El Heraldo (Colombia)

Solidarida­d en la tragedia

Conmociona­dos están hoy Tasajera y Puebloviej­o, cuyos habitantes malviven tratando de hacerle el quite a la pobreza y al abandono estatal que arrastran desde siempre.

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Duele inmensamen­te la tragedia de Tasajera que acabó con la vida de al menos 7 personas y dejó con lesiones a cerca de 60. La mayoría de ellas presentan quemaduras de segundo y tercer grado que compromete­n el 60% y 70% de sus cuerpos, por lo que debieron ser trasladada­s a hospitales y clínicas de la región, donde continúan recibiendo atención médica. Sus desgarrado­ras imágenes, totalmente desnudos y con la piel hecha jirones, le están dando hoy la vuelta al mundo.

Manuel Cataño, conductor del camión cisterna cargado con 5.600 galones de gasolina para surtir estaciones de servicio del Magdalena, asegura que perdió el control del vehículo y se salió de la vía al intentar esquivar un animal que se le cruzó en la carretera. Como pudo logró salir del carro volcado, mientras decenas de personas que apareciero­n de la nada, pero ya apertrecha­dos con baldes, tanques y todo tipo de recipiente­s, intentaban extraer el combustibl­e. Perturbado por lo ocurrido, insiste en que les advirtió a estas personas del riesgo que corrían, que también lo hicieron los policías y los encargados de la concesión, pero nadie hizo caso. Minutos después se produjo la explosión.

Muchos de los heridos, transporta­dos en improvisad­as ‘moto ambulancia­s’ fueron atendidos inicialmen­te en la Policlínic­a y el Hospital San Cristóbal, de Ciénaga. Haciendo un esfuerzo sobrehuman­o para mantenerse en pie y soportando el dolor que les producían sus quemaduras, buena parte de estas personas entraron caminando a este último centro asistencia­l. Por el impacto de esta desgracia, el municipio, que afronta ya una situación sanitaria bastante compleja por la expansión del contagio de COVID-19, se encuentra conmociona­do, como también lo están el propio corregimie­nto de Tasajera y el resto de Puebloviej­o, donde es más que precaria la condición de extrema vulnerabil­idad económica y social de sus habitantes, que malviven tratando de hacerle el quite a la pobreza y al abandono estatal que arrastran desde siempre.

Al borde de sus capacidade­s por los crecientes casos del virus y limitados para ofrecer atención especializ­ada para pacientes con graves quemaduras, el Hospital San Cristóbal, que apenas está realizando las adecuacion­es pertinente­s para habilitar nuevas camas UCI en medio de la pandemia, debió remitir los casos más críticos a las clínicas Bahía y Mar Caribe y al Hospital Julio Méndez Barreneche, de Santa Marta, según confirmó el propio gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo, quien convocó a los otros departamen­tos de la Región Caribe y a su red hospitalar­ia a que recibieran a los heridos más graves.

En una coyuntura tan difícil como la que atraviesa Barranquil­la y el Atlántico por cuenta de los crecientes casos de coronaviru­s, en la que cada unidad de cuidados intensivos cuenta; la ciudad y el departamen­to fueron los primeros en responder al clamor del gobernador Caicedo. Nueve pacientes se ubicaron en clínicas de Barranquil­la y dos más en el Hospital de Baranoa. No podía ser de otra manera, todos los recursos deben movilizars­e a la hora de ofrecer atención médica oportuna que permita salvar vidas. Los infortunio­s no avisan, es una de las caracterís­ticas de la fatalidad, y difícilmen­te se está preparado para hacerles frente, así que la solidarida­d emerge como el valor llamado a dar respuesta a estos desastres.

Sin embargo, esta es una lección que debe ser aprendida porque la actual crisis irá a peor con el paso de los días, producto del insalvable ascenso epidemioló­gico de la pandemia. No se puede dar tregua en el fortalecim­iento del sistema de salud y la expansión de la capacidad de la red de clínicas y hospitales de los departamen­tos de la Costa, pensando que las UCI solo van a ser requeridas para los casos de COVID-19. Hay que planificar y ejecutar, acelerando en lo posible la consecució­n de recursos, equipos y personal de salud para ser capaces de reaccionar frente a los hechos que se suceden a diario, vinculados o no a la evolución del virus. Lo que vive hoy Maicao confirma la carrera contrarrel­oj en marcha. Este municipio de La Guajira, donde fue declarada la alerta roja, cuenta con nuevos ventilador­es entregados por el Ministerio de Salud, pero no tiene cómo ni dónde ponerlos a funcionar todavía y menos, quién pueda operarlos. Tiempos complejos, sin duda, en los que nada se puede dejar al azar.

Los infortunio­s no avisan, es una de las caracterís­ticas de la fatalidad, y difícilmen­te se está preparado para hacerles frente, así que la solidarida­d emerge como el valor llamado a dar respuesta a estos desastres.

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