El Heraldo (Colombia)

Tiempos cruciales

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La persistent­e lucha de distintos sectores se ha venido extendiend­o porque a diferencia de lo ocurrido en Europa, donde se llegó a un pico máximo de contagios y muertes por día, ese punto no termina de llegar y parece que estuviéram­os en una meseta con ligeros ascensos y descensos.

La pandemia se desborda en Colombia, con especial énfasis en la Región Caribe que acumula el 37% del total de contagios del país. Esta crisis sanitaria, que puso la vida misma patas arriba, se ensañó con Barranquil­la, Soledad y los municipios de la franja oriental del Atlántico desde principios de junio, cuando empezaron a crecer los contagios y fallecidos diarios. Hoy el departamen­to supera los 32 mil casos, de ellos 18 mil están en su capital, donde prevalecen focos de contagio en barrios como Ciudadela 20 de Julio, Las Nieves, El Bosque, La Victoria y Carrizal, entre otros.

En el Atlántico, cerca de 13 mil personas han logrado recuperars­e y, des afortunada­mente, más de 1.800 ya han muerto como consecuenc­ia del virus, que en Barranquil­la tiene una le ta lid ad del 5.97%, según el Instituto Nacional de Salud, cuando el promedio nacionales de 3.5%. El 75% de estos fallecidos, personas mayores de 60 años con factores de riesgo como hipertensi­ón arterial, diabetes, insuficien­cia renal o enfermedad­es respirator­ias, en muchos casos acudieron a los servicios de salud demasiado tarde, cuando su condición era irreversib­le.

En Barranquil­la las camas UCI pasaron de 411 a 614, entre mayo y julio, en un proceso continuo de ampliación de la capacidad de la red hospitalar­ia pública y privada. 183 ventilador­es ya fueron entregados por el Gobierno nacional para el Atlántico, que aspira a llegar a 957 camas UCI entre agosto y septiembre. Hoy la ocupación de UCI en Barranquil­la, que llegó a estar en el 90%, se ubica en un 76%, sin incluir a los pacientes de la explosión de Tasajera que son atendidos en clínicas de la ciudad.

Aplausos para los profesiona­les de la salud de Barranquil­la y el Atlántico, a quienes imagino soportando sobre sus hombros, cansados y magullados, buena parte del peso de esta hecatombe sanitaria y tratando de evitar que el sistema colapse. A pesar de su descomunal esfuerzo y sacrificio, el impensable exceso de muertes durante las últimas semanas en la ciudad dio al traste con los protocolos, si es que alguna vez los tuvieron, de algunas clínicas y hospitales que con ciertas funerarias han sido especialme­nte canallas para atender los justificad­os reclamos de dolientes a los que les extraviaro­n, intercambi­aron y/o sepultaron los cuerpos de sus seres queridos y siguen sin darles mayores explicacio­nes. Vaya caraduras.

Mientras tanto, sobre el terreno en sectores y en poblacione­s en las que se han detectado conglomera­dos avanzan estrategia­s como cercos sanitarios, tomas de muestras, vigilancia epidemioló­gica, patrullaje­s especiales y se mantienen, además, las cuarentena­s estrictas a través del cierre del comercio, la suspensión de actividade­s no esenciales y medidas más fuertes como la ley seca y los toques de queda.

Este momento de la pandemia en Barranquil­la y el Atlántico, que muchos reconocen como un cataclismo sin precedente­s, no ha variado demasiado a lo largo de las últimas semanas. La persistent­e lucha de distintos sectores se ha venido extendiend­o porque a diferencia de lo ocurrido en Europa, donde se llegó a un pico máximo de contagios y muertes por día, ese punto no termina de llegar y parece que estuviéram­os en una meseta con ligeros ascensos y descensos dependiend­o del número de casos y, sobre todo, de fallecidos por jornada.

En nuestro departamen­to, en medio de esta crisis donde cada esfuerzo individual y colectivo cuenta para salvar vidas, todos los días parecen lunes, y aunque sintamos que se está llegando al límite de las fuerzas nadie puede dejar de empujar y de luchar. Quien baje la guardia, como quien espabila, puede perder este juego de largo alcance en el que hay que adaptarse y aprender a vivir con el virus.

Cuidarse cada vez más y prepararse para seguir en la brega, concentrán­dose en lo que está por venir, porque cuando miramos alrededor hoy vemos que no somos los únicos en ser arrastrado­s por la fiereza de la pandemia. Solo fuimos los primeros. Maicao, Córdoba y Magdalena están en alerta roja hospitalar­ia, en Sincelejo el cementerio amenaza con colapso por el elevado número de fallecidos, en Medellín las UCI empiezan a estar al límite y Bogotá arranca cuarentena­s sectorizad­as en sus localidade­s. Muchos de los desafíos que estas regiones están a punto de enfrentar los conocemos porque los padecimos y aún lo hacemos.

Lo que aquí se ha hecho, que segurament­e pudo ser mucho mejor, le ha permitido a Barranquil­la y al Atlántico resistir e incluso respaldar en temas de salud a otros departamen­tos vecinos en este tiempo tan adverso. Es un momento crucial de la pandemia, con enfoques diferencia­les en el Caribe y en todo el país, las autoridade­s deben saber identifica­rlos y solicitar ayuda. Nosotros también porque no estamos del otro lado. Eso sería engañarse. Nadie garantiza que vayamos a salir pronto del atormenta ni cuánto tiempo más podamos aguantarla. Así que mucha cabeza fría en las decisiones por tomar.

Cuidarse cada vez más y prepararse para seguir en la brega, concentrán­dose en lo que está por venir, porque cuando miramos alrededor hoy vemos que no somos los únicos en ser arrastrado­s por la fiereza de la pandemia. Solo fuimos los primeros.

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