Cien años de ociosidad
Si tuviera la pluma del nobel García Márquez escribiría la segunda parte de Cien años de soledad, para incluir allí todas las necedades que producen algunos personajes de nuestra sociedad hastiados de tantos privilegios y de triunfos no merecidos, en un país que se desangra solito en medio de masacres, hambre colectiva en los estratos pobres, corrupción en los dineros públicos, no en pesos, sino en dólares, y un desempleo del 20%, especialmente entre los jóvenes. Mientras tanto, allá abajo, el pueblo, como dice García Márquez, “anda del timbo al tambo, peleando para sobrevivir a las perversidades de la incertidumbre” (Doce cuentos peregrinos).
De espaldas a esta cruda realidad social, un grupo de quince inteligentes y valientes congresistas han presentado un proyecto de ley para penalizar el famoso y tradicional “piropo”, dándole una condición de conducta penal como si fuese un acoso sexual. El piropo es un elogio a la belleza y atributos físicos de una mujer, donde nuestro país es privilegiado, pues tenemos las mujeres más lindas del mundo, junto con Venezuela, Brasil, Argentina y Rusia. Este elogio no tiene ninguna connotación sexual agresiva, simplemente es un galanteo natural del hombre hacia el sexo opuesto. En Bélgica, por ejemplo, y otros países del norte de Europa, el piropo está prohibido y hasta sancionado penalmente. Eso es allá. Son culturas diferentes. Allá no se ríen.
El piropo vulgar o agresivo podría ser objeto de un comportamiento en las relaciones respetuosas de las personas y, por tanto, tratarse como una medida policiva con aplicación de la Ley 1801 de 2016. Poner a nuestros policías a perseguir a estos infractores del amor para llevarlos a la cárcel y mover un aparato judicial completamente congestionado por los efectos de esta pandemia sería una propuesta política ridícula, irresponsable y hasta desquiciada.
Si verdaderamente quieren demostrarle al pueblo que las eligió, que sí están trabajando en beneficio de la comunidad, propongan una medida más contundente contra la corrupción del PAE para evitar que algunos contratistas malditos utilicen carne de burro en la alimentación de los niños pobres, llevando estas conductas, inclusive, al nivel de delitos de lesa humanidad, porque la intención no era alimentarlos, sino envenenarlos.
O un proyecto para diseñar una política pública para acabar con el nepotismo en las altas esferas del Estado. O un proyecto de ley para hacerle frente al problema mental de los niños como consecuencia de esta pandemia.
Esas propuestas no producen votos de opinión. Tendrán que comprarlos y están bien caros ($100.000 en Macondo y a $200.000 en los Llanos Orientales). Pero, primero, díganle al país que ustedes se ganan un millón de pesos diarios, mientras que en nuestra sociedad del rebusque, el 47% de los trabajadores en Colombia apenas reciben un salario mínimo mensual.