El Heraldo (Colombia)

El regreso ‘mexicano’ de Diego El Cigala

‘Cigala canta a México’ es el título de su nuevo disco Sus inicios en los tablaos flamencos y su ilusión de volver a Colombia son algunos de los temas que habló con EL HERALDO.

- Alejandro Rosales Mantilla @alejorosal­esm

Diego El Cigala tiene ganas de cantarle al mundo en un concierto repleto de gente, cerquita unos de otros, libres de la pandemia. Pasa estos días cerca del mar, en República Dominicana, como un dominicano más de sangre gitana y española. Acaba de lanzar su disco número 12, Cigala canta a México. Somos novios, De qué manera te olvido, Somos novios o Bésame mucho son algunos de los ‘himnos que entona’ el cantaor, acompañado del Mariachi Gamma 1000 o Armando Manzanero, entre otros grandes.

La capital del Atlántico, donde estuvo por última vez en 2016 (ya había cantado en 2011) es una ciudad que recuerda con cariño. “Que pedazos de conciertos he pegado yo allí con el festival de jazz de Barranquil­la (Barranquij­azz) junto a Horacio ‘El Negro’, junto a Giovanni Hidaldo. Por esos días estaba también Israel López ‘Cachao’, nunca llegué a tocar con él pero nos faltó esto (muy poco) se me quedó en el camino”.

Desde su confinamie­nto, en el que ha llorado, reído y “cantao”, El Cigala habló con EL HERALDO. Aquí presentamo­s apartes de ese diálogo que puede encontrar en video en elheraldo.co.

De su reciente disco me dicen que algunas canciones las empezó a escuchar desde niño, ¿es eso cierto?

Desde niño no, desde mozo, cuando tenía veintitant­os años. Yo las escuchaba cantar en los tablaos flamencos, el tablao de Manolo Caracol que se llamaba Los Canasteros, en la calle Barbieri (Madrid), yo también empecé mis pasos por allí. Bambino, Adela La Chaqueta, Dolores De Córdoba ya cantaban todas estas interpreta­ciones como Soy lo prohibido o Bésame mucho. Entonces yo lo cantaba en el tablao y lo escuchaba cantar, pero nunca pensé que a los 50 años hiciera un homenaje a México tan bonito y tan lleno de cosas buenas que han ocurrido a lo largo de la grabación y del proyecto de muchos años yendo a México, lo deseaba mucho, en serio.

¿El canto gitano se adapta a casi todas estas melodías y géneros musicales latinoamer­icanos como la ranchera, incluso al vallenato?

Yo creo que sí, cuando se tiene alma y se tiene corazón y se hace la música de verdad, que va con uno, que va con esa llamada musical, se siente nada más a la primera de cambio, sin hacer nada forzado. A mí me gustan esos riesgos porque son bonitos y también te mantienen alerta a la hora de hacer música, sin perder mi raíz que es el mundo del flamenco.

¿Fue muy difícil escoger las canciones entre tantas bellas composicio­nes que tiene el folclor mexicano?

Fue difícil, fue complicao, tuvimos ahí un rifirrafe, en el buen sentido de la palabra, con mi compadre ‘Jumitus’ (Jaime Calabuch, productor del disco) que cuál quitábamos, que cuál dejábamos, que este pa aquí, que este pa ya. Siempre lo escuchábam­os en varias versiones, menos El Gato, que hizo esa versión inmortaliz­ada con el Tío Moncho en directo y luego por mi querida Rocío Durcal que quita las tapaderas del sentido. Grabando El Gato me han venido los recuerdos de ella y del Tío Moncho, yo creo que por eso ha quedado tan bonito, por eso ese pedazo de productor y pianista, el tío Jaime Calabuch ha hecho una obra de arte con mucho arte.

¿Qué canción le dolió dejar por fuera del disco?

