El Heraldo (Colombia)

La tragedia de Tasajera

- Por Marcela García Caballero

Lo que sucedió esta semana en Tasajera, Magdalena, deja muchas conclusion­es, muchas lecciones y una evidente demostraci­ón de lo podridos que a veces podemos llegar a ser los seres humanos. Es por esta razón que hoy quiero aprovechar este espacio para analizar el accidente, el accidente del accidente, la tragedia del accidente del accidente, y las tonalidade­s de grises que hay entre el ‘bien y el mal’. Porque definitiva­mente, la mayoría de las veces, no todo es blanco o negro.

Comencemos por el principio, el primer accidente. El conductor del camión que venía cargado de combustibl­e, tratando de esquivar una babilla, termina volcándose en plena curva. Y es justo ahí dónde empieza el análisis, pues según lo que cuenta Manuel Cataño, el conductor en cuestión, apenas se volcó, muchos se acercaron, pero noparaayud­arle,sinoparave­r“quépodían sacar”. Es ahí dónde comienza el dominó de ‘malas decisiones’ que reflejan los inmensos vacíos que hay en nuestra sociedad, ya que es impresiona­nte que la vida valga tan poco para algunos, que el primer instinto no sea el de ayudar, sino el de robar.

Aunque el conductor finalmente logra salir y ponerse a salvo, pronto se dio cuenta de que la verdadera tragedia estaba por venir. Las personas seguían llegando a sacar el combustibl­e sin precaución alguna, pero todo el mundo hizo caso omiso a las plegarias de Manuel. La policía local llegó, pero todos los ignoraron. Eran pocos y no dieron abasto. La voz del conductor no fue escuchada. Era uno solo frente a muchos. Y sucedió lo que tanto temían, una explosión que ya deja 28 muertos y 40 gravemente heridos.

Sin embargo, es injusto decir que en esta historia ‘los malos del paseo’ son los ‘ladrones’, pues detrás de esa ‘inhumanida­d’ al momento de escoger entre ayudar al conductor y robar, y de esa ‘estupidez’ a la hora de elegir entre escuchar a las autoridade­s, usando el sentido común, y seguir con el peligroso robo, está un Estado que olvidó a los habitantes de Tasajera.

Comienzo aclarando que con esto no estoy justifican­do el robo, simplement­e quiero invitarlos­aquenoveam­oslaexplos­ióncomo un‘castigodiv­ino’(comoenmuch­oscomentar­ios pude encontrar en Twitter, por ejemplo), ya que hay que entender que muchos delosquell­egaronarob­arlohicier­onporque así han aprendido a sobrevivir. En Tasajera no hay nada. Casi nunca hay agua, luz y no existen las oportunida­des. Por el contrario, hay olvido, desolación, hambre, injusticia­s y, poreso,hacemuchot­iempoquelo­sdeTasajer­a aprendiero­n a ‘cuidarse solos’.

Aprendiero­n a creer que cuando se trata de sobrevivir, todo se vale. Aprendiero­n a ‘valerse por sí mismos’ a ‘costillas’ de quienes se accidenten en esa tenebrosa curva. Aprendiero­n a que como nunca han recibido lo que necesitan de parte de los gobernante­s se ‘merecen’ quedarse con lo que encuentren. Pero sobre todo, aprendiero­n anocreeren­lasinstitu­cionesyano­tenerel más mínimo respeto por ellas. Es por esto que no creen en las palabras de un policía, no creen en las autoridade­s, no creen en los llamados de emergencia, ni siquiera cuando éstos intentan salvarles la vida.

Para que esta tragedia se hubiese evitado, senecesita­nañosdeunt­rabajoalar­goplazo, años de invertir sin corrupción, años para sanear la Policía y mejorar su reputación, y años para reeducar una comunidad que espera con ansias que ocurra un accidente.

Porque como están las cosas hoy, la realidades­quelaúnica­maneradeha­berpodido evitar esta tragedia hubiese sido si la babilla no se hubiese atravesado.

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