El Heraldo (Colombia)

Sigue golpeando fuerte

- Por Haroldo Martínez haroldomar­tinez@hotmail.com

Es duro enterarse de la muerte de personas cercanas y queridas. Cercanía por aquellos períodos compartido­s que son huella emocional indeleble aun en la distancia, queridas por todo aquello que nos dieron, herramient­as para la vida y la subsistenc­ia, desde diversos ángulos que confluyen en una misma emoción, tristeza en cada célula.

Ángel Ceballos hizo honor a su nombre de pila durante toda su existencia, un ser humano a quien todos queremos más allá de su partida. Samario, para más señas, paisano mío, pero no aseguro si le iba al Ciclón Samario, lo que sí puedo decir es que iba unos semestres adelante en la facultad de medicina, pero sí jugamos basquetbol juntos en los juegos interfacul­tades, él era poste y yo alero, le dábamos el balón y él lo escondía entre sus brazos y su voluminoso cuerpo, el Gordo Ceballos, le decíamos sus amigos. Reconocido como gran estudiante, se hizo patólogo, profesor de medicina en nuestra alma mater y llegó a ser decano de nuestra facultad en la Universida­d del Cauca, presidente de la Asociación Colombiana de Patología. Estaba en pleno duelo por la reciente muerte de su esposa y le llega la muerte a él por Covid-19.

Al doctor Néstor Solarte, emérito profesor de la misma facultad, le debo haberme enseñado medicina interna desde el punto de vista clínico, que es cuando uno entiende la semiología, la unión de los signos y síntomas de la enfermedad, sin necesidad de aparatos. Gracias a sus niveles de exigencia y rigurosida­d en la docencia, me preparó sin saberlo, para que más tarde yo fuera profesor de semiología y medicina interna en la Universida­d Libre de Barranquil­la. Pero no fue de gratis porque, para esa época yo era el primer negro con afro en Popayán y ¡peor aún!, en ese monasterio que es el Hospital San José de Popayán, así que me tocó esforzarme para demostrarl­e que no era un hippie cualquiera, y sí era merecedor de estar en su rotación. Hoy está hospitaliz­ado junto con su esposa por Covid-19, como no sé rezar prefiero recordar sus clases y pensar que todo va a salir bien.

Como está saliendo de las manifestac­iones graves de esta virosis y ya fuera de la uci, la hija de otro compañero de estudio, con quien hemos estado en comunicaci­ón por el chat de exacauca, conociendo la evolución clínica de su hija.

Si por allá llueve, por aquí no escampa. Hace unos días murió Ramón Illán Bacca, samario también, hombre de letras, escritor, docente, con un pensamient­o crítico para una visión de la literatura con el mismo ojo con estrabismo divergente con el que Pablo Picasso concebía su mundo pictórico. Dueño de un humor cáustico con el que sorprendía a propios y extraños y de una conversaci­ón sin artilugios, la forma de hablar del sabio.

Parece una perogrulla­da insistir en las medidas de biosegurid­ad que, si lo pensamos bien, es lo que nos va a mantener vivos, porque de las vacunas ni me pregunten.

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