¿Cómo debe ser la reforma estructural de la Policía?
En la actual crisis de la Policía y en momentos en que el país vive una profunda radicalización política marcada por los extremismos, se oyen voces –algunas interesadas y malintencionadas– que claman por reformas profundas en la institución. En ello todos estamos de acuerdo. Sobre ese asunto, las preguntas fundamentales son dos: ¿cómo lograr las transformaciones y con qué propósito? La Policía no puede terminar como la cloaca que se volvió el DAS y que llevó a su desaparición. Una reforma estructural de la Policía debe considerar lo siguiente: 1. No puede dejar de ser nacional. Es irresponsable proponer y promover policías municipales y departamentales. El ejemplo mexicano o inclusive estadounidense de policías al servicio de gamonales de pueblos y municipios es inaceptable. 2. Una Policía adscrita al Ministerio del Interior podría llevarla a una grave politización. Ya estuvo allí y la experiencia fue pésima. Solo hay que recordar los tiempos de Mariano Ospina Pérez en 1948, cuando el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. La Institución aún carga el baldón negro de ser señalada como la “Policía Chulavita”. 3. Debe seguirse con una carrera policial claramente determinada, con oficiales y suboficiales y habría que evaluar a fondo la conveniencia del embeleco del “Nivel Ejecutivo”. 4. Reforma a fondo para diferenciar “seguridad ciudadana” de “seguridad y orden público”. ¿Qué policías queremos? ¿Cercanos y conciliadores o distantes e intimidantes?