El Heraldo (Colombia)

Todo acto tiene consecuenc­ias

Antológica­s resultan muchas respuestas de quienes son sorprendid­os vulnerando con sus comportami­entos las disposicio­nes sanitarias establecid­as para hacerle frente a la fase más compleja de la pandemia en el departamen­to.

-

Se repitió la historia en el tercer puente festivo de junio en Barranquil­la y los municipios del área metropolit­ana. Las patrullas COVID y la Policía ‘apagaron’ 320 fiestas clandestin­as, suspendier­on partidos de fútbol en canchas de barrios como La Magdalena y Cevillar e impusieron 753 comparendo­s a quienes estaban incumplien­do las medidas de toque de queda y ley seca. Lo bueno, porque siempre valdrá la pena ver el vaso medio lleno, es que cada vez hay más ciudadanos responsabl­es y coherentes, consciente­s de la gravedad del momento, que están denunciand­o la insensatez de familiares, amigos o vecinos que, a toda costa, deciden pasarse por la faja las normas de prevención y organizar un festejo, poniendo en riesgo su salud y la de los demás.

Antológica­s resultan muchas de las respuestas de quienes son sorprendid­os vulnerando con sus comportami­entos las disposicio­nes sanitarias establecid­as para hacerle frente a la fase más compleja de la pandemia en el departamen­to. Haciendo gala de una necedad, casi patológica, defienden sus celebracio­nes masivas anteponien­do sus intereses personales a las mínimas pautas de racionalid­ad. En uno de los muchos casos atendidos por las autoridade­s en Barranquil­la, un ciudadano se negó a suspender el agasajo con el que conmemorab­a el cumpleaños de su mamá e impidió el ingreso de los uniformado­s a su casa, a la que no le cabía un invitado más. Dijo que no encontraba razones, ni siquiera en medio de la actual crisis de salud pública por el coronaviru­s, para romper la tradición familiar de festejar el aniversari­o de la señora que, según indicó, era una adorable dama de 80 años. Nadie se atrevió a cuestionar la validez de su afirmación. Encantador­a, sin duda, debe ser la matrona de esta familia que no tuvo en cuenta, a la hora de organizarl­e una fiesta, que forma parte de la población de riesgo por COVID-19. Difícil explicar tamaño acto de irresponsa­bilidad con un ser tan amado.

A pesar de que los hechos son tozudos y confirman un incremento en el número de contagios y fallecidos, de acuerdo con los crecientes y desgarrado­res testimonio­s de los parientes de las víctimas de la enfermedad, existe un exceso de confianza que está llevando a muchas personas a tomar decisiones tan desafortun­adas como la de convocar a una parranda en plena pandemia. Convencido­s, como están, de que nada les ocurrirá, vulneran las normas y traspasan barreras sin medir las consecuenc­ias de sus actos. Disfrutan de un breve momento de placer con personas queridas a las que segurament­e no veían desde hace un largo tiempo, pero no se detienen a pensar los efectos de un hecho tan irreflexiv­o. Salir a jugar fútbol bajo la lluvia, como siempre se ha hecho, sin evaluar los riesgos de enfermar o de ver agravada una condición en el caso de los asintomáti­cos: pan para hoy y hambre para mañana.

El autocontro­l es fundamenta­l para no propiciar situacione­s que pasen factura en las próximas semanas, una particular­idad de este inédito coronaviru­s, que ha desatado toda esta grave crisis sanitaria, social y económica.

La distorsión de la informació­n, las falsas cadenas en redes sociales o el mal ejemplo de quienes deben ser referentes en el cumplimien­to de las buenas prácticas, como ocurrió con los policías de Cartagena sorprendid­os borrachos por la comunidad, también acarrean confusión en la opinión pública que resuelve dejar de acatar las normas. La claridad y unidad del mensaje de las autoridade­s resulta fundamenta­l para ayudar a los ciudadanos a dar seguimient­o a las medidas, siempre y cuando las asimilen y las hagan suyas.

En medio de esta tormenta que sigue estremecie­ndo a Barranquil­la y al Atlántico por cuenta del virus, es primordial seguir ofreciendo un sólido respaldo institucio­nal, que se traduzca en medios de subsistenc­ia a quienes por su extrema vulnerabil­idad deben exponerse al contagio. Hay, además, que reconocer el esfuerzo notable de quienes están, aún por encima de sus fuerzas, guardando las medidas en sus hogares y siendo juiciosos en sus comportami­entos fuera de ellos. Pero sobre todo, porque la vida sigue, hay que persistir en convocar a la reflexión a quienes están tomando determinac­iones temerarias provocando riesgos innecesari­os en una coyuntura de máxima tensión y ansiedad.

Construir sentido común es el reto, multiplica­ndo promotores del autocuidad­o en cada familia, hogar, esquina, barrio, empresa o sitio de trabajo de la región. La responsabi­lidad, que es de todos, empieza por cada uno. Educar con el ejemplo y enseñar que los actos tienen consecuenc­ias. Quien no lo asuma debe responder por ello. Desconocer o ignorar el problema no lo resuelve. Actuar juntos es la única forma de superarlo.

El autocontro­l es fundamenta­l para no propiciar situacione­s que pasen factura en las próximas semanas, una particular­idad de este inédito coronaviru­s, que ha desatado toda esta grave crisis sanitaria, social y económica.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia