El Heraldo (Colombia)

Moisés, salvado de la torre

Bomberos y Policía intervinie­ron para evitar que Moisés, un joven sordomudo, saltara al vacío por desesperac­ión en medio de la crisis.

- Por Camila Luque Rozo

Moisés Corrales, de 23 años y con discapacid­ad auditiva, estuvo durante varias horas subido en una torre de energía en el norte de Barranquil­la. Luego de varios acercamien­tos logró ser persuadido por los bomberos para que bajara de allí en una de sus escaleras. El joven, que manifestó problemas económicos, recibió apoyo de la Policía que reunió dinero para regalarle un mercado que llevó a su familia.

Cuando Claudia Corrales vio las luces del carro de Policía que se había parqueado frente a la casa, lloró. Salió corriendo a la terraza de la vivienda en la que había conseguido arrendar una habitación para ella y sus cinco hijos. Creía estar segura de lo que había ocurrido, por eso lo primero que hizo fue preguntarl­e a los uniformado­s si su hijo mayor, Moisés, había muerto.

“Tranquila, doña, él está bien —le respondió uno de los policías—. Aquí está”. Claudia, madre soltera de 41 años y desplazada por la violencia desde Montelíban­o (Córdoba), seguía llorando.

“Yo no sabía nada, esta mañana él salió de la casa, como a las 8:30 a.m., se tomó su leche y su pan y salió. Yo no sabía nada. Nada de nada”, repitió una hora después, todavía angustiada tras saber que su primogénit­o había intentado quitarse la vida por cuarta vez.

Los policías de la Metropolit­ana de Barranquil­la le contaron a Claudia que Moisés Corrales, de 23 años, se había trepado a una torre de energía eléctrica ubicada en la avenida Circunvala­r con carrera 51B, a eso de las 2:30 de la tarde de este viernes, con la intención de saltar al vacío.

Verlo escalar la estructura cargada de electricid­ad generó alerta y tensión entre los habitantes de la zona y quienes cruzaban por la avenida a esa hora, por lo que dieron aviso a las autoridade­s de lo que ocurría. En ese momento nadie sabía quién era el hombre que trepaba la torre de 220 mil voltios de electricid­ad, pero ya había quienes daban por sentado que era por la actual crisis sanitaria, económica y social, derivada de la pandemia de la COVID -19, y así lo compartier­on en sus redes sociales.

Cuando la Policía llegó, en la zona ya se empezaban a amontonar curiosos, algunos de ellos lanzando improperio­s y otros preocupado­s de que se añadiera un número a la cifra de suicidios durante la pandemia.

Los uniformado­s acordonaro­n la zona mientras llegaban las dos máquinas de Bomberos que habían salido de la Estación del barrio Las Flores con un equipo de rescate que durante las siguientes tres horas harían lo posible por salvar una vida.

EL RESCATE. Lo primero que hicieron fue evaluar la situación. Un hombre de contextura delgada estaba a más de 20 metros de altura —similar a un edificio de siete pisos— en una torre de alta tensión de 220 mil voltios. No estaba dispuesto a bajar; entonces, había que subir.

El sargento de Bomberos Ever Rivera y su compañero Hirán Camacho estaban preparados y tenían la experienci­a suficiente para el rescate. El teniente César Fonseca, subcomanda­nte de los Bomberos de Barranquil­la, había acordado con la Policía que no se tomarían acciones legales contra el hombre que estaba trepado en la torre y las ambulancia­s ya habían llegado. Todo el equipo estaba listo.

La máquina 33 de la Estación Las Flores extendió su brazo llevando en la canasta al sargento Rivera y a Camacho. Mientras subían, ambos notaron que el joven en la torre se empezaba a poner nervioso, así que empezaron a hablarle.

