Morir o sobrevivir
Hace algunos años escribí para EL HERALDO un artículo resaltando el cambio que se vislumbraba en la olvidada Barranquilla; veía con optimismo la construcción de La Circunvalar, la nueva cara del Paseo Bolivar, quería que el reloj acelerara su ritmo para poder ver la Avenida al Rio, el Malecón, la canalización de los arroyos, los escenarios deportivos etc. Hoy todo esto lo tenemos, la ciudad tiene otra cara, además un puente sobre el Río Magdalena imponente y nada de esto podemos disfrutar. Nuestro ADN Caribe nos caracteriza por ser personas alegres con un Carnaval Patrimonio Oral de la Humanidad, somos de puertas abiertas, acostumbrados a ver caer la tarde en la terraza de la casa conversando con el vecino desde un mecedor, descomplicados hasta para solucionar la comida porque estamos acostumbrados a comprar el bollo, el peto, el pan, el aguacate, el tuturuto, en la puerta o en la esquina de la casa.
Pero esta pandemia ha puesto en evidencia nuestras carencias y falencias; aquello que antes se veía más como “cualidad”, hoy es nuestro mayor “defecto”. Nuestro cuello de botella: la falta de educación, pedagogía y cultura ciudadana. En estos momentos de nada nos sirve el título de la Unesco ni todas esas expresiones que nos caracterizan como: bacán, mamador de gallo, ajá loco y qué?, cógela suave, rumbero, chévere, si como colectivo actuamos incoherentes manteniendo el mismo comportamiento ante un crisis tan seria como la COVID-19.
En Barranquilla hemos sido relativamente privilegiados, no hemos tenido experiencias de tsunamis, terremotos, huracanes y es la primera vez que vivimos una pandemia, mientras que otros países han tenido experiencias que los han obligado a elaborar un código para las emergencias y comportamientos ante cualquier eventualidad. Aquí actuamos instintivamente con cuerdas y puentes improvisados para rescatar a las víctimas de los arroyos sin medir las consecuencias. Sin embargo tenemos en muchos barrios líderes de acción comunal que con un timbre protegen a todos los vecinos del cuadrante. Es hora de que así como ese líder se une con sus vecinos para decorar la cuadra más linda en Navidad o en Carnaval o se reúnen para el sancocho y ver el partido de futbol, tome el liderazgo para salvar vidas, su familia, sus vecinos, su cuadra y formen frentes de protección y respeto a la autoridad. Se necesitará mucha Pedagogía con mayúscula para volver a la nueva normalidad, en la que no existirá el estrechón de manos, el abrazo, los besos y el apiñamiento.
Y que quede claro, esto no es tarea del gobierno, ni de la Policía o el Ejército. No pueden poner un policía por cada barranquillero. Esto es tarea de cada uno, sentido de pertenencia, respeto, obediencia y auto cuidado, tú decides; morir o sobrevivir!