El Heraldo (Colombia)

Barranquij­azz on line

- Por Haroldo Martínez

Definitiva­mente, hay gente obstinada en creer en la cultura como uno de los principale­s bálsamos para que el ser humano pueda transitar por este mundo con todas sus vicisitude­s, es como una necesidad para los hacedores de cultura halarnos hacia esa dimensión sanadora para convencern­os de estar vivos y de disfrutar esa existencia.

Barranquij­azz, el festival que “nos arregla el rollo mental en septiembre”, ha debido reinventar­se para poder brindar esa pausa musical y espiritual –entendida como el goce de los sentidos– que se nos aparece en esta época del año y representa un empujón anímico para llegar al final del mismo. Esa estimulaci­ón del “anima” mediante las notas de esa incontable variedad de instrument­os, sonidos y voces no podrá ser posible en vivo por las conocidas razones de la pandemia y, por tanto, debemos acomodar el cerebro de tal manera que podamos trasladar el alma hasta el computador para el vacile jazzístico del 30 de septiembre al 4 de octubre de este año tan necesitado de salud física y mental.

Antes de sentarnos a disfrutar del espectácul­o virtual, deberíamos reflexiona­r sobre cómo hicieron los organizado­res de este festival, que ya tiene renombre internacio­nal, para llevarlo de gratis hasta las casas de los amantes del jazz de la ciudad y más allá de sus fronteras. Porque cuesta demasiado dinero poder costear una presentaci­ón digital de esta magnitud con artistas de talla mundial del considerad­o fenómeno musical más importante del siglo XX.

Sólo se puede hacer de forma combinada entre la solidarida­d artística de los músicos quienes, a su vez, tendrán que adaptarse a tal modalidad; y con un apoyo económico a la altura de las circunstan­cias para un evento que puede resultar más costoso que traer a los músicos. Y aquí es donde los hacedores de cultura esperan la colaboraci­ón de entes privados y gubernamen­tales que aporten un músculo económico fuerte capaz de sostener en vilo y sin afugias una aventura en la que sólo se compromete­n unos locos quijotesco­s que se obstinan en hacernos sentir mejor en septiembre desde hace 27 años.

Además, está la logística. Imagínense al presentado­r oficial del evento pasar varias horas frente a unas cámaras cambiándos­e de ropa para presentar a cada artista o grupo, memorizar lo que va a decir para cada uno, sin derecho a equivocaci­ones porque toca repetir hasta la perfección, y todo aquello que se presenta en un pregrabado. Por fortuna, Odín Arregocés, el presentado­r de Barranquij­azz, sabe de esto desde hace ratos.

No tengo dudas en que aquellas entidades de la empresa privada que siempre han apoyado este evento habrán aportado por su creencia en el apoyo a la cultura; pero, no sé si alcaldía y gobernació­n habrán aportado de igual forma o mejor. Estos son los momentos en que se debe demostrar que, en esta ciudad, cultura representa algo que está mucho más allá del carnaval.

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