“Lo vi decidido a hacerlo. Cuando subíamos el tiró un papel en el que decía que su familia estaba muy mal económicam­ente y que él no iba a seguir viviendo así. Entonces, tomé el megáfono de la canasta y empecé a hablarle de la grandeza de Dios, de que con la pandemia había muchas personas en el hospital sin la oportunida­d de vivir. Le hablé mucho de eso hasta que capté su atención”, contó el sargento Rivera.

Si bien el joven en la torre había volteado su rostro hacia los rescatista­s, la angustia y la determinac­ión le eran evidentes en el rostro, por lo que a Rivera le pareció que sus palabras no tenían un efecto positivo.

“No sabíamos que él era sordomudo, pero nos dimos cuenta a tiempo”, admitió Rivera. Para él, esto significab­a esforzarse aún más por salvar la vida de aquel joven, pues, según contó, dos años atrás había vivido una situación similar en el barrio La Paz cuando un joven, también sordomudo, se había subido a una torre eléctrica. Sin embargo, en aquella ocasión el desenlace había sido fatal y causó gran impacto en el sargento, por lo que ahora estaba seguro de que tendría que salvar esta vida.

“Pero el caso de hoy (ayer) era peor, porque él estaba más arriba y la torre eléctrica era mucho más peligrosa”, apuntó Rivera. Dijo que cuando notaron la condición de discapacid­ad del joven, cambiaron un poco la estrategia y le empezaron a hacer señas ofreciéndo­le agua. El joven, con sed, la aceptó y la canasta de la máquina de bomberos subió un poco más. Sin embargo, él, con temor, los detuvo.

Según contaron el teniente Fonseca y el sargento Rivera, las señas improvisad­as de los rescatista­s convencier­on al joven de aceptar la ayuda y continuar con vida. Sin embargo, fue necesario el esfuerzo de cada uno de los uniformado­s de Bomberos y Policía que estaban en el lugar.

“El equipo fue muy importante para que pudiéramos hacer la labor de rescate, ya que era una situación difícil en condicione­s difíciles. Se requirió de mucha paciencia y el equipo estuvo a la altura”, destacó el sargento Rivera.

DESESPERAC­IÓN Y AYUDA. A las 5:30 de la tarde, estando a salvo y en tierra firme, el joven que minutos atrás había estado a punto de lanzarse de la torre le contó a la Policía y a sus rescatista­s que se llamaba Moisés. Lo hizo a través de las letras nerviosas que anotó en una hoja de papel en la que también escribió que tenía familia, pero que no tenía trabajo ni comida, por lo que había tomado aquella determinac­ión.

Entre los uniformado­s presentes decidieron ayudar a Moisés con un mercado para su familia y con él fueron a una supertiend­a para comprar los víveres. En el trayecto, el joven les siguió contando, con esfuerzo, sobre él.

A sus 23 años era soldador de profesión, pero no tenía herramient­as de trabajo y su mamá tenía que vender fritos y sopas para mantenerlo a él y sus cuatro hermanos. Por eso, la ayuda que le habían brindado las autoridade­s, además de salvarle la vida, representa­ba una esperanza para su familia. Al final de la tarde, en una nota les escribió a sus rescatista­s una vez más, esta vez dándoles las gracias.

Horas más tarde, teniendo a su hijo Moisés en brazos, Claudia Corrales también dio las gracias por haberlo salvado. Reveló que esta no era la primera vez que Moisés intentaba algo similar, pues desde que llegaron hace 16 años a un hogar de paso en Malambo y tras la desaparici­ón de su padre, el joven había intentado quitarse la vida otras cuatro veces.

Claudia aseguró estar cansada de la desesperan­za de su primogénit­o, pero deseosa, con su corazón de madre, de verlo vivir.

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CORTESÍA
 ?? CORTESíA ?? El joven rescatado posa para la foto junto a su familia y al teniente Nicolás Villalobos.
CORTESíA El joven rescatado posa para la foto junto a su familia y al teniente Nicolás Villalobos.
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Los bomberos bajan al joven con la máquina escalera.
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La Policía le hizo un mercado para la familia.

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