La llorona. La dejé por Bésame mucho que tiene mucha tela. Era un guaguancó que teníamos de primera mano y yo creo que es el cover más hecho en la historia, pero nunca se había llevado a ese ritmo caribeño, a ese guaguancó afro Cuba y luego a ese punto de gitano, de flamenco. La llorona también suena muy bonito, una bulería muy lenta con un duende que va ahí a tres (empieza a chasquear un ritmo con los dedos) y pienso hacerlo, os lo prometo.

Háblenos de ‘Undebel’ (su primer disco), de sus inicios, quién lo escuchó y dijo: aquí hay un cantaor gitano...

En ese disco de Undebel siempre voy a agradecer a David Amaya, componente (integrante) de la Barbería del Sur que en aquel momento le iban hacer un disco a él de guitarra, él me veía por ahí por el barrio así como un loquillo fiestero, dicharache­ro, que no hacía caso a nada. Les dijo que había un muchacho en

El Rastro de Madrid que canta apañado (que se las arregla para hacerlo bien), entonces cuando me presentaro­n al hombre, a José Luis Ortiz que iba a poner el dinero, nos metimos en el disco y fue una maravilla porque pasaron por allí desde Tomate, David Amaya, Paqueti, Negri, fue un aluvión de lo bonito que iba quedando. Cada vez que iba al estudio me tiraba cuatro o cinco horas, luego me iba y no quería saber nada del disco. De hecho ese disco salió más del boca a boca, de ir repartiend­o y tal, antes de que le apostaran las discográfi­cas que lo metieron en un cajón (risas). Duró como dos años para que saliera. Mira, esas anécdotas son bonitas contarlas porque las ha vivido uno y esos son los comienzo de la carrera de uno, de los baches que le pone a uno la vida y que si los superas te hace más fuerte.

¿De niño quién lo escuchó, quién lo llevó a ese concurso de canto colegial que ganó?

Eso fue en el certamen de Balbino Gutiérrez, en Fuenlabrad­a (dentro del área metropolit­ana de Madrid). Era un concurso y yo me presenté, estaba mal de dinero (suelta una carcajada), me presenté y me lo llevé. Lo que recuerdo es que mi padre me compró una pelota y se quedó con el resto (suelta otra sonora carcajada). Con mucha ilusión iba con mi pelota, feliz.

¿O sea que una casualidad lo llevó a la música?

Yo creo que no porque vengo de una diversidad de cantaores, desde mi señora madre que en paz descanse, mi padre, de mi tío Rafael, los hermanos Farina, todos han cantao, han bailao, yo no me iba a quedar atrás. Yo creo que estaba destinado para cantar porque otra cosa no sé hacer. Sin cantar, señores, me moriría, no podría existir, dentro de lo que es para mí los cánones de la música del flamenco, no podría existir, de la música en general.

‘Lágrimas Negras’, Bebo Valdés y el gran Fernando Trueba, esa fue una trilogía que usted encontró. ¿Se puede decir que ese es un antes y un después en su carrera?

Totalmente, totalmente. Gracias a Fernando Trueba, a mi compadre como lo era Bebo Valdés, genio y figura hasta la sepultura. Ha sido un genio, lo mejor que me ha pasado, musicalmen­te me han pasado cosas muy bonitas pero conocer a Bebo fue lo máximo porque aprendí muchas cosas de él, su cadencia, la estampa, el carisma, la fuerza, era arrollador, luego lo simpático que era, lo noble, lo bondadoso, para todo el mundo estaba, le encantaba hablar de la música, se le ennoblecía el alma, tengo muy buenos recuerdos de don Bebo Valdés. Y de Fernando Trueba, ese cineasta maravillos­o que me llevó una noche a cenar en su casa con Sara Baras, jamás olvidaré esa cena, y a raíz de esa cena me puso en el cine de su casa la película de Calle 54, que no estaba ni editada, fui uno de los primeros en verla, y me puso a Cachao y a Bebo Valdés interpreta­ndo Lágrimas negras. A partir de ahí conocí a Bebo.

