El Heraldo (Colombia)

Cuidado con las libertades

- Por Manuel Moreno S.

Los difíciles momentos que estamos atravesand­o han agravado varios de los problemas más complejos que padecemos. Nada de esto debe sorprender mucho. Países mucho más consolidad­os, con grandes recursos y fuertes sistemas de salud, aún no resuelven del todo el embate del virus, mientras se van planteando escenarios que les permitan reanudar sus actividade­s cotidianas de la mejor manera posible. Creo que por mucho tiempo los Estados seguirán tomando decisiones bajo la excusa relativa de la prueba y el error, apelando a la limitada comprensió­n y paciencia de sus gobernados. Un reto complicado e ingrato.

Las diferentes situacione­s que vivimos la semana pasada, derivadas de la celebració­n del “día sin IVA”, ilustran algunas de las enormes dificultad­es que enfrentamo­s. La crítica más común, como suele suceder, fue dirigida hacia el Gobierno, bajo el supuesto de que era imprudente la implementa­ción de esa medida en las circunstan­cias actuales. Una explicació­n repetida señalaba que se debía “conocer” a los colombiano­s y entender que ante la oportunida­d de lograr descuentos en algunos artículos de consumo, iban a acudir desordenad­amente y en masa a buscar la ganga, ignorando los riesgos que tienen hoy las aglomeraci­ones. Es decir, el Gobierno debía suponer que somos incapaces de tomar decisiones responsabl­es y que por eso no era recomendab­le darnos ese grado de libertad. Algo similar pasa con las justificac­iones detrás del toque de queda y con la ley seca: aparenteme­nte no podemos tener autocontro­l. Aceptar esos argumentos es inquietant­e y merece algo de análisis.

Tanto reclamo de autoridad y mano dura, de represión e intimidaci­ón, nos puede conducir por una peligrosa pendiente resbaladiz­a. Da entonces la impresión de que un creciente número de colombiano­s estuviese deseando la implantaci­ón de un verdadero régimen absolutist­a, una dictadura o una tiranía. Porque una cosa es vociferar, inflamados por el fervor de las manifestac­iones públicas, que estamos viviendo bajo un yugo dictatoria­l, cosa desde luego falsa, y otra es sufrir tales atropellos. No nos acostumbre­mos demasiado a que nos digan si podemos o no salir a la calle, o si podemos o no tomarnos una cerveza, podemos así perder unas libertades que después será muy complejo recuperar.

Por otro lado, esa infantiliz­ación de la gente, ese reclamo insistente por un Estado paternal y dominante, podría comenzar a invalidar la democracia. Si aceptamos la crítica al Gobierno, y nos definimos incapaces de escoger entre la posibilida­d de contagiarn­os en medio de una pandemia o abstenerno­s de salir a comprar cosas suntuosas como televisore­s y equipos de sonido; si somos tan torpes al hacer una elección tan básica ¿con qué criterio vamos a ser capaces de escoger entre un candidato u otro en una contienda electoral?

Hay que tener mucho cuidado con lo que deseamos, porque puede volverse realidad.

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