“La era del desorden”
Jim Reid y sus cuatro jinetes, algo apocalípticos, han titulado así este año la publicación insignia del Deutsche Bank, del que son los máximos estrategas. Según ellos el 2020 marcará el inicio de un nuevo “superciclo”, de los que transforman todo, desde la economía hasta la política y el estilo de vida. Era cuyo inicio ha sido precipitado, no causado, por la pandemia y las reacciones ante ella y que, entre otros impactos, verá endeudarse más a gobiernos y corporaciones.
Como preámbulo para tal afirmación identificaron cinco superciclos en los últimos 160 años. El último de los cuales, de 1980 a 2020, lo bautizaron como “la segunda era de globalización”, segunda en estos 160 años. Anoto que en realidad la globalización se inició justo hace 498 años, cuando un exhausto Juan Sebastián Elcano culminó la primera circunnavegación del globo terrestre; desde entonces el ilimitado espectro de todos sus efectos, maravillosos muchos, nunca ha cesado. Ese superciclo que termina lo definen por el impulso en abolir regulaciones y controles de flujos de capital así como al libre comercio. Durante él la demografía ayudó masivamente con el “baby boom” de la posguerra, también contribuyó el menor costo de la mano de obra china, del sudeste asiático y Europa del Este y en menor grado de América Latina. De contera, salieron de la pobreza cientos de millones de personas en esos países en desarrollo, algo sin antecedentes, pero afectó a los trabajadores menos calificados en los países occidentales e incrementó la desigualdad en ambos mundos, al enriquecer a un buen grupo de los primeros y empobrecer relativamente a otro grupo de los segundos. Una de las características de la nueva época será entonces el freno o reversión de esa última ola de globalización, entendiendo esta en ese sentido estrecho, economicista, tan en boga como equívoco.
El deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China constituye otro destino manifiesto. No es muy sabido que durante 2.000 años y hasta hace sólo 200, China representó alrededor de un cuarto de la economía del mundo, semejante a la de los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo 20. La economía de Mao llevó la participación china a un mínimo histórico del 4% del PIB mundial en la década del 60; el capitalismo de Deng la ha devuelto a un saludable 16% hoy y se proyecta que en menos de 5 años sobrepase a los EE. UU. El retorno del proteccionismo y la relocalización de sectores clave harán pues parte del desordenado porvenir previsto. Completarán el brumoso paisaje choques generacionales alrededor del cambio climático y de las pensiones, la volatilidad de los precios, el pulso entre la fragmentación y la unión en Europa, la disruptiva revolución tecnológica y como nota positiva la esperada adopción de políticas para reversar la desigualdad. Una curiosa maldición china reza: “Que te toque vivir tiempos interesantes”.