¿Y qué pasó?

Yo le dije que quería conocer al maestro. Él vino a tocar al Festival de Jazz de Madrid en el Teatro Albéniz, que ya desapareci­ó. Me puse un traje, una camisa y fui a verlo. Entré por el camerino y le dije: -Maestro es usted una maravilla, estoy enamorado de su piano y estoy grabando un disco que se llama Corren tiempos de alegría y me gustaría que escuchase lo que hemos hecho y que tocase algo usted-. Me dijo que tocáramos Amar y vivir de Consuelo Velázquez y lo inmortaliz­ó en un piano que había, chiquitito, se lo puso aquí (señala un poco más arriba de la cintura) y ese fue el primer encontrona­zo musical de Diego El Cigala y el maestro Bebo Valdés.

Le quisiera preguntar por Jorge Santana (recién fallecido) que aparece en ese videoclip monumental en el que junta a la Fania para la canción ‘El ratón’ (hace parte del álbum ‘Indestruct­ible’). Háblenos de esa experienci­a…

Esa fue una experienci­a inolvidabl­e señores. Poder juntar a toda la Fania después de 25 años sin verse, el mismo grupo. Yo los reuní y los metí a todos en el estudio. Ver la cara de felicidad de ellos, de Bobby Valentín, de Jorge Santana, de Eddie Montalvo, Edy Martínez…¡madre mía! Yo veía todas esas caras, Roberto Roena que es como un patriarca gitano, que no le entendía nada pero tenía un duende, un arte. Es de lo mejor que me ha pasado. Ver a Jorge Santana, que en paz descanse, que el mundo pensaba que su hermano, Carlos, era el que había tocado El ratón, pero en realidad fue Jorge. Tenía un arte para morir, fue un placer tocar con él. Yo estaba como en un sueño –estoy con la Fania AllStars¡joder! Nada más faltó Johnny Pacheco, que estaba muy enfermito, lo quisimos traer desde Nueva York pero no pudimos. Me hubiese encantado que entrara por ese estudio, pero su corazón y su alma estaban ahí.

Amparo Fernández, su difunta esposa, decían que lo defendía “ferozmente”. Cuéntenos de la importanci­a que ella tuvo en su carrera…

Muy protectora, siempre me protegía de todo, de todo aquello que me hiciera daño, que me hiciera mal en mi vida, lo apartaba rápido, era una leona cuando defiende a sus cachorros. Era muy justiciera, muy verdadera, por eso el mundo ha querido a Amparo Fernández, aparte de ser mi compañera respetaba mucho la profesión , a los artistas, al ser humano. Era de esas personas que son incondicio­nales ocurra lo que ocurra, estaba más preparada para lo malo que para lo bueno. Para lo bueno está todo el mundo, pero para lo malo... ahí está la clave de todo esto y ella estaba ahí siempre, por eso es como mi ángel de la guarda

En Barranquil­la quisieran volver a escucharlo varias veces, ¿hay algún plan para regresar en 2021?

Espero que sí, si Dios quiere en 2021 que se reactive todo un poquito, confiemos en Dios para presentar el disco a lo grande, presentar con el Mariachi Vargas que han sido genios, traer al Trío Chucho, la Sonora Santanera, estar con todos ellos, traer a Armando Manzanero, que me dijo que tocará conmigo Somos novios. Tengo esa ilusión en mi cabeza y me emociono de pensar cómo va ser eso de grandioso cuando Colombia escuche eso, quiero hacerlo en Cali, Bogotá, Medellín, Manizales, para el pueblo de Colombia, hacer una gira y que la gente la disfrute.

“Que pedazos de conciertos he pegado en Barranquil­la”. DIEGO EL CIGALA Músico

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FOTOS CORTESÍA SONY
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En su carrera El Cigala ha producido 12 discos.

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