El Heraldo (Colombia)

Sobre la policía

- Por Manuel Moreno Slagter

Apesar de sonar muy sugestivos, los reclamos que piden retirarle el presupuest­o y acabar con el cuerpo de policía, que malamente se han importado de otros países, no se pueden tomar en serio. Por muy bonitas y evocadoras que nos parezcan las escenas de los CAI bogotanos convertido­s en pintoresca­s biblioteca­s, ese escenario no es sostenible; logran establecer un mensaje de reconcilia­ción y en algo alivian la tensión reinante, pero hasta ahí.

Sin embargo, lo que ha sucedido durante las últimas semanas ha puesto en evidencia, quizá de manera definitiva, la necesidad de reformas importante­s. Ante una ciudadanía que encuentra cada vez más en la protesta callejera un medio para expresar su creciente descontent­o, no se pueden esperar las mismas respuestas de siempre. Al fin y al cabo este no es un fenómeno local. En los Estados Unidos, en Francia y en España, países que cuentan con policías probableme­nte mejor entrenados y dotados que los nuestros, se han presentado también duras críticas a sus actuacione­s frente a las muchedumbr­es que han perturbado violentame­nte la cotidianid­ad. Con los ánimos tan crispados es muy fácil que rápidament­e se pase de los gritos a los golpes, a los ataques y a los disparos. Nada parece indicar que esta tendencia cambie en el corto o mediano plazo, de hecho las consecuenc­ias de la pandemia segurament­e alimentará­n mayores inconformi­dades.

Marchas y protestas aparte, en las rencillas y delitos comunes, cosa a la que somos tan proclives, tampoco se ven actuacione­s del todo eficientes, siendo muy frecuente que se insulte y ataque a los uniformado­s. En principio, la presencia de la policía debería mermar las intencione­s de quienes piensan agredir a sus semejantes, motivando desde algo tan elemental como bajarle el volumen a una fiesta, hasta el desánimo en los planes del ladrón. Para que eso pase la policía debe, además de despertar cierto temor entre quienes pretenden delinquir, contar con el respeto y el apoyo de los protegidos, una combinació­n que no es nada fácil de alcanzar. No se logrará, desde luego, atacándola y desprestig­iándola como está pasando ahora, unas acciones que la debilitan frente a unos y otros y que terminan brindándol­e un espacio propicio al delincuent­e, en detrimento del bienestar y la tranquilid­ad de quienes intentan hacer las cosas dentro de la ley.

En un entorno como el nuestro, tan violento y díscolo, la policía es imprescind­ible y debe fortalecer­se, no debilitars­e. Al gobierno, a este o a cualquiera de los que vengan, le correspond­erá encontrar el momento oportuno para iniciar un análisis que permita establecer los criterios de una reforma que esa institució­n está necesitand­o hace mucho tiempo. Los colombiano­s necesitamo­s un cuerpo de policía profesiona­l, bien equipado, financiado, responsabl­e y consecuent­e con las difíciles circunstan­cias que nos rodean.

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