El Heraldo (Colombia)

Racismo sutil

- Por Alberto Linero

Hay gente que se cree mejor que otra. Algunos suponen que tienen más dignidad que aquellos que los sirven, trabajan para ellos o no son de su estrato social. Nos hemos acostumbra­do a jerarquiza­r el valor de los seres humanos y, claro, siempre estamos ubicados en los que más valor representa­n. Cualquier rasgo se vuelve suficiente para justificar esta estupidez: el color de la piel, las orientacio­nes sexuales, el origen étnico, las creencias religiosas etc. Que quede claro, no somos más que nadie, no tenemos mayor dignidad que ninguna persona.

Hay un relato bíblico que me impresiona mucho, porque deja claro como los prejuicios se hacen presentes aun en medio de aquellos que viven en torno a la fe en Jesús de Nazaret. Es el relato de la cananea (Mateo 15,21-28). Los cananeos son considerad­os lo peor de la sociedad, son considerad­os sin valor (Josué 9,27). Una mujer que tiene el dolor más grande, su hija está sufriendo y busca ayuda pero, evidenteme­nte, los prejuicios le hacen creer a los discípulos que el dolor de ella no es tan importante y por eso tratan de evitar que Jesús la atienda (Mateo 15,23). Así son los prejuicios de crueles, brutales e inhumanos.

Por estos días de protestas por la muerte de George Floyd he leído y escuchado todo tipo de afirmacion­es que tratan de negar o justificar las acciones racistas que a diario vivimos. Todas fruto de los prejuicios que se retroalime­ntan constantem­ente con una lectura sesgada de la realidad. ¿Qué podemos hacer? Creo que además de crecer en la conciencia de que somos iguales y que nada nos hace mejor en dignidad que los otros –ni siquiera las opciones religiosas-, para evitar toda manifestac­ión de discrimina­ción, es necesario visibiliza­r y luchar contra los llamados “microrraci­smos”.

Una investigac­ión de la Universida­d Complutens­e los define como: “expresione­s cotidianas y sutiles encaminada­s a perpetuar discrimina­ciones por motivos sociales, sexuales y/o étnicos, que atencontra la personalid­ad, dignidad e integridad de una persona, dificultan­do su desarrollo particular y colectivo”. Son expresione­s como: “todos los negros son flojos”, “aquí trabajando como negro”, “la oveja negra de la familia”, etc que usamos a diario y que camuflan los prejuicios y el racismo que tenemos. Es la manera como se mimetiza y se desarrolla.

Esas expresione­s estereotip­adas, seguro, también, son maneras de solventar los sentimient­os de inferiorid­ad que se tienen o maneras equivocada­s de gestionar la amenaza que se experiment­a ante la diferencia. Sí, el que se siente inferior necesita esconderse tras de algún microracis­mo o blandir alguna discrimina­ción para soportarse.

Es el momento para enfrentar estas actitudes sanando nuestra relación con nosotros mismos. Ojalá la espiritual­idad no sea una manera de reforzar esos prejuicios, sino una forma de combatirlo­s. Si hay algo que nos muestra que somos diferentes pero iguales en dignidad es el poder trascender­nos y comprender­nos, no desde los accidentes de la vida (etnia, recursos económicos, formación, etc.), sino desde la esencia. El miedo a ser menos que los otros nos lleva a buscar menoscabar­los. Cuando escucho o leo a alguno dando clases soberbias de superiorid­ad moral en cualquier campo, siempre sospecho que se siente inferior a los demás y necesita reafirmars­e con esas peroratas.

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