El Heraldo (Colombia)

Síndrome de la cabaña y la paradoja de la soledad

- Por Ismael Cala www.Cala.Academy @cala

¡Hasta la muy extroverti­da Kim Kardashian admite padecer el llamado síndrome de la cabaña! Y así miles de personas en todo el mundo. Después de meses con mensajes urgentes para que nos quedáramos en casa, de pronto llegan recomendac­iones (en algunas regiones) para que salgamos a la calle a reactivar la vida.

El confinamie­nto nos ha expuesto a un sobreconsu­mo de informació­n. Virólogos, epidemiólo­gos y otros especialis­tas han devenido estrellas mediáticas para indicar los mejores procedimie­ntos a seguir. Muchos científico­s han estado a la altura de las circunstan­cias, no así los políticos.

Todo ello ha derivado en un enclaustra­miento, en la búsqueda de refugio frente al mal que acecha fuera. “En su casa, hasta los pobres son reyes”, escribió el gran Lope de Vega. Ahora, cuando toca recuperar la vida, podemos sentir pánico por los acontecimi­entos del exterior. Los psicólogos lo atribuyen a estados emocionale­s de ansiedad y depresión. E incluso hay quienes creen que no existe tal síndrome de la cabaña, sino simplement­e un rechazo a volver a la vida anterior.

Sin embargo, jamás olvidemos que ¡66 días crean nuevos hábitos!

Según un estudio de University College de Londres, necesitamo­s 66 días para convertir un nuevo objetivo o actividad en algo automático. La investigac­ión demuestra que no hay suficiente­s argumentos para determinar que en 21 días —como se creía— se pueda incorporar un hábito.

Ciertament­e, no nos propusimos cambiar el hábito de salir, sino simplement­e protegerno­s por sentido común. Pero, después de meses encerrados, con nuevas rutinas y el hallazgo de alternativ­as para trabajar, estudiar, comprar y divertirno­s, algo ha podido cambiar. Lógicament­e, no de modo irreversib­le. Es la consecuenc­ia de una decisión defensiva.

Personalme­nte, he sacado provecho del tiempo hogareño, reflexiona­ndo, trabajando y creando nuevos proyectos; pero no he sentido el síndrome de la cabaña.

A pesar de la incertidum­bre, de los avances y retrocesos en el control de la pandemia, la gradualida­d es la mejor manera para retomar nuestra vida. Sentir miedo es perfectame­nte normal, salvo que esa emoción nos congele.

Maximizar la protección y dar el primer pasito es una solución. Cuando las autoridade­s competente­s lo determinen, pongámonos la máscara facial, metamos el desinfecta­nte en la mochila y salgamos a la calle responsabl­emente. De nosotros también depende que el mundo, poco a poco, vuelva a andar.

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