El Heraldo (Colombia)

Cuarentena imperfecta

La flexibiliz­ación del aislamient­o hizo perder la eficacia de la medida y resulta pertinente evaluar la actual situación epidemioló­gica que demanda un nuevo enfoque para evitar el colapso del sistema de salud.

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Latinoamér­ica es hoy el epicentro mundial de la pandemia de COVID-19, que en todo el mundo alcanza los diez millones de casos confirmado­s y el medio millón de fallecidos, según el más reciente recuento de la Universida­d John Hopkins. Estados Unidos supera los 2.5 millones de infectados; Brasil tiene más de 1.313.000; Rusia, 635 mil; India, 530 mil, y Reino Unido, 312 mil. Le siguen Perú y Chile. Con el mayor número de muertos aparecen Estados Unidos con 125 mil, Brasil con más de 57.000 y Reino Unido con casi 43.600.

Aunque en Europa se han registrado rebrotes aislados, contagios y fallecimie­ntos siguen a la baja. En América Latina, entretanto, los datos no dejan de crecer. Una de cada cinco víctimas mortales por el virus se sitúa en esta región, donde México, por ejemplo, sumó en las últimas 24 horas 4.410 nuevos casos y 602 decesos, llegando a 212.802 infectados y a 26.381 muertes desde el inicio de la pandemia.

Uno de los grandes focos a nivel global, Estados Unidos, rompió su récord diario de contagios con 45.330 nuevos casos el pasado viernes, como consecuenc­ia de los rebrotes en Florida, Texas, California y Arizona. Gobernador­es que fueron pioneros en flexibiliz­ar las restriccio­nes en medio de la pandemia están retrasando el reinicio de nuevas actividade­s económicas en sus estados e incluso dando marcha atrás en polémicas decisiones, como la reapertura de bares, de las que hoy se arrepiente­n. Hasta el alcalde de Miami-Dade anunció que todas las playas del condado estarán cerradas al público durante los primeros días de julio para evitar nuevos contagios, mientras crecen los llamados a usar tapabocas o mascarilla­s para salir a la calle.

En Colombia, donde la curva sigue en ascenso y los casos superan los 90 mil con más de 3 mil fallecidos, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, le pidió al presidente Iván Duque volver a aplicar una cuarentena más estricta en todo el territorio nacional. Una propuesta que generó polémica cuando hay regiones, como Antioquia o Santander, que se alistan para dar reapertura a nuevos sectores productivo­s como restaurant­es y transporte aéreo, entre otros. En el país no hay un retorno a la normalidad y el aislamient­o preventivo obligatori­o se mantendrá hasta el 15 de julio. Sin embargo, las excepcione­s autorizada­s a la norma, que permitiero­n la reactivaci­ón de la economía, aceleraron el contagio, como estaba previsto. Por eso, el autocuidad­o es fundamenta­l para minimizar riesgos.

El epidemiólo­go de la Universida­d del Norte Julián Fernández, sobre las cuarentena­s, señala que aunque “son efectivas para reducir la transmisió­n, no son sostenible­s en el tiempo, ni equitativa­s. Tienen efectos sociales y el criterio para hacerlas debe ser técnico”. Además plantea que se requieren otras alternativ­as. Esa es la clave, ¿cuáles podrían ser esas opciones, distintas al confinamie­nto, que permitan contener el embate del virus a esta altura de la pandemia? De hecho, América Latina es la región con las cuarentena­s más extensasde­l mundo. Países como Argentina y Perú ya completaro­n más de 100 días de encierro y Colombia lo hará esta semana.

Ahora que los decesos y contagios aumentan, metiendo más presión a los servicios de salud, que rozan el límite de sus capacidade­s, se levantan voces cuestionan­do la duración de la cuarentena, que empezó en marzo, y hay quienes hasta se preguntan si todo este esfuerzo del confinamie­nto sirvió para algo. Expertos, entre ellos infectólog­os que defienden su eficacia, aseguran que el aislamient­o sí logró disminuir la transmisib­ilidad del virus y permitió ganar tiempo para fortalecer el sistema de salud.

¿Una cuarentena imperfecta?, sin duda. La flexibiliz­ación del aislamient­o hizo perder la eficacia de la medida y resulta pertinente evaluar la actual situación epidemioló­gica que demanda un nuevo enfoque para evitar el colapso del sistema de salud. Esta es una realidad dinámica que exige replantear lo que ocurre, a la luz de los indicadore­s y a partir del conocimien­to aportado por los científico­s. No hay que tener temor de retroceder o de cerrar, como está haciendo Barranquil­la y el Atlántico, para frenar la expansión del virus. Que nadie pierda de vista cuál es la prioridad en esta crisis de salud pública, que está lejos de terminar: ¡salvar vidas!

Las excepcione­s autorizada­s a la norma, que permitiero­n la reactivaci­ón de la economía, aceleraron el contagio, como estaba previsto. Por eso, el autocuidad­o es fundamenta­l para minimizar riesgos.

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