El Heraldo (Colombia)

#EjercitoyP­olicíaSon

- Por Iván Cancino

El Ejército y la Policía son institucio­nes que merecen respeto y solidarida­d por parte de todos los colombiano­s. Tanto la una como la otra son institucio­nes creadas para defender la soberanía e independen­cia de Colombia, para mantener nuestros derechos, protegerno­s y guardarnos. Tanto que también ayudan al desarrollo del país.

El Ejército y la Policía están en la calle arriesgand­o su vida por nosotros, cuidando las fronteras del país, capturando delincuent­es, repeliendo grupos criminales a veces hasta en condicione­s precarias y sacrifican­do horas con sus familias.

Es el Ejército quien combate en el monte días y semanas en la intemperie sin contacto con los seres queridos que los esperan con el corazón en la mano. Es la Policía la que se enfrenta a la delincuenc­ia, al narcotráfi­co, y son los dos los que acuden a labores sociales y educan.

El Ejército y la Policía no pueden ser vistos como siete criminales que agreden salvajemen­te a una niña indígena, o una persona que trata de asfixiar a alguien, o como alguien que comete homicidio o alguien que trafica o recibe sobornos.

Quienes se comportan de esta manera son personas criminales infiltrada­s en el Ejército y la Policía, personas que no reflejan el espíritu de servicio de uno o del otro.

Los delincuent­es que cometen delitos con el uniforme puesto no reflejan la institució­n que nos defiende, que nos cuida y apoya. Es imposible pensar que el Ejército y la Policía son el reflejo de quienes violan la ley, jamás lo serán.

El Ejército y la Policía no son comparable­s con las Farc, por ejemplo, porque el fin de estas institucio­nes es el de cuidar a los colombiano­s, promover el bien común, aunque algunos delincuent­es con uniforme manchen esa confianza, en cambio una guerrilla o banda delincuenc­ial son creados para hacer el mal, para destruir. Jamás se puede comparar a una banda terrorista o narcotrafi­cante con la Policía o el Ejército.

Hay tantas historias del Ejército y la Policía en las que se sacrificar­on por las de sus compañeros, que salvaron a ciudadanos del suicidio, que ayudan en silencio, en las que construyer­on o ayudaron en la construcci­ón de vías y pueblos. No olvidemos las tragedias naturales que nos han atacado y en las cuales el Ejército y la Policía han estado ayudando como héroes anónimos, poniendo en riesgo su vida para salvar la nuestra. Son las historias anónimas las que se mantienen ocultas, mientras que las de pocos criminales salen a la luz para manchar el nombre de estas institucio­nes históricas en el país.

No dejemos que los actos de algunos nos nublen la razón, que nos hagan pensar que la actuación del individuo correspond­e a la de la institució­n. Hay que ver más allá, recordar que tanto el Ejercito como la Policía llegan a los rincones más perdidos del país con sacrificio, porque hace parte de su compromiso llegar hasta a morir por el país y la ciudadanía.

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