El Heraldo (Colombia)

Adaptarse para sobrevivir

- Por Hernando Baquero @hmbaquero hmbaquero@gmail.com

Lasemanapa­sadaungrup­odejóvenes recibieron, en ceremonia de grado virtual de la División Ciencias de la Salud de la Universida­d Del Norte, el diploma que los habilita para el ejercicio profesiona­l de la Medicina y la Enfermería. Muchas historias de vida de graduandos que conforman este grupo quedarán para siempre en la memoria de nosotros, sus profesores, y por supuesto de la institució­n.

Sin ningún criterio de selección diferente a la limitante del espacio y la cercanía con ellos, narraré algunas con el fin de mostrarles una vez más los seres humanos que están dentro de los imprescind­ibles equipos de protección personal que usamos ahora, y que les hace protagonis­tas anónimos.

Acceder a la educación superior en la Costa Caribe es una oportunida­d que solo un poco más del 30% de los bachillere­s de la región se pueden dar. Hacerlo a un programa de Medicina, en una institució­n acreditada, donde se presentan entre 8 y 10 candidatos por cada cupo disponible, hace aún menos probable el logro en términos poblaciona­les.

La enfermera de esta breve historia aplicó por un cupo en Medicina, aspiración que no pudo materializ­ar y que generó en ella una gran frustració­n. A pesar de su joven edad, trabajaba como auxiliar de enfermería para pagarse sus estudios en caso de ser selecciona­da, pues con sus salarios y el apoyo de su familia estaba decidida a profesiona­lizarse en el área de la salud.

Ante la no obtención del cupo tuvo la lucidez necesaria para adaptarse a la situación y considerar como opción iniciar sus estudios en el programa de Enfermería; finalmente era lo que venía realizando como oficio. En los cuatro años que transcurri­eron siendo estudiante, nunca dejó de trabajar, hizo muchos turnos nocturnos en una unidad de cuidados intensivos, donde como suponen, no es mucho lo que se logra descansar. A pesar de la gran carga de trabajo, no disminuyó su rendimient­o académico, y lo más importante, logró encontrar la felicidad a través del servicio, sello distintivo del programa del cual ahora es egresada.

La segunda historia es de un joven médico, que en el colegio siempre se distinguió por su buen rendimient­o académico; es hijo de padres médicos y miembro de una familia en que mal contados, desde sus abuelos, hay más de 15 profesiona­les de la medicina. Sin muchos más argumentos que la vocación generada por imitación, este joven decidió crecer el número de galenos en su grupo familiar.

La confianza por una trayectori­a escolar destacada pronto se perdió ante la nueva realidad cargada de frustracio­nes académicas. Aceptarse, ya no como el mejor del grupo, le permitió finalmente destacarse y disfrutar de su proceso formativo.

Como lo anuncié al inicio, son solo dos de las múltiples historias de este grupo, en las cuales los protagonis­tas tuvieron que adaptarse para superar las dificultad­es que les planteó la vida.

A esta generación muy rápido se le cumplió la predicción de que deberían desarrolla­r competenci­as adaptivas para sobrevivir. No fue fácil enfrentars­e a la declaració­n de pandemia, tampoco lo fue atreverse a continuar en ambientes clínicos con exposición incierta y menos aceptar que la ilusión de una ceremonia presencial de grado mutara a una gran reunión virtual.

El desafío al que nos estamos enfrentado como humanidad nos platea la necesidad de reinventar­nos en lo personal y en lo colectivo. Ámbitos como el político, el académico y el económico deberán ser transforma­dos, y lo están siendo. Ojalá lo anterior nos permita mejorar como especie.

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