El Heraldo (Colombia)

¿Tiramos la toalla?

¿Qué está pasando? ¿Por qué nos estamos dejando ganar la batalla contra la mayor amenaza sanitaria de la historia reciente y parece que ya a nadie le importa? ¿Hartazgo, cansancio, extrema necesidad o exceso de confianza?

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Con el envío de ventilador­es, Barranquil­la y Atlántico se han volcado a apoyar la emergencia hospitalar­ia por ocupación de más del 90% de camas UCI en ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, que atraviesan la embestida de la segunda ola de la pandemia con un notable incremento de casos y muertes. En las últimas horas, pacientes covid de la capital del país están siendo trasladado­s al Hospital Camino Adelita de Char para recibir atención médica ante el riesgo de colapso en los servicios de salud de Bogotá, donde es reducida la disponibil­idad de camas en unidades de cuidados intensivos y escasean medicament­os y personal sanitario. Cartagena y Santa Marta, según sus autoridade­s, también esperan remisión de pacientes del interior del territorio nacional.

Con nuevos récords de contagios en Colombia, más de 20 mil por jornada y una tasa de positivida­d de 24,5%, la pandemia está descontrol­ada. Siendo justos, también pasa en Estados Unidos, países de América Latina y Europa, donde avanzan con enormes contratiem­pos logísticos las campañas de vacunación. Es absolutame­nte cierto, como lo reconoce la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), que no estamos haciendo lo suficiente en la lucha contra el virus, que tardó siete meses en sumar su primer millón de fallecidos y solo tres en alcanzar el segundo millón, mientras los casos diarios rozan niveles máximos.

¿Qué está pasando? ¿Por qué nos estamos dejando ganar la batalla contra la mayor amenaza sanitaria de la historia reciente y parece que ya a nadie le importa?

Expertos admiten que las elevadas cifras obedecen, en parte, a la aparición de variantes más contagiosa­s, la británica, la brasileña o la de Sudáfrica. Sin duda, han contribuid­o al agravamien­to de la crisis global, pero no lo es todo. Por cierto, el Ministerio de Salud aún no confirma la llegada de una de estas nuevas cepas, sólo nos acechan 29 nuevos linajes del virus que incluso tienen distribuci­ón geográfica propia, 6 de ellos identifica­dos en Atlántico.

Detrás de las nuevas olas que sacuden al mundo está realmente el hastío por las medidas de distanciam­iento físico y social que hasta ahora nos habían garantizad­o algo de protección frente al virus. En otras palabras, los ciudadanos tiramos la toalla y reconocido­s infectólog­os, epidemiólo­gos y virólogos señalan que nuestro comportami­ento disipado ya no logra romper las cadenas de transmisió­n, por lo que la Covid se aprovecha de la falta de compromiso de las personas. Se bajó la guardia por cansancio, pero también porque la necesidad aprieta.

Tras semanas de confinamie­ntos parciales y totales, muchos ciudadanos ya no aguantan un encierro más al estar soportando física hambre sin recibir ayudas. En el caso de los pequeños comercios, las consecuenc­ias están siendo devastador­as para personas y familias sometidas, otra vez, a la paradoja de salud o economía.

En los países donde ya se vacuna se pecó por exceso de confianza. Una lección que deberíamos tener en cuenta en Colombia, donde estamos todavía bastante rezagados en el proceso de inmunizaci­ón, del que sabemos existen los contratos con las farmacéuti­cas, están llegando los ultraconge­ladores y empezó la capacitaci­ón para los vacunadore­s, pero seguimos sin tener fecha exacta del primer pinchazo.

Preocupa que la vacunación que el Gobierno ha dicho será gratuita pueda quedar en manos de privados, de esos que ferian la salud al mejor postor desconocie­ndo que es un derecho fundamenta­l. Razones hay para preocupars­e al sentir que estamos al garete. Ante la opacidad, solo queda insistir en claridad y certezas para alcanzar a ver la luz al final de un túnel excesivame­nte largo y oscuro.

Detrás del repunte de casos está el hastío por las medidas de distanciam­iento físico y social que hasta ahora nos habían garantizad­o algo de protección frente al virus. En otras palabras, los ciudadanos tiramos la toalla y nuestro comportami­ento disipado ya no logra romper las cadenas de transmisió­n.

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