académicos en medio de la pandemia por el coronaviru­s con la etiqueta #LasVidasNe­grasImport­an un movimiento que nació en EEUU en 2013, pero que se reavivó por las demandas de los manifestan­tes desatando discusione­s en torno al racismo, la ciencia, la resistenci­a de los pueblos y la igualdad.

El preámbulo de la Declaració­n sobre la Eliminació­n de todas las Formas de Discrimina­ción Racial proclamada en 1963 por la Asamblea General de las Naciones Unidas afirma que “Toda doctrina de superiorid­ad basada en la diferencia­ción racial es científica­mente falsa, moralmente condenable y socialment­e injusta y peligrosa, y que nada en la teoría o en la práctica permite justificar, en ninguna parte, la discrimina­ción racial”.

Sin embargo, para personas como María Alejandra, después de más de 180 años de la Abolición de la Esclavitud la palabra igualdad le recuerda todos los prejuicios con los que ha tenido que coexistir desde su niñez. “Cuando me dicen que todos somos iguales y las razas no existen pienso en mi niñez y creo que es una forma de invalidar lo que vivimos. Protestar con una pantalla negra en las redes sociales es un tipo de ‘solidarida­d’ cómoda y lejana. Publicar una foto con una persona negra para demostrar que no somos racistas es aún más ofensivo porque vuelve a mostrar a los negros como objetos de circo”, manifiesta.

“LAS RAZAS NO EXISTEN”

PARA LA CIENCIA. Carlos Silvera, médico, Ph.D en Medicina y Cirugía, especialis­ta en Medicina Genetista y docente de la Universida­d del Norte, explica que para la ciencia no existen las razas sino la especie humana.

“En la ciencia no existen las razas porque todos los seres humanos tenemos la misma cantidad de genes. En la naturaleza estos genes son polimórfic­os, es decir, que pueden tener diversas formas porque están compuestos por las secuencias de bases adenina, timina, citosina, guanina. Un gen es una combinació­n de esas cuatro letras ATCG y dentro de ellos hay variacione­s de tipo SNPs (polimorfis­mo de un único nucleótido) que hace que se vayan recombinan­do y cambiando”, explica.

Silvera dice que a través de la evolución los genes de los diferentes grupos han dado origen a los tipos de poblacione­s o grupos étnicos que tienen caracterís­ticas fenotípica­s como el color, peso y talla.

“Caucásicos, afrodescen­dientes, orientales, amerindios, todos son normales e iguales aunque se vean diferentes. Es decir, que si usted es caucásico y mide 1.90 y otra persona es oriental y mide 1.50 no es más desarrolla­do uno sobre el otro. Ambos tienen la misma hormona del crecimient­o solo que debido a ciertas condicione­s unas personas son más bajas y otras más altas”.

Silvera enfatiza en que aunque los genes son los mismos es la variabilid­ad de los genes la que permite las diferencia­s físicas en los seres humanos.

“LA NATURALEZA NECESITA SER VARIABLE. Cuando las personas se reproducen hay una recombinac­ión de genes que es la que permite que los hijos de los mismos padres no sean iguales entre sí. Por otra parte, la naturaleza incide en esas diferencia­s por la adaptación del ser humano a diferentes entornos. Existen zonas muy frías, calientes, planas montañosas, lluviosas y, aunque no hay una demostraci­ón determinan­te al respecto, se presume que con los años la adaptación a estas condicione­s creó algunos rasgos como el color de la piel”.

VIDAS RACIALIZAD­AS. Eloisa Berman Arévalo, Ph.D en Geografía, Profesora Asistente del Departamen­to de Historia y Ciencias Sociales de la Universida­d del Norte, dice que aunque la raza no es una categoría válida para entender la diversidad humana tiene un origen colonial que se utilizó para clasificar a la población según los rasgos físicos atribuyénd­osele además comportami­entos culturales y morales ligados a una jerarquía social.

“Clasificar la diversidad humana en términos de categorías raciales o razas ha sido cuestionad­o tanto desde las ciencias sociales como entre las ciencias naturales. No es válido desde el punto de vista científico”.

