La pandemia mental
Estamos en la recta final del 2020 y continuamos presos por el miedo y la incertidumbre que provoca el temor a contagiarnos con la Covid-19. Además, la pandemia alteró nuestros hábitos, costumbres y actividades cotidianas afectando de manera significativa nuestra salud mental.
Estudios recientes advierten el fuerte impacto socioafectivo del aislamiento obligatorio y el distanciamiento social como circunstancias sumamente estresantes para la sociedad. A esto se suman el miedo por la evolución de la pandemia, la desconfianza hacia el contertulio por el riesgo de infectarse, el desasosiego por el contagio de familiares y amigos, el duelo por quienes no lograron reponerse y fallecieron, la pérdida del empleo, la disminución de ingresos económicos, la imposibilidad de asistir a colegios y universidades, entre otros. Pero, además, las circunstancias de la pandemia están actuando como combustible para que se acrecienten problemas de vieja data como la violencia, la intolerancia, la ingesta abusiva de alcohol, el consumo de drogas, la inseguridad, etc.
Contrario a lo que se podría pensar, los niños y los jóvenes están ubicados como el grupo poblacional con mayores efectos negativos. Según el estudio ‘Efectos de la salud mental en la población colombiana durante la pandemia de Covid-19’ (julio de 2020), desarrollado por la Universidad Autónoma de Barcelona, el 37% de adultos jóvenes ha presentado ansiedad, el 48% depresión y el 40% somatización. Los adultos mayores, en cambio, son el renglón poblacional menos afectado.
Con relación a este grupo etario, el estudio ‘La pandemia de la soledad’, de investigadores israelíes, publicado en julio por Elsevier, estableció que los adultos mayores de 60 años que tienen un mayor riesgo de complicaciones por Covid-19 mostraron mayor resistencia a los trastornos psiquiátricos asociados con la crisis sanitaria, pues, entre otras cosas, suelen ejercer una regulación emocional más efectiva.
Otra población importante y muy afectada por la pandemia es el personal sanitario, que ha sufrido un impacto sustancial tanto en su salud física como mental, por lo que los expertos recomendaron priorizar su atención dentro de las estrategias de salud pública.
Justamente, el Colegio Colombiano de Psicólogos lanzó en mayo una alerta sobre el desarrollo de una epidemia de problemas mentales a raíz de la coyuntura que vivimos.
Además de las medidas de bioseguridad, los hábitos de autoprotección y la inmunización, es pertinente que, desde el sector estatal, la academia, los gremios empresariales, la sociedad civil y en el seno de las familias, se trabaje de forma mancomunada en la atención, en todas las dimensiones, de la salud mental.
Resulta prioritario no solo atender la incidencia y la prevalencia de las patologías de la psiquis, sino que se hace necesario implementar y masificar acciones de promoción y prevención de la salud mental y evitar que los casos aislados y la problemática focalizada se conviertan en una pandemia mental que nos enloquezca a todos.