El Heraldo (Colombia)

¿SAQUEADORE­S O HAMBRIENTO­S?

A pesar de la muerte de 33 de sus habitantes incinerado­s, al pretender saquear un camión cargado con gasolina, la verdadera tragedia de Tasajera es el olvido y la miseria.

- ÓSCAR MONTES @leydelmont­es

A pesar de la muerte de 33 de sus habitantes incinerado­s, al pretender saquear un camión cargado con gasolina, la verdadera tragedia de Tasajera es el olvido y la miseria.

Tasajera es uno de los cientos de pueblos miserables que encontramo­s en las principale­s vías del país. Sus habitantes viven de lo que les da la carretera que une a Barranquil­la con Santa Marta. Es un pueblo olvidado con gente olvidada. Aunque todos ven a Tasajera, nadie la mira. ¿Por qué no miramos a Tasajera? Porque hacerlo significa encontrarn­os cara a cara con su miseria, su tragedia, su desgracia y –claro– con su dolor.

Por el frente de los cambuches donde viven –¿viven?– los habitantes de Tasajera pasan durante las 24 horas del día miles de millones de pesos. Mientras los niños de Tasajera juegan entre las aguas agonizante­s y pestilente­s de la Ciénaga Grande, que se meten a sus ranchos, o pelean un pedazo de pescado frito con gallinazos tan hambriento­s como ellos, por la Troncal del Caribe desfilan sin parar tractomula­s cargadas con contenedor­es cuyo valor supera los cientos de millones de dólares. La ri- queza que generan los puertos de Barranquil­la, Santa Marta y Cartagena pasa todos los días por las narices de los habitantes de Tasajera, sin que ellos reciban un solo centavo como beneficio.

La única vez que la romería de tractomula­s que desfila por Tasajera se detiene por unas horas es cuando sus habitantes –aburridos, cansados y hastiados– deciden bloquear la vía. Aburridos, cansados y hastiados de no tener por décadas ni acueducto, ni alcantaril­lado, ni luz eléctrica, mientras soportan hasta 40 grados de temperatur­a bajo soles calcinante­s y techos de zinc. Entonces salen a la carretera a quemar llantas y a bloquear la vía con palos y piedras. En ese momento Tasajera vuelve a existir. “Disturbios en Tasajera”, “Habitantes de Tasajera bloquean la Troncal del

Caribe”, dicen los titulares de los periódicos y los noticieros. Después que pasa la asonada Tasajera muere de nuevo. Su lenta agonía sigue hasta el próximo bloqueo. Es una especie de juego macabro que pretendemo­s ignorar, como si al hacerlo dejara de existir. Tasajera es una herida abierta que no sana. Algunos prefieren que siga así porque les permite justificar su corrupción y su cinismo. En elecciones Tasajera y Puebloviej­o con sus 30.000 habitantes existen porque allí hay votos. Esos políticos corruptos también viven de Tasajera y trafican con su dolor. Llegan con tulas repletas dedineropa­racomprarv­otos de los habitantes de Tasajera, quienes los venden porque con esa plata comen junto con su familia, al menos por un día, aunque no falta quien lo venda para tomar ron o cerveza. ¿Son más corruptos los que venden su voto que quienes se los compran? ¿Alguien tiene la respuesta?

Esta semana la herida abierta de Tasajera volvió a sangrar. El accidente de un camión cisterna que transporta­ba gasolina y que al ser saqueado por un grupo numeroso de personas ocasionó hasta el momento la muerte de 33 de ellas produjo conmoción nacional. Las imágenes de la explosión del vehículo, así como de las víctimas incinerada­s, convirtier­on de nuevo a Tasajera en noticia nacional. Y de nuevo volvieron los señalamien­tos y los reproches: ¡Saqueadore­s! ¡Vándalos! ¡Ladrones! Pero la triste realidad de Tasajera no se puede escribir en blanco o negro. Así como hubo vándalos, también es cierto que muchas de las víctimas son personas humildes que vieron en la venta de un galón de gasolina la posibilida­d de llevar comida a su casa. Su temeridad –que les costó la vida– es del tamaño de su miseria. Esa es la triste y cruel realidad.

Pero otro hecho ocurrido en la vía entre Barranquil­la y Cartagena también fue noticia. Esta vez un pequeño camión que transporta­ba pescado se volcó y algunos habitantes de Arroyo de Piedra lo saquearon, sin importarle­s las súplicas del dueño del vehículo que les pedía que no lo destrozara­n. “Es el que me permite llevarles comida a mis hijas”, exclamaba, impotente.

Sus rogativas no fueron escuchadas por los indolentes saqueadore­s. Nada les importó la tragedia que vivía el conductor y dueño del vehículo. Esa muestra de insolidari­dad no es por hambre. Es odio y desprecio por nuestros semejantes. El rostro sonriente de los saqueadore­s no muestra hambre, sino sevicia con quien lo ha perdido todo. ¿Qué hay detrás de los saqueos a los vehículos accidentad­os en la Región Caribe? ¿Hambre o vandalismo?

 ??  ??
 ?? JEISSON FERNÁNDEZ ?? Así lucen la mayoría de viviendas del corregimie­nto de Tasajera.
JEISSON FERNÁNDEZ Así lucen la mayoría de viviendas del corregimie­nto de Tasajera.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia