Y tuve Covid
Había pensado no hablar más en mis columnas del tema Covid, considero que ya es momento de comenzar a sanarnos desde las narrativas, pero es necesario esta columna para hacer cierre, pues una cosa es escribir reflexiones en general y otra cuando se ha tenido el virus y además se hace frente a las secuelas que deja, así que estas letras tienen un sentido especial.
Esta pandemia me ha confirmado que no importa el poder político o económico que tengamos, porque todos y todas estamos frente a una confrontación con nuestra capacidad preventiva y sobre todo con los poderes humanos que hemos ido perdiendo por despistarnos en una maratón capitalista que nos exige producir; esos poderes humanos a los que hago referencia son el amor propio, la fe, la empatía, el amor, la espiritualidad, el autocuidado, entre otros.
Es decir, es momento de que laCo vi dnonosl leve solamentea lavar nos las manos y a protocolos de higiene, sino a viajar hacia nuestro ser y comprender que no somos máquinas de un sistema que cosifica a la humanidad, que logremos ejercer la compasión y la empatía. Es momento de tomar consciencia de la gravedad de esta pandemia; aunque hacemos parte de una cultura poco preventiva y a veces un tanto “folclórica”, de nosotros depende que la tragedia se limite al máximo, que no tengamos que llorar por muertes evitables; apliquemos protocolos por voluntad y no por imposición, es preciso entender que esto nos puede afectar, dado que no se soluciona con una pastilla, con dinero o con alguna “palanca” de algún amigo en el poder; esto es un asunto de salud que nos ubica en una posición de vulnerabilidad sin exclusión alguna; negros, indígenas, pobres, millonarios, mujeres, hombres, campesinos o población urbana podemos ser víctimas del virus.
Es el tiempo de asumir esto con la rigurosidad pertinente, porque de nada sirve padecer “pánico”, pero seguir poniendo en riesgo nuestra vida y la de los demás. Esto no es de decir qué “susto el coronavirus”, sino que es el momento de asumir una cultura preventiva y lograr que esta tragedia mundial frene pronto. Es momento de meditar, pensar, danzar, dialogar, hacer pausas, amarnos mucho y asumir cambios en nuestras vidas, comenzando por valorar el tiempo de calidad que nos negamos a vivir, más allá de limitar nuestra existencia a maratones laborales, estrés, malos hábitos alimenticios y la ausencia de momentos especiales con nuestras familias y amistades, por estar condicionados a la cosificación de nuestra humanidad.
Es momento de dejar de torturarnos por el dinero que dejemos de producir y por cuánto cambiará nuestra (canibalista) cultura consumista, cuando lo primordial es la vida, es salir de esto sanos y salvos.
Son muchos aprendizajes los que el mundo debe vivir, pienso que entre más nos tardemos más se alargará esta pandemia; es momento de retornar hacia nosotros, que este caos se convierta en un generador de real revolución de nuestro ser y finalizo con un fragmento de mi experiencia Covid como lo sugirió la coach y maestra Eliana Melo.
Acepto realizar este acto de generosidad; fueron 16 días de total aislamiento hasta recibir el negativo que más me ha alegrado la vida, pero quedan secuelas físicas y emocionales que nos recuerdan lo importante que es cuidarnos y amarnos, de reconocer el valor de lo preventivo en la salud y saber que somos un universo holístico en el que no solo debe importar la salud física, sino también la mental; mi llamado a ti que me lees es a que ames la vida y te ames mucho, que esta pandemia no pase como si nada, sino que descubras tu poder y que nunca lo limites por causa de los miedos.
Y tuve Covid, ¡ya párala Covid!