El Heraldo (Colombia)

Ochenta son muchos

- Por Roberto Zabaraín

En alguna época se quemaron los archivos de una de las pocas iglesias que aquí existían. Las damas, entonces, corrieron a presentars­e con dos testigos, era el requisito exigido para reinscribi­r su fecha de nacimiento y así rebajarse la edad. Algunas, desvergonz­adas ellas, se quitaron hasta diez años, y salían felices a exhibir su nueva juventud. La cosa pegó y durante algún tiempo hasta en los hombres se convirtió en costumbre rejuvenece­rse en los papeles oficiales acudiendo a alguna tramoya y, aunque hoy la tarea es más difícil, la tecnología lo impide, han seguido insistiend­o con cirugías e implantes. Hoy todos están arrepentid­os y quieren volver a subirse la edad, pues el gobierno decidió que se vacunaría primero a los mayores de ochenta, y que no se encuentren en ancianato, no se sabe el por qué de esto último. Ahí fue Troya, y las protestas no se hicieron esperar.

Aquello que las encuestas señalan que más de la mitad de la población no se vacunaría es, como todo lo de las encuestas, carreta. El encierro ha sido muy largo, y la gente está tan desesperad­a por salir, que los billetudos viajan donde los gringos en una especie de turismo de vacunación. Así que llegado el día la gente se vacunará, sobre todo por aquí, que el espantajop­ismo abunda. Puede imaginarse a aquél ya vacunado invitando a una fiesta, pero de pura pupera exigiendo el certificad­o de vacunación, no de cualquier marca líchiga, sino de Pfizer o de Johnson. Es claro que con todos vacunados la ley no puede allanarlos ni interrumpi­rlos, así que el vecindario y los amigos saldrán corriendo a vacunarse y, como la cosa es por turnos e inscripció­n, no faltará el vivo que acuda a los falsificad­ores, que los habrá y, mientras se vacuna a todos, circulará un mercado negro de certificac­iones no sólo entre los jóvenes fiesteros, sino también entre aquellos setentones a quienes la Registradu­ría no atendió sus peticiones de retornarle­s a su edad real.

Los entes encargados argumentan que en la nueva reclasific­ación los adultos mayores, o sea la antigua tercera edad, son aquellos que cuentan y superan las ochenta ruedas, y que existe una nueva franja para quienes se encuentran entre sesenta y cinco y ochenta, que son muchísimos los ejemplos de personas de dicha franja que se mantienen como un roble y están muy activos laboralmen­te, y hasta en aquello. Ponen de ejemplo a Trump, aunque no a Biden. Pero los setentones no están de acuerdo, y andan impulsando una protesta, una marcha a lo Petro, para que la restricció­n se rebaje hasta los setenta, como fue al principio con las medidas de cuarentena. Seguro la marcha será lenta, por aquello de las sillas de ruedas y los bastones que se inventarán para darle credibilid­ad a la protesta. Afirman además que si se insiste en lo de los ochenta años es probable que la segunda parte de la vacuna no sea posible aplicarla porque, en el interregno, muchos de los ancianos vacunados fallecerán, y entonces se perderán la primera, y la segunda. Así que piden rebaja, porque ochenta son muchos.

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