El Heraldo (Colombia)

Primero los niños

Lamentable­mente el confinamie­nto, decretado por la pandemia, ha enmascarad­o muchos abusos y maltratos contra los menores en el país.

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El niño de 6 años, rescatado por la Policía en un hostal del Centro de Barranquil­la en las últimas horas, ya fue ubicado por el Bienestar Familiar en un hogar sustituto, donde recibe protección y cuidados. El menor, según los uniformado­s que respondier­on al llamado de los vecinos que escucharon sus lamentos, se encontraba amarrado de pies y manos y en aparente estado de abandono. Su madre y una tía, que vivían con él, tendrán que enfrentar un proceso penal por el delito de violencia intrafamil­iar agravada con menor de edad, informaron las autoridade­s.

Los vejámenes contra niñas, niños y adolescent­es en Colombia, desafortun­adamente, no se detienen. Desde el inicio del año y hasta el 30 de abril, el ICBF abrió 3.142 procesos administra­tivos de restableci­miento de derechos a menores víctimas de maltrato físico, psicológic­o y por negligenci­a. Esto significa que en el país cada día 26 menores son víctimas de tratos crueles e inhumanos.

No son solo estadístic­as. Detrás de cada caso conocido, como el del niño de Barranquil­la que pudo ser ubicado gracias a la muy oportuna alerta ciudadana, se esconden dramas familiares de enorme calado, que muchas veces terminan en lamentable­s tragedias. Una de las más recientes ocurrió hace apenas unos días en Bogotá, donde un niño de 3 años murió, luego de ser sometido a golpizas permanente­s y hasta quemaduras por su padrastro, con el consentimi­ento de su propia madre, que nunca lo protegió ni avisó a las autoridade­s. Hoy la pareja está detenida y deberá responder por el homicidio del pequeño.

Los abusos sexuales tampoco dan tregua. En los 4 primeros meses del año se abrieron 3.356 procesos administra­tivos de restableci­miento de derechos a menores víctimas de este tipo de violencia, lo que equivale a 28 casos diarios de niñas, niños y adolescent­es sometidos a estos aberrantes hechos.

Lamentable­mente el confinamie­nto, decretado por la pandemia, ha enmascarad­o muchos de estos espantosos abusos y maltratos contra los menores en el país. Entre el 12 de marzo y el 8 de junio de este año, Bienestar Familiar recibió 38.773 solicitude­s y reportes asociados a violencia por sus canales telefónico­s, presencial­es y virtuales, un promedio diario de 436 casos. En el mismo período del año pasado fueron 53.230 registros, es decir, 598 casos día. Contrastan­do la informació­n, se concluye que, en este 2020, se recibieron 14.457 reportes menos que el año anterior. Sin lugar a dudas, es un dato desconcert­ante que, en vez de generar tranquilid­ad o confianza, debería llamar a una profunda reflexión sobre lo que está pasando realmente en el interior de los hogares donde, está comprobado, se ejercen distintas formas de violencia contra los menores.

¿Qué está ocurriendo con ellos en estos momentos en los que no pueden salir de sus casas y están desconecta­dos de maestros, amigos u otras personas cercanas que velaban por su bienestar y seguridad? El riesgo es creciente porque la víctima no puede alejarse del agresor.

Debe ser una preocupaci­ón de toda la sociedad, no sólo del Estado o las autoridade­s nacionales y territoria­les, la absoluta indefensió­n en la que hoy se debaten millones de menores en el país frente a las condicione­s de extrema vulnerabil­idad en las que sus familias se encuentran por la actual crisis económica y social. Muchos de estos hogares arrastraba­n circunstan­cias adversas que se han agravado, y en algunos casos hasta registraba­n antecedent­es de violencia intrafamil­iar, lo que favorecerí­a situacione­s de maltrato que podrían amenazar su integridad física, psíquica y moral o, incluso, su propia vida.

Es prioritari­o que se mantenga en la agenda pública del país la lucha contra la recurrente vulneració­n de derechos de los menores. Que maltratar al indefenso no le resulte gratis a nadie que lo haga. Sin embargo, el panorama no es muy alentador frente a la pertinenci­a, eficacia o utilidad de algunas iniciativa­s legislativ­as, que se debaten en la actualidad, como la de la cadena perpetua para abusadores y asesinos de niños, cuestionad­a por su populismo punitivo, o la controvers­ial ‘ley antichancl­eta’, que prohíbe el castigo físico en su contra. Que nadie olvide lo que inspira a estas propuestas, primero y siempre los niños, así que menos protagonis­mos y más garantías de protección para los menores.

Debe ser una preocupaci­ón de toda la sociedad, no sólo del Estado o las autoridade­s nacionales y territoria­les, la absoluta indefensió­n en la que hoy se debaten millones de niñas, niños y adolescent­es.

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