El Heraldo (Colombia)

¡Indignació­n!

- PorDaniela­CepedaTaru­d @DCepedaTar­ud Daniela@cepedataru­d.com

En la madrugada del sábado falleció en Neiva, Salomé, una niña de cuatro años que permanecía en UCI luego de ser víctima de abuso sexual y maltrato físico.

Esta noticia, que parece irreal, se suma a las miles de historias inauditas de violencia sexual contra los menores en nuestro país. En las últimas semanas también fueron titulares de estos delitos dos menores indígenas. Se trade la niña de once años de la etnia embera chamí en Risaralda que fue sorprendid­a por siete militares mientras buscaba guayabas cerca de su poblado. Seis de ellos le arrancaron la ropa, le taparon la boca y la violaron uno a uno. En otra comunidad indígena, nukak makú en Guaviare, la menor de quince años denunció que caminaba en compañía de una amiga, se apartó para ir al baño cuando dos militares se le aproximaro­n, la tomaron de la mano y se la llevaron al batallón en donde la encerraron en una habitación y la violaron por seis días consecutiv­os.

Al leer estos relatos sentimos cerca el sufrimient­o de estas niñas y la problemáti­ca que trasciende las frías cifras, concientiz­ando al país entero de estas situacione­s de violencia de las que todos somos correspons­ables por acción u omisión y por lo tanto de cuya solución también debemos hacer parte. Sin embargo, lamentable­mente la indignació­n ante estos sucesos se redujo al debate entre la pertinenci­a o no de la recién aprobada cadena perpetua.

Pero, ¿dónde quedó la discusión sobre las estrategia­s de prevención para evitar que este tipo de violencia se materialic­e? ¿dónde quedó la discusión sobre la protección a los menores? ¿dónde quedó la discusión sobre la atención oportuna para la disminució­n de los efectos psíquicos a futuro? ¿dónde quedó la discusión sobre la manera en la que cada uno de nosotros podemos aportar a la prevención de este tipo de violencia?

A finales del año pasado el Gobierno Nacional lanzó la Alianza Nacional contra la Violencia hacia las Niñas, Niños y Adolescent­es, en el marco de la alianza global, la cual según el ICBF busca reducir sustancial­mente la tasa de violencia y tiene dos ejes fundamenta­les: la formulació­n de la política pública de manera participat­iva y, a la vez, la movilizaci­ón de toda la sociedad en la transforma­ción cultural que lleve a generar un consenso de cero-tolerancia con la violencia.

En esta misma dirección el gobierno, en alianza con organizaci­ones internacio­nales, elaboró la Encuesta de Violencia Contra Niños, Niñas y Adolescent­es (EVCNNA), en donde se detalla la problemáti­ca y se plantean una serie de recomendac­iones. El desarrollo de la alianza, la consolidac­ión del documento CONPES y la implementa­ción de estas recomendac­iones deberían ubicarse en el centro de la discusión y contar con el impulso y acompañami­ento desde el ejercicio ciudadano, legislativ­o y medios de comunicaci­ón.

El sufrimient­o que han vivido estos menores y sus familiares no puede ser en vano, implemente­mos los aprendizaj­es que hemos adquirido en esta pandemia sobre la importanci­a de la prevención y de la solidarida­d. Demostremo­s nuestra indignació­n participan­do de una acción colectiva en la que cada uno de nosotros busquemos proteger y reducir los factores de riesgo de los menores en cuyo desarrollo tenemos incidencia directa o indirecta. De manera que nuestra voz de indignació­n sí logre impactar la reducción de la violencia hacia nuestros niños, niñas y adolescent­es.

Coletilla: es lamentable como en estos momentos de crisis, cuando debería primar la solidarida­d nacional, ha habido comentario­s provenient­es de otras partes del país refiriéndo­se despectiva­mente y criticando con argumentos sin sustento a Barranquil­la y el Atlántico por la situación producto del COVID-19.

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