‘Radiobemba’ digital
Mi formación académica estuvo centrada en la Ciencia Política y la Gerencia Pública. Amo mi profesión y lo que estudié. Sin embargo, mi vida laboral ha girado alrededor de los medios de comunicación, desde aquellos días que era una veinteañera reportera política de El Heraldo, bajo la batuta de José Granados – a él, le debo saber la diferencia entre escribir un mero texto y redactar una noticia; bueno, a él y a Chayo Borrero, pero eso es otra historia–. El caso es que mi oficio muchas veces ha sido informar, de allí que empíricamente haya aprendido lo lapidario que puede ser un titular positivo o negativo sobre alguien. Es decir, gana uno la dimensión del daño reputacional que puede causar si no verifica las veces que sea necesario sus afirmaciones.
Hoy estamos llenos de nuevos elementos que empañan la labor periodística, las ‘fake news’, la posverdad, las cadenas mentirosas de whatsapp; entre otros. Se hace más difícil que nunca mantener informada a la población con veracidad. ¿Por qué? Porque la audiencia toma como certero lo que lee en la pantalla de su dispositivo móvil, sin siquiera pensar las malas intenciones que esconden algunos personajes bajo el anonimato.
Jorge Cura y Jorge Segebre fueron acusados de un acto infame esta semana, por unas víctimas que no existen. Todo desde una cuenta de whatsapp desconocida. Y ello fue replicado por la periodista Lola Salcedo, en su Twitter. El pantallazo rodó por cuanto chat grupal hay en Barranquilla. Y a pesar de las evidencias de que esto no era más que un acto barbárico virtual, el daño fue hecho. El morbo que generaron estas mentiras maliciosas hizo que se replicara a una velocidad vertiginosa. Un chisme maligno a gran escala.
Las injurias en contra de personajes icónicos de las sociedades no es algo nuevo, desde el imperio romano existían los pasquines. Que a veces relataban verdades, pero en muchas otras ocasiones: engaños. Whatsapp es la red social por excelencia en Barranquilla, una cadena allí se prende como la pólvora. Esto no sucede solo en nuestra ciudad, también en el mundo y muchas personas han sido víctimas de ello. Es por eso que Facebook, empresa dueña de la aplicación, ha limitado la capacidad de reenvío masivo, intentando obligar al usuario a que piense dos veces lo que va hacer.
Pero como vemos, eso parece no ser suficiente. Porque allí va el individuo incauto que replica y reproduce el mensaje que le llega, sin importar si es verdad o mentira, se lo manda a sus contactos; y peor aún, no se siente responsable de lo que hace, porque apela a que él no escribió la cadena. Muy grave, porque si ser el autor de una mentira en masa es terrible, no se qué adjetivo darle a los sujetos que sirven de vehículo para multiplicarla. En fin, ojalá que la ‘radiobemba’ digital no nos distraiga de las verdades de a puño que tenemos en frente. @KathyDiartt recomienda: “Fake News en la Antigua Roma” de Néstor Marqués. Libro para quien le interese este tema. Que como verán, no es nuevo. Un texto muy interesante, que nos pone a pensar sobre lo que damos por cierto.