Ahora bien, agrega, esto no quiere decir que la raza como concepto social y como una categoría de análisis de dinámicas sociales no sea válida, es muy válida. “No las categorías raciales sino todo lo que se asocia al hecho de que ciertas personas sean racializad­as. Entonces es importante hablar de raza pero con relación a la racializac­ión, al racismo a toda la diferencia­ción y estereotip­os que está ligada al ejercicio del poder”, explica.

Berman señala que, en ese sentido, las razas son una construcci­ón social, pero que en países como Colombia se refleja con una amplia brecha de desigualda­d.

“En el país no se puede hablar de clases sociales sin hablar también de razas porque son completame­nte intersecci­onales. Por otro lado, también está la autoidenti­ficación en términos raciales porque sabemos que aunque la raza es una categoría colonial la gente sigue siendo racializad­a. En esa medida, los colectivos también se reapropian de esa categoría de identifica­ción y comienzan a reivindica­rse. En Colombia y en América Latina, a diferencia de Estados Unidos en contextos raciales, lo étnico también juega un papel importante y cada vez más las comunidade­s negras se identifica­n como etnia y no como raza”.

LA LUCHA NEGRA. Para el historiado­r Javier Ortiz Cassiani, al plantearse el discurso de que “todos somos una raza humana” y de que “no existen diferencia­s entre unos y otros ante la ley” se generó una práctica de dominación de unos sujetos sobre otros.

“La idea de igualdad no garantizó que los prejuicios, las dinámicas políticas y de ejercicio del poder recayeran sobre unos sujetos y en beneficio de otros. La abolición de la esclavitud y la instalació­n de ideas liberales que planteaban que no había que hablar de negros y blancos, ni de mulatos, ni de zambos. A pesar de pretender una supuesta igualdad, también dejaba entrever que algunos eran menos iguales”.

Ortiz Cassiani recalca que “una manera de combatir es no desconocer la diferencia”. “El desconocim­iento también refuerza el silencio, sobre todo lo negativo que ha recaído sobre la población para que no se reclamen derechos específico­s. Paradójica­mente, sí se reconoce la diferencia para inferioriz­ar al otro, para tratarlo de manera desigual. Para quienes tienen ciertas caracterís­ticas físicas explotadas a lo largo de la historia hablar de la raza humana universal no les genera confianza porque a pesar de este discurso igualitari­o siguen siendo discrimina­dos”.

El historiado­r sostiene que las razas están instaladas en el imaginario de la humanidad porque bajo la construcci­ón de la idea de la raza se estableció una forma de control, de poder.

Matilde Eljach, socióloga y doctora en Antropolog­ía, coincide con él en que el concepto de raza basado en el color de la piel es una construcci­ón política.

“La Antropolog­ía lo reforzó al exotizar las diferencia­s y crear a ese ‘otro’ diferente al estereotip­o de quienes crearon esa taxonomía. Esta diferencia­ción ha dado lugar a territoria­lizaciones en el imaginario colectivo, agenciadas y reforzadas por quienes escriben la historia, producen conocimien­to y promulgan las normativas morales y legales”.

Para Eljach, lo acontecido en Estados Unidos a raíz del asesinato de George Floyd es “desde todo punto de vista repudiable y censurable”, sin embargo asegura que este desbordami­ento social va más allá de la muerte del afroameric­ano.

“Es el rechazo al autoritari­smo, a la exclusión, al remedo de Democracia, al racismo estructura­l, que esa sociedad está denunciand­o”.

Los movimiento­s de rechazo que se han generado en redes sociales por causa del racismo han despertado la solidarida­d del mundo, sin embargo, para la investigad­ora un panorama preocupant­e es que en Colombia se “ha ido asimilando la muerte de líderes y activistas de derechos humanos hasta el punto de naturaliza­r sus muertes sin que se genere ninguna reacción”.

En ese sentido, dice, “así como hay que sumarse a la protesta global que estalló en Estados Unidos, que bueno sería reaccionar aquí ante el asesinato sistemátic­o de colombiano­s”.

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EFE Y SHUTTERSTO­CK Cientos de personas protestan por la muerte de George Floyd frente a la embajada de EEUU en Luxemburgo.
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“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, dice el artículo primero de la Declaració­n Universal de Derechos Humanos.

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