El Heraldo (Colombia)

Dobles mensajes

- Por Haroldo Martínez

Carta del 9 de junio de 2020 al presidente de Colombia. “La Asociación Colombiana de Sociedades Científica­s, organizaci­ón científico gremial, en representa­ción de 66 sociedades médico científica­s del país, se permite manifestar de manera enfática su total rechazo frente a las desafortun­adas declaracio­nes hechas por usted y su ministro de Salud y Protección Social, doctor Fernando Ruiz, en evento de la sesión de la comisión segunda constituci­onal de la cámara de representa­ntes del día 4 de junio de 2020 y en la alocución presidenci­al del día 5 de junio de 2020, en las cuales se afirmó ante la comunidad sobre la existencia de una red de corrupción en las unidades de cuidados intensivos del país, sin eximir de responsabi­lidad alguna a los protagonis­tas de la atención en estos servicios, que somos los médicos del país, las cuales generaron violencia y agresiones sobre el personal de la salud”.

Los dobles mensajes son capaces de crear en cualquier persona dilemas comunicati­vos originados en la contradicc­ión entre dos o más mensajes, lo cual trae como consecuenc­ia que, como quiera que responda el receptor, siempre estará cometiendo un error, porque no sabe cuál de las verdades creer, sobre todo si provienen de una figura de autoridad. Si el fenómeno se repite, el individuo puede armar su propia realidad y terminar en una psicosis.

¿Puede haber influencia­do este doble mensaje sobre los actos de agresiones y amenazas en contra de los médicos? Por supuesto que sí, porque el fenómeno no es nuevo, estas declaracio­nes lo que han hecho es atizar el fuego; los médicos hemos perdido todo respeto a nivel nacional y no es por mala praxis, sino por un mensaje confuso que ha acompañado a la Ley 100 desde sus inicios, y quienes pagan los platos rotos de esa privatizac­ión de la medicina somos los médicos.

Lo más peligroso de todo es que la emoción nacional que recibe esos dobles mensajes es un clima de guerra en los hogares, en los trabajos, en la sociedad, y sólo necesita encontrar un culpable de su frustració­n para descargar toda esa ira reprimida que es multicausa­l: afectiva, familiar, económica, laboral, social. Una bomba poderosa sensible al menor estímulo.

Si a esto se le suma la ignorancia, la desinforma­ción, la perversión en la comunicaci­ón, la política, la religión, el resultado es una diana en el pecho de los médicos para servir de tiro al blanco, de chivo expiatorio de un sistema de salud ineficaz, que no es más que un negocio bien montado sobre el lomo de los médicos, con el agravante de no correspond­er con justicia ese esfuerzo, ni siquiera en la protección de sus vidas, mucho menos procurarle­s un salario digno; el médico es sólo una máquina que trata pacientes y les produce dinero. Y hoy debe responder por una pandemia.

Yo no sé del resto de mis colegas, pero yo, como médico, no me siento representa­do por este ministro de Salud.

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