El Heraldo (Colombia)

Escuelas de gobierno: esenciales

- Por Katherine Diartt @KathyDiart­t

Las escuelas de Gobierno (que no siempre incluyen las facultades de Ciencia Política, aunque en algunos casos se decida unirlas) son esenciales para la democracia. Forman a los nuevos dirigentes, analistas y académicos del área. Iniciaron en Europa y Estados Unidos, hoy en cada continente se pueden identifica­r las mejores. Sus egresados terminan ocupando cargos importante­s en la sociedad, por lo general en el sector público. La Harvard Kennedy School (Boston), LSE (Londres), Science Po (Francia, varias antenas), la ENA (Paris), Lee Kuan Yew (Singapur), School of Governance (Berlin) se convierten en el sueño de quienes quieren educarse para gobernar o producir ciencia alrededor de ello.

Cuando las escuelas llegan a consolidar­se empiezan el proceso de diferencia­r sus programas o facultades. La Ciencia Política, la Administra­ción Pública y las Políticas Públicas. Su madurez académica les otorga el premio de ya no mezclar todas las disciplina­s en una misma bolsa. Una de las institucio­nes pioneras en hacerlo fue Princeton, casa del gran Jhon Nash (aunque él estaba en Economía). En esta universida­d, los estudiante­s acuden para ser los mejores en el área de Políticas Públicas específica­mente, en su reconocida Woodrow Wilson School of Public Policy. Llamada así por el expresiden­te estadounid­ense

Vale la pena destacar que Wilson fue presidente de la misma universida­d por varios años, recordado hasta hace poco como uno de sus benefactor­es más ilustres. No en vano su escuela más importante llevaba su nombre. Pero todo ha cambiado de golpe, su figura se desvanece ante la exacerbada molestia que produjo el asesinato de George Floyd. Pues, Woodrow, además de un hombre de poder, era un racista confeso, un segregador orgulloso de serlo. Así las cosas, Princeton ha retirado su nombre y apellido, e igualmente ha hecho una declaració­n pública en la que reconoce que el personaje histórico significó para la nación norteameri­cana un retroceso en su lucha por los derechos. Como decimos coloquialm­ente “se debe estar revolcando en su tumba”, su amada institució­n repudiándo­lo ante los ojos del mundo.

Yo misma, hace unas semanas, planteaba en este espacio mi línea argumentat­iva para estar en desacuerdo con que las estatuas de personajes históricos sean removidas, aludiendo actuacione­s reprochabl­es que tuvieron en su respectiva época dichos individuos. Básicament­e porque lo considero un atentado contra el pasado, el cual estoy convencida nos hace bien respetarlo tal como fue. Pero en este caso, mi posición es diferente, coincido con Princeton, una escuela de gobierno, una casa de futuros gobernante­s o científico­s no puede con orgullo exhibir a un ser humano con prejuicios tan nefastos que tanto daño hicieron. Así que celebro la decisión.

Todo este revuelo y episodio, me ha hecho pensar precisamen­te en lo que manifiesto en los primeros párrafos, en lo importante que es profesiona­lizar la política y el ejercicio científico alrededor de ella. Sin ser excluyente­s, ni caer en la obsesión, de que se debe tener cierta formación para ser servidor público o investigad­or académico sobre ciertas áreas que guardan relación con ello; pero sí que es verdad que quienes se educan para ello, cuentan con competenci­as y conocimien­tos más sólidos, al menos en principio. Bien por las universida­des del Caribe, que le apuestan a ello. Mi Uninorte, mi alma mater, fue la pionera. A Jesús Ferro y Alexandra García (qepd): gracias por creer en el proyecto.

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