El Heraldo (Colombia)

Los Gaviria, la justicia y Colombia

- Por Katherine Diartt @KathyDiart­t

En Colombia poco nos ponemos de acuerdo. Tenemos una marcada inclinació­n a estar polarizado­s, el clima de opinión se llena de bandos, y cada uno elige a cuál pertenecer. A todo ello, nos hemos acostumbra­do olvidando que tenemos puntos comunes. Sin embargo, y posiblemen­te, sin querer, la semana pasada nos hemos encontrado la mayoría en una misma esquina. En la de los que defienden que la decisión tomada en contra de Aníbal Gaviria es exagerada y carece de fundamento­s.

¿Quiénes son los Gaviria?, son una familia tradiciona­l paisa, tres hermanos. Uno es Aníbal, la otra es Sofía (quien fue senadora y hoy es embajadora), y Guillermo (Q.E.P.D.), quien fuera también gobernador de Antioquia antes de ser asesinado por las

FARC. El padre fundó el periódico El Mundo, y es recordado como un antioqueño ejemplar. No los conozco personalme­nte, sé de ellos, lo que se sabe en los corredores políticos y en la web. Pero cualquiera que haya visto un discurso o analizado las gestiones del dirigente, intuiría que esta muy lejos de ser el corrupto clásico colombiano. Ese que sí anda suelto por ahí y no tiene ni una investigac­ión encima.

Tras la decisión del Fiscal Barbosa, varios actores de la política colombiana saltaron a las redes sociales a manifestar su apoyo y confianza en la inocencia de Aníbal. Yo recuerdo a grupos políticos específico­s defendiend­o alguno de sus alfiles en un proceso, pero no tengo memoria de lideres en todas las orillas, saliendo a decir que están seguros de la pulcritud pública de un dirigente. Desde Claudia López, pasando por Sergio Fajardo…. ¡Hasta el mismo Presidente Duque! Es que este país, es más difícil de comprender de lo que parece.

Aunque hay algo positivo en todo esto, los colombiano­s aún creen en algunos políticos, parece que la población sí diferencia entre el líder que trabaja con ahínco versus el bandido de turno. Es incluso esperanzad­or saber que, en una nación como esta, que ha sufrido tanto, todavía tengamos la capacidad de ver en un hombre su transparen­cia a pesar de haber dedicado su vida al sector público.

¿A qué me refiero con todo esto? Pues en Colombia, -y con justas razones-, se ha satanizado a quien se dedica al quehacer político, profesiona­l que ocupa un alto cargo en lo público es casi inmediatam­ente percibido como un ladrón de cuello blanco. Y eso es doloroso, pues se sufre una pérdida reputacion­al por el hecho de dedicarse al servicio público. Es entonces hoy Aníbal Gaviria, un símbolo de que esa generaliza­ción negativa en la que caen algunos, es equivocada y además: no la tienen todos los colombiano­s. Este es un hombre, respetado, y al parecer querido. Que es hoy la señal de que en nuestro país la noción de justicia y de servicio no esta del todo desvanecid­a.

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