Covid-19 y el camino al desastre
La llegada de la Covid-19 desde finales del 2019 ha marcado un camino con grandes cambios para la humanidad. Como sucede siempre en estos casos, los mayores perdedores son los mas débiles, los mas abandonados y en general los más pobres, aumentando las brechas sociales y dificultando el ascenso de las clases emergentes. Debilitando el desarrollo y trayendo una de las peores crisis financieras mundiales, claro que con mayor impacto en países como Colombia, en donde todos sus niveles de crecimiento descendieron. Según del Dane, los estratos 1,2 y 3 concentran el 90,3% de las defunciones. Mientras que los estratos 1 y 2 el 69 % del total nacional de fallecidos, el estrato 4 el 4%, y los estratos 5 y 6 el 1%. Importantes consecuencias graves de la pandemia están relacionadas con los cambios negativos de la movilidad social, la destrucción de la familia, el crecimiento del desempleo y la informalidad. Dificultades en las comunicaciones, el empeoramiento de la pobreza, la desnutrición y el empeoramiento de otras enfermedades, por el descuido en sus seguimientos. La denominada resiliencia, poco entendida por una gran mayoría, o capacidad de recuperarse con berraquera de las situaciones difíciles, está todavía en el tapete, y ojalá no se disminuya por factores diferentes a la Covid-19.
La personalidad previa no solo de un individuo, sino de un país, está distorsionada por las instituciones, la justicia, el Congreso de la República, los concejos, las asambleas, las gobernaciones y las alcaldías, el deporte, las fuerzas armadas, policiales y de defensa y tantas otras que tan poco pueden lanzar la primera piedra. En medio de un Acuerdo de Paz en más de dos años de evolución, un sistema de salud, que al desnudarse con la pandemia muestra un gran número de deficiencias, errores y fallas, que se quieren corregir en un momento de emergencia, con compras de ventiladores, e insumos, que ya deberíamos haber tenido, pero por la capacidad y estructura del sistema de salud a la llegada del coronavirus.
Pero la pandemia está ahí, los grandes líderes mundiales no han hecho su trabajo completo, y los nacionales tampoco. Se necesita un cambio drástico y rápido, y algunos parecen estar pensando en otras cosas, elecciones, arreglos financieros, políticas de guerra, descompensación ambiental, imposición de políticas de derecha o de izquierda, para satisfacer una voracidad política inalcanzable. En medio de esta situación, una creciente población de vándalos, delincuencia, guerrilla, paramilitares, o grupos por fuera de la ley, todos con el ánimo de acabar con un país, que apenas si respira un poco de los impactos del coronavirus, en medio de gremios como el de los trabajadores de la salud, abandonados a su propio destino, atendidos con agradecimientos virtuales de misericordia y lastima.
Ahora todos saben de infecciones, después de un entrenamiento de menos de 6 meses, sin asistencia a ninguna formación académica. Aprendizaje periodístico, con comunicaciones llenas de noticias falsas.
O reconsideramos si queremos acabar con lo que aun con fallas y errores se ha construido, o aprovechamos que la Covid-19 nos siente a todos en una mesa, a responder conscientemente a una situación que no da tregua, y que ya hay que detener, o dejamos que el coronavirus, nos lleve a lo más profundo de un tremendo desastre.
Tenemos un presidente muy activo frente a la pandemia, lo admiro por sus grandes capacidades, aunque de errores no se ha salvado, pero si no incluye a quienes deben colaborar logrará muy poco, aun con sus buenas intenciones. El país sobre los partidos políticos y delincuentes.