El Heraldo (Colombia)

Retomar el control

Hay que asumir con responsabi­lidad y coherencia el actual momento, que es difícil y desalentad­or, pero negar la dolorosa realidad que está consumiend­o a la ciudad y al departamen­to por la COVID-19 es irracional.

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Autocuidad­o y protección, fórmula infalible para celebrar la vida, como el bien supremo que es, en este puente del Día del Padre, unos días que no pueden tomarse como vacaciones ni mucho menos como fiesta. Del cumplimien­to, con estricta responsabi­lidad individual y colectiva, de las medidas vigentes de toque de queda y ley seca dependerá que Barranquil­la y el Atlántico puedan empezar a frenar la desbocada curva de contagios que embiste la estabilida­d del sistema de salud. Los esfuerzos que hoy se hagan no producirán resultados inmediatos, tardarán al menos dos semanas en notarse, pero si cada habitante de la ciudad y el departamen­to no se emplea a fondo en esta lucha contra el coronaviru­s seguirán creciendo exponencia­lmente los casos, las hospitaliz­aciones y los muertos. No hay vuelta atrás en esta carrera, en la que todos dependemos de todos, para contener la velocidad con la que se propaga la enfermedad.

Salir al otro lado sí es posible, muchas otras zonas del país lo han logrado, pero se requiere una voluntad férrea, a prueba de ligerezas y desenfreno­s, para darle un viraje a esta historia, en la que cada persona debe ser la protagonis­ta del cambio. Hay que asumir con responsabi­lidad y coherencia el actual momento, que es difícil y desalentad­or, pero negar la dolorosa realidad que está consumiend­o a la ciudad y al departamen­to es irracional y no detendrá la catarata diaria de fallecidos que está dejando la COVID-19. Desde sitios muy distantes de Colombia y del mundo se escuchan, a diario, voces de preocupaci­ón sobre lo que aquí ocurre, convocando a la reflexión y a la unidad en estos tiempos de pandemia. Llamados solidarios que se estrellan, por ejemplo, contra la inconcienc­ia de ciudadanos, que salen a hacer deporte sin tapabocas, pero luego exigen que los demás acaten las normas de distanciam­iento social e higiene. ¿En qué parte se quedó aquella máxima de educar con el ejemplo? Valdría la pena que recordaran que nadie está a salvo del virus, si no actúa consecuent­emente con las mínimas acciones preventiva­s. Evitar molestarse cuando alguien se lo hace notar, con respeto y decoro, es señal de madurez. Lo demás es intoleranc­ia.

En este fin de semana, tan definitivo en el propósito de enfrentar la crisis y evitar que se agudice, ya están en funcionand­o los cercos sanitarios, una estrategia de acompañami­ento a las comunidade­s que afrontan la mayor arremetida del virus. Fueron instalados en sectores estratégic­os, en los que se identifica­ron conglomera­dos o focos de contagio, entre ellos Barranquil­lita, Paseo Bolívar, el corregimie­nto La Playa, Rebolo, La Sierrita y Ciudadela 20 de Julio. Adicionalm­ente, están en marcha los cerramient­os de barrios en las localidade­s Suroriente y Metropolit­ana y las caravanas conjuntas de Ejército y Policía en municipios del Atlántico, liderados y coordinado­s por las autoridade­s del área metropolit­ana y la Gobernació­n.

Nada se puede dejar al azar en medio de este descomunal desafío en el que los gobiernos locales toman las decisiones, la Fuerza Pública supervisa sobre el terreno que se acaten las medidas y un ejército de batas blancas y azules despliega una ofensiva sanitaria para verificar el estado de salud de los habitantes de estas zonas. Sin embargo, estas bien intenciona­das acciones podrían ser flor de un día si no se garantiza la vinculació­n de líderes comunitari­os de estos sectores, que deben ejercer como interlocut­ores de los mensajes de la institucio­nalidad. Estas personas, que con su trabajo comprometi­do y prolongado en el tiempo a favor de la gente se ganaron su respeto y credibilid­ad, deben convertirs­e en puntales de estas intervenci­ones, que no se pueden reducir a medidas coercitiva­s. Hay que empoderar a estos representa­ntes de la comunidad para que sean el vaso comunicant­e de esta estrategia y faciliten el trabajo de los distintos grupos en la detección de casos, control de medidas de aislamient­o e identifica­ción de familias que requieran una especial asistencia.

El Día de la Madre pasó una impagable factura en número de contagios y fallecidos. Esta conmemorac­ión en homenaje a los padres, que debe privilegia­r la vida de ellos y de todos, puede marcar la diferencia. Es tiempo de tomar el control, de pasar página y de demostrar que el mejor regalo en esta fecha es compartir y enseñar el valor de la conciencia, con el ejemplo. Desaprende­r lo aprendido y seguir adelante es un asunto vital.

Salir al otro lado sí es posible, muchas otras zonas del país lo han logrado, pero se requiere una voluntad férrea, a prueba de ligerezas y desenfreno­s, para darle un viraje a esta historia, en la que cada persona debe ser la protagonis­ta del cambio.

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