Un salto innovador
Hacia el final de mes de abril, una madre angustiada me dijo en la farmacia donde trabaja, de lejos y con el tapabocas puesto, que su hija no podía proseguir la carrera de ingeniería el próximo semestre, porque no tenía con qué pagarle la matrícula. Me dio mucha pena oír esa historia que durante mi vida de educador he escuchado cientos de veces. En esta ocasión se vuelve más lacerante. La deserción universitaria, por motivos económicos, es muy alta en el país.
Es una tragedia que un joven no pueda ingresar a la universidad, terminado el bachillerato. Todavía no llegamos al 60% de los jóvenes matriculados en educación superior, que deberían estar estudiando una carrera a su edad. El porcentaje ha estado bajando desde 2017, y en la Costa ni se diga. Como resultado de la pandemia, las predicciones son pesimistas, incluyendo a quiemonio nes no pueden proseguir sus estudios. El aumento del desempleo por encima del 20% es un anuncio del impacto que la desocupación laboral va a tener en la educación superior.
La Universidad del Atlántico aprobó la gratuidad de las matrículas de 2020 para todos sus estudiantes. Decisión oportuna en estos momentos de tanta calamidad social. En varias ocasiones, he expresado que la educación superior debe ser gratuita, siguiendo el espíritu de la Constitución, y ahora lo ratifico con mayor razón. Cuando se diseñó el programa Ser Pilo Paga me encontraba entre los rectores, reunidos en la Universidad Externado en Bogotá, que apoyamos por unanimidad a la ministra de Educación, Gina Parody, en su puesta en marcha. Anoté, sin embargo, que el programa debía ser generoso, no solo en materia de subsidio a la matrícula para estratos 1 y 2, sino también con auxilios para alimentación, transporte y materiales educativos, como son los computadores personales. Más aún, pedimos que el programa fuera una Política de Estado, pues los gobiernos tienen el deber de mantener y ejecutar los programas sociales que benefician a la población. En materia de ciencia y educación, las banderas no pertenecen a un partido político. Es el Estado de bienestar el que debe prevalecer.
Las actuales circunstancias nos están empujando a producir cambios en la educación. El espacio no me da ahora para profundizar, pero se puede mencionar que no es únicamente la educación virtual la que ha llegado para quedarse. También hay que pensar en que las carreras profesionales sean más cortas: el Acuerdo Europeo de Bolonia,1999, estableció que el pregrado duraría tres años, seguido por el máster de dos años y el doctorado de tres. Podríamos seguir esa política, a la que nos adherimos con mucha timidez en Colombia. Se bajarían los costos de formar a un profesional para el trabajo, sin sacrificar un ápice la calidad. Por el contrario, se daría la posibilidad de un tránsito más expedito a la formación de postgrado, a la que todavía muchísimos menos jóvenes de nuestro país pueden llegar. Es el momento de dar un salto cualitativo e innovador en educación.