Las redes sociales, ¿el Hollywood de los pobres?
Por estos días de confinamiento, amplios sectores de la opinión pública manifiestan sentimientos de rechazo y molestia por las repetidas escenas que, en redes sociales, muestran a gente en los velorios, calles o en los alrededores de los cementerios, ambientados con música, baile y licor un cortejo fúnebre.
No se sabe a ciencia cierta, si lo que más ofende a las autoridades y a la opinión pública, es que estas personas violen las normas sanitarias establecidas para paliar la rápida propagación del COVID -19, o la evidente desacralización de la muerte y su ritual judecristiano, o ambas cosas, dado que, en la mayoría de entierros, rápidamente convertidos en tendencia por las redes, tanto los deudos como los familiares y amigos del difunto aparecen danzando y bailando champetas o reguetón, y no asumiendo el duelo con llantos y rezos mientras se dirigen al campo santo.
Por ello la ciudadanía se pregunta por qué estas personas, aun conociendo de las multas y de la posibilidad de ir a la cárcel, persisten en estas prácticas que pone en riesgo la vida de miles de personas, en tanto algunos mandatarios de alcaldías y gobernaciones encuentran en ellas, la excusa perfecta para endilgarle al pueblo la culpa de que los hospitales y centro de salud colapsen a raíz del aumento en los contagios. Esto último, da la razón a los mandatarios, debido a la lógica positivista con que se comprende y explica la realidad que los medios de comunicación reproducen y la ciudadanía tiende a repetir en un ciclo sin fin, pero para bien o para mal, la realidad es mucho más compleja debido a que está tejida por intricados hilos de relaciones de poder cuyos caminos se entrelazan por senderos no muy claros, más bien difusos, terminando todos imbricados y apelmazados en una suerte de bola bastante difícil de desenredar.
Pero, entonces, ¿qué puede explicar este comportamiento? ¿Por qué algunas personas han tomado las redes sociales para mostrar sus intimidades y su vida privada? Bien podría servirnos lo que el filósofo coreano Chul Han señala en El enjambre, que el afán de mostrarse es mayor que la vergüenza de exhibir la intimidad y la vida privada.
Sin duda las clases populares, mayormente, han encontrado en las pantallas de los Smartphone, una vitrina en la cual mirarse, y al decir de los amantes del cine, las redes sociales bien han podido convertirse en el Hollywood de los pobres y esta tentación de elevarse a las pantallas cual celebridad, así sea por algunas horas, supera con creces algún dejo de pudor y vergüenza que pudiera impedirlo.
Son estas las realidades las que, en el marco de estas nuevas relaciones de producción, la economía, las relaciones políticas, culturales, religiosas, militares y sociales en general han ido cambiando y reconfigurándose en la medida en que el control por la información pública y las comunicaciones han dejado de ser propiedad exclusiva del Estado y los medios de comunicación privados tradicionales, para redistribuirse en un reflujo o circulación a través de las redes sociales.